Cincuentaicinco.

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— ¿Podría ser un poco más específico?—

— Hay algo que Rin guarda desde hace algunos años, y es la razón más importante por la cual comenzó a asistir a terapia en mi consultorio.— explicó— He trabajado minuciosamente todo este tiempo para llegar a lo que hemos llegado hoy, es decir...Rin ha aceptado hablar contigo sobre esto.— su mano se posó delicadamente en el hombro de la pelinegra y comenzó a caminar pensando dónde podrían hablar con tranquilidad.

— Doctor, ¿Es muy grave?— lo miró con el ceño fruncido dando a notar lo mucho que le inquietaba toda la situación. ¿Qué le ocurrió a Rin?

— Le invitaré un café y así podremos hablar como es debido.— le sonrió de lado y prosiguió su caminar. No mucho más adelante se toparon con Sesshomaru, quien los miró algo extrañado y se apresuró a alcanzarlos.

— Doctor Hayami.— habló, su voz ronca dándole un toque más serio— ¿Cómo está Rin?—

— Ella está bien, señor Sesshomaru.— asintió en respuesta— He platicado un poco con ella y pude convencerla que hable con la señora Taisho sobre su trauma.— movió sus cejas, intentando hacer énfasis en lo que quería realmente decir. El peliblanco abrió los ojos como platos, ¿Realmente estaba dispuesta a eso?

— ¿Cómo? ¿Eso no la expondría de nuevo a un ataque de pánico?—

— Me ha encomendado la charla a mí. Una vez que su madre esté al tanto de la situación podremos entrar a la habitación y hablar los tres. Todo esto es con su consentimiento, puede estar tranquilo de ello.—

— Confío en usted.— suspiró— ¿Habrá posibilidad de pasar a verla?— su rostro inexpresivo se ensombreció denotando algo de tristeza.

— Señor Sesshomaru...sin ofender, Rin necesita ir un paso a la vez. Lo primordial es esto ahora, verlo en este momento sólo la alteraría...aún está enojada.—

— Entiendo.— murmuró— Izayoi, toma esto y come. No has probado bocado en toda la noche. Estaré con Inuyasha y la niñata.—

— Es Kagome, hijo.— lo reprendió antes de besar su mejilla— Todo mejorará, te amo.—

— Y yo a ti.— contestó por última vez antes de desaparecer por los pasillos.

——————

— Todo se ha ido al carajo.— susurró para sí mismo— Sabía que no podría ocultarlo toda la vida. Esa niña me sigue causando problemas.— bebió un poco más de whisky. Su pequeño apartamento se encontraba en silencio y en penumbras. Una pequeña luz proveniente de la calle iluminaba el interior. Naraku podía sentir aquella voz en su cabeza...esa que solo de vez en cuando aparecía para confundirlo. Onigumo siempre se encontraba listo para tomar la luz y eso le preocupaba ya que tal vez en esa oportunidad no podría volver en sí.

— ¿Qué haré ahora? Mis amigos...mi único mejor amigo ha descubierto mi secreto y...— caminó hacia el baño para refrescarse un poco la nuca. Un repentino dolor de cabeza lo hizo cerrar los ojos en cuanto se detuvo frente al espejo.

Es tu culpa, idiota. Tú nos expusiste y ahora todos saben la verdad.—

¿Qué? ¿Quién habla?—

Si me hubieses dejado tomar la luz todo esto seguiría oculto. Eres un mal niño, Naraku.—

N-No.— susurró y miró su reflejo. Onigumo le estaba devolviendo la mirada a través de él— Cállate, esto es tu culpa, yo...—

Tú eres yo. Ahora estamos en aprietos gracias a esa niña. Tendríamos que haberla matado.—

¡HABLA POR TI! ¡TODO ESTO FUE TU MALDITA IDEA, PERVERTIDO!— gritó el pelinegro. Aventó lo primero que tuvo a mano rompiendo el espejo en mil pedazos— Es todo tu culpa...tu culpa...— sollozó— ...mi culpa.—

𝑳𝒂 𝑼𝒏𝒊𝒗𝒆𝒓𝒔𝒊𝒕𝒂𝒓𝒊𝒂.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora