La tercera prueba

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—¡Lo siento, lo siento!— exclamó Septimus, entrando rápidamente a la mazmorra de pociones —Lamento llegar tarde. 

—Una hora tarde— replicó con severidad Snape, viéndolo sentarse por encima de un libro. 

—Perdón, es que me retrasé ayudando a Fleur con un par de hechizos— se excusó, intentando acomodar todo lo más rápido posible para no tener que oír otro regaño —. La última prueba es mañana y ella no dominaba Confringo, así que...

—Ya oí suficiente— lo detuvo, abrumado por tantas palabras, pues jamás había escuchado a su ahijado decir tantas cosas juntas a tal velocidad —. Sólo respira, y en cinco minutos comenzaremos. Busca los ingredientes de la página 50. 

"Poción matalobos" leyó Septimus al encontrarla. 

—Pero esta poción la hicimos en mi segundo año— cuestionó. 

—Sí, pero nunca está demás repasar algunas cosas esenciales— respondió el mayor, girándose para buscar su ejemplar de Animales Fantásticos —¿Qué es un hombre lobo?

—¿Qué? Oye, ya estoy harto de los exámenes— la dura mirada que le dio Severus por encima de su hombro lo hizo callarse y responder la pregunta —. Es una...criatura, más bien, un humano infectado de la enfermedad de licantropía, la cual se transmite gracias a la mordida de un hombre lobo en luna llena. 

—¿Que licántropos conoces? 

—Black, Fenrir Greyback y...Lupin. Es curioso, porque Lupin puede significar claramente Lupo, lobo en italiano, el cual es el apodo que Nikolai Krum tiene para Orion— notó con los ojos entrecerrados, pero nuevamente su padrino lo miró de manera extraña, aunque esta vez algo más sorprendido —¿Podemos hacer la poción? 

—Busca los materiales. 

—Sí, señor.

Septimus comenzó a buscar todos los ingredientes de la poción, maldiciendo cuando se encontró un extraño fluido parecido al moco, lo que le costó un par de minutos sacar de sus manos. Snape, por su lado, fingía que leía Animales Fantásticos y dónde encontrarlos, pero verdaderamente tenía escondida una carta, la última carta, que le había llegado.

—¿Septimus?— lo llamó, sin quitar la vista del interior del libro, pero no obtuvo respuesta —Septimus— repitió, alzando su cabeza.

—¡Un segundo!— él estaba en puntas de pie, intentando alcanzar un pote de la parte más alta de un estante —Mierda, soy un mago— murmuró, dándose cuenta que con facilidad podía decir el conjuro básico para traer aquel pote hasta su mano —¿Qué ocurre?

—Tú...puedes contar conmigo siempre, ¿lo sabes?

Septimus, confundido, se acercó a la mesa y dejó las cosas encima. No sabía porqué Snape había salido con eso, y mucho menos sabía qué hacer. ¿Debía agradecerle? ¿Debía quedarse en silencio? ¿Dejarlo seguir? 

—Ah...yo...

—Cállate, sólo quería asegurarme de que lo sepas, porque...aunque prefieras pensar las cosas, no sirve de nada. Lamentablemente el corazón es el que elige, no importa lo mucho que difiera con tu sentido común. Las marcas en nuestra piel no eligen nuestro lado. 

Instintivamente, Septimus se llevó una mano a la marca tenebrosa, sintiendo por encima de la tela la cicatriz de quemadura. 

—Si tienes un problema, déjame ayudarte, y deja de mirarme así— lo regañó con seriedad —. Debo cumplir una promesa sobre tu triste existencia. No seas tan sensible. 

El Heredero de Regulus Black (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora