𝙏𝙧𝙚𝙞𝙣𝙩𝙖𝙞𝙘𝙞𝙣𝙘𝙤. [𝙢𝙖𝙧𝙖𝙩ó𝙣 4/5]

1.4K 125 30
                                    

— Cariño. ¿Quién era esa chica de la fila?— preguntó Izayoi, realmente curiosa acerca de la identidad de aquella castaña. Habían salido del supermercado y ya se dirigían a su casa, dando por finalizado el día de las compras para el mes.

— Si te soy completamente sincero, no tengo la menor idea. Sólo volteó y me dijo que era muy amiga de Sesshomaru. A decir verdad, me asustó un poquito.— dijo sintiendo un escalofrío recorrer su espina dorsal. Su esposa rió.

— Que exagerado.— rodó sus ojos— Pero sí, fue algo raro. ¿Viste la cara que puso cuando hablamos sobre la misteriosa novia de Sesshomaru?— hizo una mueca— ¿Crees...que sea ella?—

— Espero que no.— suspiró— Me inspira bastante desconfianza. Por otro lado, no creo que sea su tipo.—

— Bueno...es bonita.— Izayoi se encogió de hombros— Pero rara, y confianzuda.— rió.

— Así es. Tal vez deberíamos hablar con él y preguntarle acerca de la muchacha. ¿Qué tal si no es verdad todo lo que dijo? ¿Cómo se llamaba?— murmuró— ¿Sonia? ¿Selva?—

— No lo sé. No dijo su nombre...aunque sí sabía el mío.—

— Sí. Pero si realmente es tan amiga de Sesshomaru, o peor...su novia...es lógico que sepa nuestros nombres.— pensó Inu No, esperando que las rejas de su condominio se abrieran para pasar. Su esposa asintió dándole la razón, pero dentro de sí sentía que algo andaba mal con esa mujer.

No era la madre de Sesshomaru, pero lo amaba como si fuera su propio hijo. Jamás había querido que él pensara en ella como el reemplazo de su madre biológica, y no interfirió en nada que él no permitiera.

Cuando lo conoció por primera vez y vió cuán complicado era su carácter, no estuvo segura de si podrían congeniar. Pero se llevó una grata sorpresa: al principio, el hijo mayor de su ahora esposo se mostraba distante con ella, aunque jamás le faltó el respeto. Con los años, Izayoi se ganó el cariño de Sesshomaru y hoy en día tenían una buena relación.

Por esa razón y porque simplemente lo amaba, no quería que nadie le hiciera daño, por lo que averigüaría acerca de la extraña que habían cruzado en el supermercado.

———————

Sesshomaru sostuvo el cronómetro en su mano mientras Rin realizaba las rutinas marcadas por él en un tiempo récord. Lo hizo dos veces sin detenerse hasta que sus piernas no pudieron seguir. Se sentó en el suelo, poco a poco volviendo a recobrar la respiración. Sesshomaru sonrió de lado y trotó hacia ella, ayudándole a levantarse.

— Lo hiciste bien. Diez segundos de diferencia con la vuelta anterior.— anunció besando su frente.

— Ugh, no puedo más. Necesito agua, y darme un baño.— suspiró— Tú lo hiciste de maravilla. Siento que perdí mi toque.—

— Claro que no. Y...creo que puedo ayudarte con lo del baño.— susurró en su oído, haciendo que la azabache se sonrojara de pies a cabeza.

— ¿Siempre piensas en sexo?— cubrió su cara con sus manos, muy apenada.

— No...hasta que te conocí.— confesó de forma natural. El sexo para Sesshomaru siempre fue una necesidad que saciaba con mujeres al azar, pero desde la llegada de Rin, era algo indispensable...nunca se cansaba de ella. En ningún sentido.

— Bien, Romeo. Volvamos al penthouse, tengo que estudiar.—

Ambos se dirigieron al auto tomados de la mano mientras Rin hablaba de lo pesado que se estaba volviendo tener que estudiar para filosofía, Sesshomaru sólo se dedicaba a escuchar y responder con monosílabos o cuando lo creía necesario. Subieron en él y viajaron en un cómodo silencio hasta entrar a la ciudad. Sesshomaru se debatió entre contarle o no a Rin sobre la charla que tuvo con sus padres aquella noche durante la cena familiar.

— Rin...— aclaró su garganta.

— ¿Sí?— le sonrió ella, prestándole atención.

— La noche de la cena en casa de mis padres...les conté sobre tí.— dijo sin rodeos.

— ¿Qué?— preguntó, genuinamente sorprendida— ¿También les dijiste mi nombre?—

— No. No aún.— tomó su mano y la acarició— Pienso que deberíamos hablar con Inuyasha primero ya que te conoce y..luego podría presentarte a mis padres en alguna próxima cena.—

— Uh.— balbuceó, recordando lo que Inuyasha le había confesado días atrás. Él estaba enamorado de ella, y ella estaba saliendo con su hermano mayor y profesor... conocía a su amigo, y sabía que era arrogante y gruñón, pero lo que no sabía con certeza era cómo tomaría la noticia y si les daría algún problema. ¿Debería decirle sobre los sentimientos de Inuyasha?— Bu-bueno...no lo sé. Digo, creo que es muy pronto para eso.— rió nerviosamente.

Sesshomaru frunció el ceño. ¿De qué estaba hablando Rin? Él ya estaba listo para que toda su familia supiera de su existencia en su vida, ¿Acaso ella no sentía lo mismo?

— ¿Y por qué, según tú, aún es muy pronto?— alzó una ceja, estacionando el vehículo al costado de la carretera. Su novia suspiró decidiendo que lo mejor era hablar con él sobre su hermano. Debía de ser cuidadosa con ambos Taisho si quería que todo saliera bien.

— ¿Recuerdas aquel día en el que Inuyasha se apareció en mi apartamento? Cuando nosotros estábamos...— se sonrojó. Sesshomaru instantáneamente se acordó y asintió— Bueno...al otro día, como sabrás, fuimos a comer luego de la universidad y... él, bueno...— aclaró su garganta.

— Sé directa, Rin. Odio que estén balbuceando.—

— Pues, me dijo que está...enamorado de mí.— susurró. Dios, que nervios.

— Lo sé.— respondió él. Seco.

— ¿Qué? ¿Cómo?—

— Inuyasha es muy obvio. Es fácil leer sus expresiones corporales cuando está cerca de ti.—

— Bueno...entonces como sabrás, debemos ser cuidadosos... Si parecemos en la cena juntos podría terminar en un alboroto y ya tenemos demasiado con explicar que soy tu alumna, en realidad.— Rin tomó su mano— Por favor, esperemos un poco más. Hasta que pueda hablar con Inuyasha...—

— Está bien. Pero lo haremos juntos.— besó su mano, poniendo el auto en marcha nuevamente.

———————

— Paciente Hakku Hashirama...— gritó el tan querido pediatra en aquel hospital. Por las mañanas se dedicaba a atender niños enfermos, y por las tardes era un gran empresario en una empresa de internet junto a algunos amigos colegas. Una mujer alta y muy bonita se acercó a él con un hermoso niño de unos seis años. El doctor Konoe les sonrió con calidez antes de indicarles pasar hacia el interior de su consultorio.

— Veamos, señora Hashirama. ¿Cuál es el motivo de su visita con este muchachito?—

— Oh, doctor Konoe...mi hijo ha tenido fiebre sin cesar las últimas dos noches. Lo hemos medicado con mi esposo, pero no es suficiente.—

— Bueno... tendría que haberlo traído luego de la primera noche con fiebre. Déjeme hacerle unos chequeos generales para poder darle un diagnóstico más acertado de la situación de su hijo.—

— Está bien, muchas gracias.— respondió la mujer y el doctor Konoe procedió a hacer el control entre risas y juegos con el niño.

Había sido transferido desde su pueblo natal hacia la gran ciudad de Tokio hacía exactamente una semana. Disfrutaba mucho su trabajo y a los niños, él siempre creyó que eran un regalo del cielo.

Sin embargo, su otro lado perverso no pensaba lo mismo.

— Bien, señora... Su hijo presenta una infección en su sistema reproductor. Eso da como resultado la fiebre constante y la nula efectividad de la medicación que generalmente combatiría la fiebre regular. Le preescribiré algo distinto, pero intente vigilarlo con más constancia y si no funciona, vuelva a verme.— le sonrió tendiéndole el papel firmado.

— Muchas gracias, doctor. Realmente se lo agradezco.— aquella mujer rubia tomó en brazos a su hijo y caminó hacia la puerta, abriéndola— Sé que es nuevo aquí, me lo recomendó el actual pediatra de Hakku. Espero que disfrute la ciudad señor...—

— Naraku. Muchas gracias.— asintió como saludo y procedió a llamar al siguiente paciente una vez que la mujer se hubo ido.

𝑳𝒂 𝑼𝒏𝒊𝒗𝒆𝒓𝒔𝒊𝒕𝒂𝒓𝒊𝒂.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora