Tres días antes...
El joven Lestrange miraba el techo de su cama como si este tuviera algo más que manchas. Estaba seguro de que pocos comprenderían lo relajante que era para él mirar a un punto fijo sin más. Lo ayudaba a concentrarse, tal como rodar su varita alrededor de sus dedos o, siendo algo más maníaco, contar el número de rocas que había en la pared contraria a él. Si su vista, ni mente, no fallaba, habían de ser unas 1,156 por muro.
Cuando su vista le avisó que se detenga al nublarse, sólo posó sus manos sobre su estómago, y continuó mirando el techo de su cama, tal y cómo solía hacerlo en su casa cuando no tenía nada qué hacer. Cuando su madre se ponía a leer frente a la chimenea en la sala, y se oían los quejidos de Loncher por toda la casa. Cuando Rabastan estaba en Azkaban, no lo malinterpreten, a Septimus le gustaba que su padre estuviera libre, porque era su padre, pero la realidad ficticia que él había pensado toda su infancia sobre lo que ocurriría el día que fuera liberado era totalmente diferente a la realidad. Extrañaba los veranos en los que iba a la mansión Malfoy y jugaba carreras en escoba con Draco, claro, a veces no soportaba al rubio, pero era su familia quienes le permitían estar lejos de Rodolphus por tres meses. Extrañaba hablar con Orion de libros, o reírse juntos de lo estúpido que se veía Artorius cuando volaba en escoba.
¿Cuándo cambió todo? Se preguntó mentalmente. No recordaba el momento en el que pasó de ser un niño que pasaba tiempo con sus primos, a un mortífago que solía sentir repugnancia por sí mismo. Antes adoraba leer el diario de Regulus, pero cuando comenzó a verse reflejado en él, decidió que no era bueno compararse con el Black ¿Por qué? Pues porque tenía miedo de acabar de la misma manera. No quería morir, por lo que quiso dejar de verlo como una posibilidad al comparar su camino con el del fallecido.
Si fuera posible expresar con palabras el temor que le daba fallar, lo hablaría con alguien a quien más confianza le tenga. Pero no, sólo se tenía a sí mismo y a su consciencia. No podía ir con cualquiera y decir que su corazón se petrificaba cada vez que oía la pisada de metal del Profesor Moody en el suelo, porque eso significaba una nueva orden, un nuevo trabajo, un nuevo regaño, o un nuevo insulto.
Esa persona de confianza podría haber sido Pansy, pero ya no. Como todo un caballero, y una persona con sentido común, admitía que tal vez tuvo la culpa de perjudicar su amistad, pero es que en aquel momento no pudo contenerse. Se había hartado de muchas cosas, comenzando por la manera en la que ella sufría por una persona que ya la había superado. Su amiga, según él, no merecía parar por tal momento de auto-humillación, por lo que hizo lo que mejor sabe hacer, decir la verdad.
Inicio de Flashback...
Primer año, Hogwarts...
Septimus regresaba a la sala común después de haber estudiado por unas cuatro horas con Granger en la librería. Ella era su única amiga que no fuera de Slytherin, y mucho menos sangre pura. Esa era la razón por la cual le llamaba tanto la atención estar con ella, tal vez su deseo no era ser su amigo, pero tenía cierto interés en los "Sangre sucia", y quería saber la razón por la cual no eran merecedores de magia, según Rodolphus. Pero ninguna razón lógica le llegaba a su mente, pues creía que nadie merecía más la magia que Hermione Granger.
Era tarde, por lo que no se preocupó demasiado a la hora de ser visto volviendo. Sabía que todos estaban alterados por el tema del Trol y tal, pero estaba seguro que sabría como tratar contra uno si la situación se le presentaba. No obstante, algo que sí lo sorprendió fue que al ingresar por aquel pasadizo, vio como Pansy Parkinson leía atentamente un libro de texto a un lado de la chimenea, mientras que anotaba cosas en un pergamino.
-¿Parkinson? ¿Qué haces?- preguntó extrañado mientras se acercaba a la jovencita.
-Estudio, ¿Qué no ves?- le respondió inmediatamente en tono cortante sin quitar la vista de las palabras del libro.
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El Heredero de Regulus Black (En edición)
FanfictionSeptimus Sarvolo, un joven al cual le dan todo, pero lo dejan sin nada. Toda su infancia fue una pequeña mentira la cual vivió a la plenitud, hasta que llegar a esa antiquísima casa lo hace abrir los ojos. Su primo, casi como un hermano para él, se...