Un Padre

163 12 2
                                    

Podía sentir como las frías mantas de su saco de dormir lo abrazaban, pero no era para nada reconfortante. Un fuerte ardor en su mejilla izquierda provocó que llevara su pálida mano siniestra hacia ella, mientras que la diestra peinaba hacia atrás su sedoso cabello. Le dolía todo el cuerpo, incluso podía sentir sus articulaciones crujir ante cada movimiento, como si sólo fuese cristal, el más fino y delicado cristal que pudiese existir.

La fina y elegante voz de su madre provocó que finalmente se despertara adecuadamente. Ella parecía estar hablando con alguien más, pero era imposible escuchar para Septimus, pues estaban en habitaciones separadas. Sin mas rodeos, el muchacho se incorporó del suelo, y estirando su cuerpo logró que todas sus contracturas desaparezcan, pero haciendo sonar cada uno de sus huesos.

Caminaba ya vestido por los pasillos, aunque algo dormido para ser sinceros. Intentaba peinar su cabello con ambas manos, mientras que su erguido y aristocrático paso se acercaba a la sala principal, donde, para su sorpresa estaba Rabastan, una mujer extraña en lo que parecía un encantamiento, y su madre, quien hablaba seriamente con su esposo.

- ¿Qué ocurre? ¿Quién es ella? -  preguntó bastante confundido, pero quedó aún más cuando sus padres lo miraban a la cara incrédulos - ¿Qué? -

Sin nada que esperar, Mérula se acercó a él y lo tomó por la mandíbula, moviendo su cabeza a la derecha para dejarle mejor visión del lado izquierdo de la cara.

- Aquí te dio - dijo la mujer con un rostro duro, pero algo apenado. Durante toda su niñez lo habían torturado, pero jamás una cicatriz fue el final.

- Es mejor, las cicatrices te hacen mas rudo - el mayor Lestrange parecía orgulloso de que le hayan hecho un Cruciatus a su hijo, y que además tenga una cicatriz de unos 3 centímetros en su rostro. Era una copia exacta de Rodolphus, sólo que un año menor y recién salido de Azkaban.

A decir verdad, aquella marca podía hacerse pasar fácilmente por un hoyuelo al sonreír o hacer muecas, pero era claro para quienes lo conocen que no fue natural.

- Septimus, te presento, ella es Bertha Jorkins - decía Rabastan con un tono superior y clasista - Con ella practicarás Legeremancia - decía como si se estuviera refiriendo a una rata de Encantamientos.

- Pero... papá, soy menor de edad... mi magia... - decía el chico mientras bajaba su mano la cicatriz.

- Encantamiento Fidelio - interrumpió el hombre mirando severamente al menor - Literalmente podemos asesinar a alguien y nadie lo sabría - lo dijo con tanta naturalidad, que al principio provocó un escalofrío en Septimus, pero minutos después, se dispuso a intentarlo.

_______________________

- Entonces ¿Qué debo hacer? - preguntó el menor mientras miraba los ojos de la mujer que tenia enfrente, su madre.

Voldemort había ordenado que practique en alguien más antes que Bertha, pues podría hacer que sus recuerdos se pierdan, así que eligió a Mérula como voluntaria para el niño. Antes de cualquier clase de Legeremancia, Septimus había leído unos cuantos libros más, y en ese tiempo; Voldemort y Nagini, Colagusano y los Avery-Lestrange aprovecharon en mudarse de localización en Albania. Ahora estaban en los adentros de un espeso bosque negro, bastante parecido al Bosque Prohibido, sin embargo no era tan... mágico.

- Sólo apunta a su cabeza, haz el movimiento que practicamos, y di "Legeremens", fuerte y claro - ordenó su padre.

Todos estaban en la sala de la cabaña, incluso Voldemort, quien le había ordenado a Peter que lo llevara a ver. Entre algunas mantas se encontraba el Señor Tenebroso, encima de un pequeño sillón. 

El Heredero de Regulus Black (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora