La pérdida de una amiga

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Luego de cruzarse a Artorius, Septimus no dudó en dirigirse directamente a su habitación, aunque esta se encontraba solitaria ya que sus compañeros intentaban calentarse frente a la chimenea en la Sala Común.

Se estaba quitando la corbata cuando oye como la puerta del cuarto se abría abruptamente, revelando la figura de Pansy. 

—¿Qué demon...?

—¡No tienes derecho, Lestrange!— vociferó ella con un dedo acusador apuntándolo —¡No tienes derecho a decir que mis problemas no son importantes!

—Parkinson, no estoy de humor para...

—¡Lo mínimo que puedes hacer por mí es quedarte aquí, oyendo lo que tengo para decirte!— le dijo empujándolo levemente hacia atrás —¡Yo soy la única persona que te apoyó cuando nadie más lo hacía! ¡Soy quien se quedó a tu lado cuando lo necesitabas! ¡Soy tu única amiga, y creí que tú eras el mío! ¡Fui yo quien escuchó por horas todos tus problemas, y quien te sostuvo la mano! ¡Estuve contigo cuando te peleaste con Orion, cuando rompiste con Fleur, cuando recibías las cartas de tu familia!

—Pansy, yo...— murmuró pero fue interrumpido.

—¡Y jamás esperé nada a cambio más que a ti! ¡Sólo te quería a ti como mi amigo! ¡Pero tú eres tan egoísta que crees que estás solo! ¡Pero no es así, nadie sabe a dónde ir, y es por eso que están los amigos, para apoyarse mutuamente! ¡Yo sólo quería que me des un abrazo y me digas que todo iba a estar bien, eso era todo lo que quería, Septimus...— se aclaró la voz —Pero no, siempre el más afectado eres tú. Siempre eres al que hay que apoyar. Perdí a la persona que amo, pero...¿Cómo entenderías el amor si jamás lo sentiste? Eres igual que toda tu familia. 

Luego de decir tales palabras, dejando mudo al Lestrange, la castaña sólo volteó, con un semblante de roca, y se marchó del lugar. Todo quedó en un silencio sepulcral, como si no estuviera nadie allí, ya que Septimus no se había movido en unos diez minutos, recordando la conversación, o más bien discusión. Cuando por fin reaccionó, pateó con fuerza su cama, sin importarle el dolor que sufrió, pues más fuerte era el dolor de volver a perder a alguien. Se arrojó a sus mantas, y cerró los ojos con fuerza intentado dormir. 

Por otro lado, quien no podía dormir era Mérula. La mujer estaba sentada en un diván de cuero frente a la chimenea de su mansión. Tenía sus manos reposadas sobre su falda, sosteniendo una taza de té. Aunque nadie lo creyera, su discusión con Rabastan la había ayudado a pensar muchísimas cosas "¿Alguna vez le demostró a Septimus lo mucho que lo amaba?". A decir verdad, como mujer, o mejor dicho como persona en general, jamás creyó todo lo que podía ser capaz de amar a alguien con sólo tenerlo en frente.  Recordaba con una sonrisa el nacimiento de su hijo. Ella jamás había sentido un vínculo fuerte con él mientras lo llevaba en el vientre, probablemente por el dolor que sintió por la muerte de Regulus, y el hecho de que la mataba llevar un bebé apellidado Lestrange. Pero, en le momento en que lo vio, luego de unas largas seis horas de labor, fue cuando sus ojos vieron la verdadera felicidad. Las parteras le dijeron que era un varón, por lo que en ese instante pensó el nombre que jamás podría tener, pero que deseaba llamarlo así. 

—Arcturus— susurró recordando. 

Ningún Lestrange había estado allí, ni siquiera del otro lado de la puerta. Por lo que claramente tuvo que esperar a Rabastan para ponerle nombre a su primogénito. "Septimus" le sugirió Rodolphus a su hermano menor, quien con obviedad siguió el consejo de su hermano, y "Sarvolo" en honor a su Señor Tenebroso, aunque cambiando la letra M por la S de Slytherin. Todos pensaban en hacer a Septimus y a Artorius los reyes del mundo oscuro, incluso lo hablaban saliendo de la habitación donde Mérula estaba. Se quedó en silencio con su bebé, él durmiendo en su pecho, ella de vez en cuando bajaba la vista para mirarlo. Deseaba creer que se parecía a su esposo, de verdad que lo deseaba, pero, no era así. Era como el retrato de él; La forma de los ojos, la nariz, los pómulos. Y fue en ese momento, el momento exacto en el que el recién nacido Septimus envolvió toda su pequeña mano alrededor del dedo índice de su madre, que ella pudo sentirlo. En ese instante, dejó de sentirse sola en la habitación, incluso revisó hacia todos lados, pero aunque se cercioró de que estaba sola, sintió como una mano sostenía su hombro con una ligera presión que sólo demostraba apoyo. 

El Heredero de Regulus Black (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora