La reunión

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El viaje en el tren había comenzado, todos los estudiantes ya estaban a bordo del expreso y este partía en dirección a Londres. El griterío de adolescentes se podía escuchar de punta a punta, y lo único que podía aislar tanto ruido era internarse en un vagón y no salir hasta llegar a King's Cross. 

Las nubes teñían de gris el cielo azul con el que el sol salió horas antes, y aunque varios estudiantes se quejaban de la posibilidad de lluvias, Septimus se apresuró para llegar a un vagón vacío en el que pudiera sentarse en la ventana y apreciar aquel bello paisaje que, para él, era perfecto.

Por supuesto que su vagón no permanecería solitario mucho tiempo, pues en cuestión de minutos Pansy llegó acompañada de Theodore y Blaise, quienes eran bastante callados y solían levantar la voz de vez en cuando, pero el torbellino llegó con Draco y sus gorilas, obviamente indignado por cómo el Ministerio había dejado libre a Potter sabiendo que estaba completamente chiflado. Pero al saber que nadie le estaba prestando atención, el rubio simplemente se cruzó de brazos y cerró los ojos, intentando, o fingiendo, dormir. 

Entonces, la única chica allí se sentó a un lado de su mejor amigo, porque no podía soportar lo mucho que se movían Crabbe y Goyle cuando se reían en "silencio", ya que obviamente no tenían permitido despertar a Draco de su sueño de arcoíris. Así que, con la tranquilidad que le daba estar en medio de un dormido y un ser tan inmóvil que a veces asustaba, Pansy recostó su cabeza en el hombro de Septimus, y comenzó a leer el Profeta que Theodore había llevado. 

"Barty Crouch Jr. regresa a Azkaban después de su terrible atentado en el Torneo de los Tres Magos" decía la primera plana, con la imagen del fugitivo siendo encerrado por un quinteto de aurores en su celda. El artículo aseguraba que el ministro se encargó de aumentar la presencia de dementores en la prisión, y que una fuga tan peligrosa no volvería a suceder. La castaña bufó al leer aquello, y distraídamente su mirada decayó en el libro que, aparentemente, Septimus leía. Era de un cuero negro con un singular aspecto terso, sus páginas tenían un tono amarillento, haciendo notar los años que tenía, pero lo más extraño de todo, era que estaban completamente en blanco, o eso parecía, pues al alzar la mirada a los ojos de su amigo, estos se movían frenéticamente, como si tuviera frente suyo un millar de palabras. 

—Sep, ¿qué lees?— preguntó, sin poder ocultar su curiosidad. Entendía que podía ser un libro encantado, el cual permitía que sólo una selección de personas pudieran leer su contenido, pero le intrigaba saber porqué él era parte de esa selección. 

—Un diario— respondió el pelinegro, apoyando su mano en una de las hojas para recordar por donde iba, y entonces miró a la contraria con una mirada pacífica.

—¿De verdad?— aquello pareció desconcertarlo, pero esperó a que la castaña siguiera hablando —¿De quién?

—No importa, ya está muerto— por alguna razón quiso evitar decir quién fue alguna vez el propietario de aquel diario, especialmente frente a Draco, quien lo primero que haría sería decirle a su padre —¿Qué ocurre?— inquirió, sin entender la mirada confundida de Pansy.

—Yo no veo nada— apuntó al libro con las cejas en alto —. Veo las páginas en blanco. 

—¿De verdad?— ella negó —. Pansy, yo las completamente escritas y garabateadas. Por ejemplo, aquí— con el dedo índice señaló el párrafo que previamente leía —"Entonces, B, S y yo encontramos aquel árbol hueco en medio del Bosque Prohibido, y aunque B insistió en convertirlo en una guarida, y admito que contaba con mi apoyo, S nos lo negó, regañándonos lo suficiente como para no querer más dicha guarida"— leyó, imaginándose a Barty, Severus y Regulus en esa situación. 

—Sí, dudo que tengas tanta imaginación, así que pensemos que está hechizado. 

A pesar de que Pansy rápidamente se olvidó del tema cuando Septimus nombró aquel árbol hueco en medio del Bosque Prohibido, él quedó sopesando el porqué Regulus querría que sólo algunas personas fueran capaces de leer su diario. No tenía sentido. La mayoría de escritores, aventureros o biógrafos ansiaban que sus historias llegaran a los ojos de todo el mundo, o eso era lo que a Septimus le habían enseñado su decena de tutores. 

El Heredero de Regulus Black (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora