Sesentaiseis. Final. Parte 2/2

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El aire era denso. Parecía que nadie quería ni siquiera respirar. Sesshomaru y Toran se miraban fijamente a los ojos mientras ella era sujetada de ambos brazos por el guardia de seguridad. Izayoi mantenía sus ojos muy abiertos y las lágrimas no paraban de caer por sus mejillas. Inu No respiraba erráticamente al mismo tiempo que sostenía a su hijo mayor por detrás. Inuyasha miraba a Toran también desde el costado derecho de Sesshomaru. Kagome se encontraba de rodillas con sus manos sobre su regazo, la cabeza gacha, los ojos cerrados con fuerza y lloraba en silencio, el alivio era tan grande...

Y por último, el doctor Hayami...sabía que su corazón no le mentía...su paciente era tan fuerte que no se dejaría derrotar tan fácilmente.

Nadie se atrevía a hablar, pero alguien debía hacerlo. Y, por supuesto, ese alguien fue el terapeuta de Rin.

— Señor Sesshomaru.— lo llamó, su voz suave pero con determinación. El peliblanco pestaneó y asintió a modo de respuesta, pero sin sacar la mirada de la mujer que tenía enfrente— Si le parece, continuaré con los procedimientos.— nadie respondió, menos él. Pero Ebert sabía bien que ese silencio era la respuesta que necesitaba para tomar la riendas de todo esto.

Aclaró su garganta y eso pareció hacer que todos se relajen.

— Necesito un botiquín y mucha gasa con urgencia. Estoy casi seguro que la ambulancia va a tardar pero Toran debe decir todo lo que sabe antes que se la lleven. — Kagome se puso de pie y, limpiando sus lágrimas, alzó su mano para hacerle saber que ella iría por los vendajes. Inuyasha la acompañó, rogando que Sesshomaru se mantuviera en sus cabales en lo que lo soltaba— Señorita Toran, tome asiento, le haré las curaciones y un torniquete nuevo para seguir evitando un desangramiento.— se acercó a ella cautelosamente y apoyó delicadamente la mano en su hombro. Ella lo miró agradecida y lentamente se sentó en el borde del sofá.

El doctor Hayami les pidió a todos que tomaran asiento. Kagome, al volver, le dió todo lo necesario al experimentado hombre y se sentó junto a Inuyasha.

La peliazul no sabía por dónde empezar, y es que todo había sucedido de forma tan rápida que, cuando se dió cuenta de todo, Naraku ya la había herido.

— Hoy fuí a ver a Naraku. Era una zona alejada de la ciudad. La casa era...vieja, estaba descuidada, las paredes descascaradas...había mucho olor a humedad.— hizo una mueca de dolor cuando el doctor Hayami le pasó alcohol en la herida. Mientras tanto, escuchaba atentamente cada palabra de la mujer junto a él— Cuando lo miré, él estaba tranquilo, como si lo que estuviera a punto de hacer no fuera lo suficientemente enfermo...—

— No sé si lo sabe.— Ebert la interrumpió, comenzando a vendarla con cuidado— Pero Naraku, u Omigumo, ya ha asesinado gente anteriormente— la miró de soslayo— Su madre fue la primer víctima, luego los padres de Rin. Este hombre se ha cobrado la vida de toda su familia.—

Toran asintió, pues lo había escuchado de la propia boca de aquel escalofriante hombre.

— Y tú has sido tan imbécil de aliarte con él.— gruñó el peliblanco, hablando finalmente.

La peliazul bajó la mirada, avergonzada.

— Puede proseguir.—

— Intercambiamos algunas palabras, me preguntó por el plan, le dije que todo estaba yendo bien.— tragó saliva con dificultad— Luego me amenazó indirectamente con que acabaría conmigo si lo traicionaba. Discutimos y me dijo que mataría a Sesshomaru. Le dije que eso no era parte del trato...y luego supe que Rin está...—

—...embarazada. Lo sabemos, Toran.— Inu No terminó la frase por ella. La mujer asintió lentamente.

— Y eso fue como un desencadenante en mi mente...mi madre murió de la misma manera que morirá Rin si no la salvan.— sus ojos se llenaron de lágrimas— Pedí verla con una excusa, él me lo permitió y me llevó a una habitación escondida en el fondo de la casa. Estaba completamente oscuro allí dentro. Ella estaba sentada en la punta de la cama mirando al suelo, su cuerpo...estaba muy delgada.—

𝑳𝒂 𝑼𝒏𝒊𝒗𝒆𝒓𝒔𝒊𝒕𝒂𝒓𝒊𝒂.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora