𝘾𝙞𝙣𝙘𝙤.

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¡Hola! Siento si este capítulo es algo aburrido, pero pensé que podría dedicarlo 100% a que conocieran un poco sobre el pasado de Rin.

¡Disfruten de la lectura!

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Las palabras de su profesor se repetían en su mente una y otra vez mientras intentaba concentrarse en su tarea. Aquella mañana había pasado rápidamente y, para su suerte, Inuyasha se había ofrecido a llevarla hasta su casa, por lo cual llegó más temprano de lo estipulado. Luego de limpiar su apartamento se dedicó a hacerse un sándwich y adelantar algunos trabajos que debía entregar la próxima semana.

Para las cuatro de la tarde, su mente y ojos pedían descanso, así que cerró su computadora y se recostó en el sillón tratando de enfocarse en algo que no fuera el rostro del peliblanco. Tomó su teléfono y revisó sus redes sociales: nada. Suspiró de aburrimiento, no tenía absolutamente nada para hacer y eso la inquietaba.

Decidió salir a caminar y recorrer un poco la ciudad. Veía familias y parejas pasar a su lado sonrientes, y no pudo evitar sentir una punzada en el pecho; la soledad para ella era algo común, desde que había cumplido sus dieciocho años vivía completamente sola en un departamento que podía costear a base de un subsidio que el gobierno le daba, lo demás...lo conseguía gracias a un trabajo de medio tiempo como bibliotecaria.

Rin Konoe desconocía el significado de familia, le hubiese gustado tener un padre y una madre, o hermanos...pero los había perdido hacía muchos años quedando huérfana y en manos del estado. Hasta los doce años estuvo en distintos hogares adoptivos siendo maltratada o forzada a trabajar; luego, como si fuera algo milagroso, apareció un familiar lejano por parte de su padre y pudo salir de allí.

Pero jamás imaginó que ese día empezaría su verdadero infierno.

Los primeros días en casa de su nuevo tutor habían pasado de maravilla, pues aún con una pizca de esperanza en su ser, lo que Rin tanto había añorado desde la pérdida de su familia al fin se había vuelto realidad: volver a vivir. Unos meses después darían inicio a una serie interminable de acontecimientos que, hoy, la castaña quisiera olvidar con todo su corazón.

Con el pasar de los años, la azabache perdió todo rastro de luz y felicidad. Antes de cumplir los dieciocho años ya estaba completamente segura que moriría en manos de ese hombre, y luego...por fin pudo obtener su libertad. Gracias a su abogado pudo conseguir que su cuidador permaneciera lejos de ella con una restricción y la ayudaron a salir de su país natal instalándose en Tokio.

Le costó mucho tiempo poder volver a socializar con la gente, no se le daba muy bien al principio dado a que le costaba poder hablar o expresarse. Para cuando entró en la universidad siendo beneficiaria de media beca, ya había asistido al terapeuta en busca de ayuda para disminuir los ataques de pánico.

El segundo día de clases, una castaña bastante irritante y llena de energía se acercó hasta su pupitre dispuesta a entablar una conversación, cosa que Rin siguió de manera muy difícil: Kagome Higurashi hablaba demasiado, algo que, en otros tiempos, Rin también hacía. Ahora, ella sólo se dedicaba a los monosílabos y a asentir cuando sentía que era necesario.

Sin embargo, la energía que desbordaba del cuerpo de Kagome hizo sentir a la azabache como en casa, y sólo por eso decidió dejar que su nueva amiga permaneciera a su lado. Para la joven castaña, era como un respiro de aire fresco, y se alentó a sí misma diciéndose que debía volver a hacer amigos y confiar en que no le harían daño.

Al sexto día de clases, el tan adorado peliplata Inuyasha apareció en la vida de Rin; siempre bromeando y tratando de hacerla reír, se ganó la confianza de la muchacha más rápido de lo que ella quisiera admitir.

Y con el paso de los meses, Rin Konoe se fue rodeando de personas maravillosas, quienes habían llevado a su vida una pizca de felicidad, felicidad que ella misma jamás podría volver a darse.

Se sentía una miserable con suerte.

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— Rin.— un hombre calvo y simpaticón la saludó desde su asiento cuando ésta hubo entrado a su consultorio.

— Doctor Hayami— murmuró ella tomando asiento.

— ¿Cuánto ha pasado desde nuestra última cita? ¿Tres semanas, tal vez?—

Rin recalculó.

— Así es...creo.— aclaró su garganta.

— Y, ¿Cómo has estado? Digo, las vacaciones debieron servirte de mucho. ¿O no?—

— Uh...algo así.— suspiró. Se sentía totalmente frustrada— Siento que los ataques de pánico están volviendo, y por cualquier tontería.—

— ¿A qué se debe eso exactamente? ¿Ha sucedido algo grave para que tu cuerpo recurriera a alterarse?— anotó algo en su libreta.

— N-No. Es decir, en una ocasión, mi amiga Kagome me apretujó y eso hizo que mi pecho se contrajera. Y luego...— recordó la escena del auto— Mi...mi profesor se ofreció a llevarme a casa. Estaba lloviendo. Apareció de la nada y me asusté porque ya venía sugestionada.— suspiró— Me salí de control, él intentó ayudarme y yo...— susurró angustiada— Dios, parecía una psicópata.— lloró.

— Rin, los ataques de pánico son inevitables. Cuando una persona ha pasado por tanto a lo largo de su vida, controlarse es difícil; estás bajo tratamiento y no has sufrido una recaída en meses, eso es un progreso.— explicó— No debes sentirte avergonzada por lo que pasó, fue algo que no elegiste, y supongo que tu profesor es lo suficientemente maduro para entender eso, aunque no sepa nada de ti.—

— Yo...yo fui a disculparme con él esta mañana, me sentía terrible por haberlo hecho pasar mal. Me dijo que no me preocupara, y que si necesitaba hablar con alguien, sabía dónde encontrarlo.— un escalofrío recorrió su cuerpo.

— No todos los hombres son malos. Lamentablemente, has tenido muy malas experiencias, pero eso no quiere decir que, en general, quieran hacerte daño.— volvió a anotar en su libreta— Deberíamos trabajar en eso, ¿Puedes escribir cómo te sientes cuando estás cerca de algún amigo, colega, etc?— Rin asintió— Bien, una vez que puedas desarrollar todos tus sentimientos, podremos analizarte mejor juntos. Yo podré armar un mejor diagnóstico, y tú te conocerás un poco más a fondo. Lo importante ahora, es detectar cuándo son de confianza y cuándo debes alejarte, ¿Está bien?—

— Está bien...— asintió la castaña sin saber muy bien que más responder.

— ¿Ya le has contado a alguien sobre tu verdadera historia?—

— ¿Debería?— preguntó sarcástica.

— No, no es una obligación.— negó— Algún día, cuando tengas confianza en alguien, tal vez lo hagas por tu cuenta. Mientras tanto, si no te sientes segura, no lo hagas.—

— Lo sé.—

— ¿Tus compañeros suelen quejarse de tu forma de ser?—

— Uh...no. Al principio solían soltar comentarios sobre que hablaba muy poco y así, pero ya se han acostumbrado.— sonrió apenas— Dicen que soy muy reservada y prefiero observar más que hablar.—

— ¿Y tú qué piensas sobre eso?—

— Yo sólo los dejo pensar eso.—

𝑳𝒂 𝑼𝒏𝒊𝒗𝒆𝒓𝒔𝒊𝒕𝒂𝒓𝒊𝒂.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora