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A la mañana siguiente, tal y como dijo Mérula, ella y Septimus se introdujeron en la chimenea de su casa que, utilizando los polvos flu, los llevaría al callejón Knockturn, pues era el sitio en el que preferían aparecer antes de llegar al callejón Diagon. Por lo tanto, después de caminar por las oscuras calles que finalmente terminaron por llevarlos al transitado callejón Diagon.
Desde el momento en el que salieron de Knockturn, sitio en el que los Lestrange eran bienvenidos y recurrentes, las miradas comenzaron a posarse en él y su madre. Pero, como siempre fue enseñado, sólo ignoraba a los demás y continuaba el camino que su madre trazaba con seriedad.
En esa situación era inevitable sentirse un marginado, sin conocer a nadie, sin poder hacerlo, y a la vez sin querer. Y estaba seguro que su madre se había alegrado tanto como él cuando vieron las rubias cabelleras de los Malfoy a la salida de Flourish y Blotts, la tienda de libros. El primero de ellos en verlos fue Draco, y fue corriendo en dirección del pelinegro.
—¡Sep, mira mi nueva varita!— le mostró entusiasmado, mientras que Mérula pasaba a su lado y saludaba a Lucius y Narcisa.
—¡Impresionante!— exclamó Septimus, fingiendo la exaltación, pues ya estaba acostumbrado a lo insoportable que su primo se ponía cada vez que tenía un objeto nuevo, y claro que su cortesía lo obligaba a seguirle la corriente —¿De qué es?
—Espino— respondió, jugando con la varita entre sus dedos —. Núcleo de pelo de unicornio.
—Septimus— los interrumpió Mérula llamándolo. De esa forma, el niño se acercó a los mayores y saludó a los Malfoy de forma educada —, vé a comprar tu varita— le tendió un saco de monedas —. Yo me encargaré de tus libros
—Sí, madre— con un movimiento de cabeza se despidió de ellos y al pasar por un lado de Draco le dijo que pronto volvería.
Comenzó a caminar con su clásico andar mucho más sofísticado que el de muchos otros niños de su edad. Él no se encorvaba y zarandeaba, sino que procuraba enderezarse en todo segundo y sus brazos se movían coordinadamente a los lados. Muchos volteaban a verlo, pues su apariencia por más normal que él creyera que era, para los demás podía ser considerada llamativa. Su palidez contrastaba con el negro de su cabello, haciendo que sus dos ojos grises casi parecieran una oscura noche de invierno. Eso, y la pulcritud de su vestimenta, una camisa y chaleco negros, además de pantalones de vestir y zapatos bien lustrados.
Ingresó en la tienda de Ollivander cuando le encontró entre tantas. En el interior no había nadie, o eso creía él. Las campanas de la puerta sonaron al cerrarse, y en el suelo sonaron unas ruedas de metal rodar, seguidas de un hombre montado a una escalera apareciendo por uno de los pasillos.
—Joven Lestrange, por fin, lo estaba esperando— dijo el anciano, al cual presumía que era Ollivander, mientras bajaba de su escalera para rebuscar en uno de los armarios —. Veamos, veamos— tomó dos cajas y se acercó a él —. Pruebe esta.
La varita, al decir verdad, era bastante fea, se sentía muy ligera, y era corta. Aunque en forma de educación, el niño agitó la dicha haciendo que el suelo temblara. Cuando devolvió el objeto a su caja sintió que el hombre había soltado un "no" entredientes. Septimus comenzaba a impacientarse cuando Ollivander no volvía de la parte trasera. Pero en cuestión de minutos regresó con dos cajas, una pareciera relativamente nueva y la otra estaba mucho más percudida que las demás.
—Del mismo material que la de tu padre, fibra de corazón de dragón. Veintiséis centímetros, ligeramente flexible, madera de roble— concluyó, entregándosela con una sonrisa. Pero al ver como una lámpara se rompía en cuanto Septimus la tocó, una expresión de inseguridad se posó en su rostro cuando sacaba del segundo estuche —. Núcleo de pelo de rougarou, treinta centímetros, madera de roble oscuro, rígida.
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El Heredero de Regulus Black (En edición)
FanficSeptimus Sarvolo, un joven al cual le dan todo, pero lo dejan sin nada. Toda su infancia fue una pequeña mentira la cual vivió a la plenitud, hasta que llegar a esa antiquísima casa lo hace abrir los ojos. Su primo, casi como un hermano para él, se...