Las dos cartas

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—Septimus...Septimus

—¿Qué?— preguntó dormido, sintiendo en su espalda la dura pared de la biblioteca.

—Vamos a la enfegmería— dijo Fleur.

—¿Qué? ¡No!— dijo inmediatamente, levantando su cabeza del hombro de la francesa —Debo irme.

—No, irás a la enfermería— dijo de repente la voz de Artorius, el cual estaba apoyado en una librería con los brazos cruzados.

—Pero...Artorius...— intentaba hacer que su primo comprendiera que no podía ir porque podrían descubrir su tatuaje, algo que el mayor comprendió.

—Lo máximo que puedo hacer por ti ahora es vendarte las heridas de los brazos. Y tú déjanos— dijo dirigiendo su mirada a la rubia.

—¿Qué? Clago que no.

—Ve, es mi primo, estaré bien con él— a decir verdad, en ese momento quería estar con todo el mundo, menos con Artorius porque sabía a la perfección que no estaría bien con él.

Luego de insistir pero no lograrlo, la francesa deja a los Lestrange, uno sentado en el suelo y el otro apoyado en una librería. Los dos se quedaron en silencio por unos minutos, sin verse.

—¿Y si la ven?

—Que no lo harán y punto— dijo el mayor mientras estiraba un brazo para levantar a su primo —Y ni creas que te voy a cargar todo el camino.

—Vine solo hasta aquí, podré caminar hasta la enfermería.

—Eso espero.

Caminaron en silencio todo el trayecto, Septimus instintivamente con su mano diestra en el abdomen, como si eso calmara el dolor. Lo que más difícil se hacía eran las escaleras que debían subir hasta llegar a la torre de la enfermería, y al llegar a la puerta, Artorius tomó del brazo a su primo y lo pasó por detrás de su cuello, simulando como que lo había ayudado todo el camino.

—¿Qué haces?— preguntó el menor con confusión.

—Por si hay alguien— empujo con el pie la puerta, e ingresaron, pero no había nadie —Yo buscaré la forma de tratarte lo del órgano, y que Pomfrey se encargue del resto mañana.

Artorius lo dejó en una cama, y Septimus comenzó a quitarse la camisa, y a pesar de los quejidos su primo no lo ayudó en ningún momento, sólo veía hacia la puerta por si alguien iba. El menor cuando logra ver su abdomen desnudo, ve como está morado, y ante cualquier tacto lo hacía estremecer de dolor.

—Shhh.

—¿Qué quieres que haga? Me duele, Artorius. Ve y busca algún libro de enfermería, tal vez eso ayude a...— se recostó en la cama soltando un fuerte suspiro —...tal vez eso ayude a nutrir tu cerebro.

Con la mandíbula apretada, Artorius obedeció y se dirigió a uno de los estantes que había en la entrada, en donde tendría que haber algo que sirviera. Sin embargo, al irse el mayor, Septimus pudo relajarse, pero demasiado. De un segundo a otro, los párpados comenzaron a pesarle otra vez "Debe ser la fiebre" pensó, y poco a poco fue cediendo a la necesidad de dormir.

Lo último que alcanzó a oír de su alrededor fue:

—No quería dañarte, hermano...

Mientras tanto en Grimmauld Place...

Mérula golpeaba la puerta efusivamente. Quería hablar en ese mismo instante con Sirius, pero para su mala suerte fue Kreacher quien le atendió.

—Señora Mérula, es para el viejo Kreacher volverla a ver— decía mientras abría la puerta.

El Heredero de Regulus Black (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora