Cincuentaiseis.

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- Izayoi...- Rin la miró desde la camilla con una sonrisa de lado y sus mejillas sonrojadas dado a que sentía mucha vergüenza por lo que había sucedido horas atrás en la residencia Taisho. La pelinegra se acercó a la joven y acarició su pelo, no quería dar el mensaje equivocado y que su hermosa Rin pensara que le tenía lástima, pero no podía evitar empatizar con el dolor que la azabache sentía en ese momento. Las palabras de Ebert todavía la dejaban pensando demasiado. ¿Cómo no había prestado atención? ¿Acaso su viejo amigo no dió ninguna señal sospechosa en todos estos años para que ellos se den cuenta de lo que estaba haciendo?

- Señora Taisho...- Izayoi oyó la voz del terapeuta justo detrás de ella. Eso la hizo reaccionar de inmediato y notó que Rin la miraba con el ceño levemente fruncido.

- Lo siento...lo siento.- suspiró y apretó delicadamente la mano de su nuera- Amor, ¿Cómo te sientes?-

- Estoy bien. Un poco conmocionada aún pero...- hizo una pausa debido a la puntada que sintió en su cráneo.

- Te diste un golpe en la cabeza al desmayarte, ni siquiera Sesshomaru pudo detener la caída a tiempo. Pero estarás bien con unos analgésicos.- Ebert le sonrió cálidamente y Rin le agradeció mentalmente al cielo porque él estaba allí.

- Oh... ¿Sesshomaru está...?-

- Él está en la sala con los demás. Nadie se ha movido de aquí, todos quieren verte Rin.- la azabache miró a Izayoi, vió una pequeña luz en sus ojos, pensó que así se verían los de su madre. Tal vez ésta puso a la pelinegra en su vida para que la cuidara tal y como su difunta progenitora hubiese querido.

- ¿Te gustaría verlo?- preguntó su psicólogo. Rin negó lentamente.

- No aún...si es posible, lo dejaré para el final.-

- Bien. Hablé con Izayoi sobre lo que ha pasado entre tú y tu tío Onigumo todos estos años.-

- Linda, no quiero que tomes a mal esto, ni que pienses que siento lástima por ti, pero lo siento tanto. Naraku ha sido nuestro amigo por tantos años pero nunca supimos lo que hacía contigo, ni siquiera sabíamos de tu existencia en su vida...- suspiró. Pero es como si de repente su mente de iluminara. Ebert la observaba cautelosamente y analizó cada gesto facial desde el momento que dejó de hablar. Estaba seguro que la señora Taisho había recordado algo, pero no iba a hablar ni insistir. Quería ver si hablaría por su cuenta o encubriría a su viejo amigo.

Rin, aprovechando que la mujer se encontraba retraída en sus pensamientos, miró a su terapeuta y éste, silenciosamente con una mirada, le dijo que se mantuviera callada y dejara que la pelinegra hablara si quería hacerlo.

Sin embargo, Izayoi volvió en sí y anotó en su cabeza que debía preguntarle a su esposo por aquel día...

- Disculpe, señora Izayoi.- dijo Rin con voz suave- ¿Acaso cuando nombró a mi tío, dijo Naraku?-

- Oh...sí. Siempre ha sido así para nosotros. Nunca supimos que en realidad se llamaba Onigumo. Cuando el doctor Hayami hizo referencia a Naraku con otro nombre no entendía a qué se estaba refiriendo.-

- Es por eso que lo anoté y quise venir a hablar contigo sobre esto. De todos modos, por ahora lo primordial es que te recuperes, tenemos algo de tiempo para ordenar nuestras ideas antes de que Onigumo haga algún movimiento.— Rin asintió, sintiendo un escalofrío bajar por su columna.

Si el doctor Hayami estaba en lo cierto, la familia Taisho podría ayudarlos mucho. Por eso debía mantenerse a raya con los comentarios y evitar decir algo innecesario o presionar demasiado. Por ahora, era más prudente tenerlos como aliados. Claro estaba que, a pesar de que era una familia bien, Onigumo corría con ventaja en cuanto a relación y cercanía con todos ellos.

𝑳𝒂 𝑼𝒏𝒊𝒗𝒆𝒓𝒔𝒊𝒕𝒂𝒓𝒊𝒂.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora