𝘾𝙪𝙖𝙩𝙧𝙤.

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Ambos estaban sentados en el auto del nuevo profesor de Rin completamente en silencio, pues él estaba demasiado concentrado en manejar y ella...tratando de no tener un ataque de pánico.

No era necesario volver a mencionar lo mal que la ponía tanta cercanía con un hombre, los nervios se le salían por los poros, y sesshomaru estaba muy consciente de ello. Quiso muchas veces preguntarle por qué estaba tan nerviosa, pero, al mirarla de reojo, temía que emitir algún sonido terminara de alterarla.

El peliblanco se detuvo en un semáforo y puso sus manos en sus piernas esperando pacientemente, la tensión que había dentro de ese coche era casi palpable.

— Rin.— dijo sin mirarla— Debes calmarte o te dará algo.—

— E-Estoy calmada. — susurró tragando con dificultad. Dios, no sabría cuánto más duraría antes de echarse a llorar.

— Pues tu cara no dice lo mismo. Estás roja y has comenzado a sudar.— su mirada se topó con la suya y el rostro pálido del hombre se contrajo en una mueca de preocupación— Oye, debes respirar profundo, ¿Está bien?— acercó su mano para tocar su hombro, pero Rin rápidamente se hizo para atrás, cerrando los ojos con fuerza, luchando por respirar.

— Por favor, sólo quite el seguro y déjeme aquí.— susurró luego de tomar una bocanada de aire. Estaba comenzando a marearse y tenía muchas ganas de vomitar.

— Rin, por todos los dioses, respira.— sesshomaru ya estaba poniéndose nervioso.

— Estoy bien, estoy bien, por favor aléjate un poco de mí, ¿Por favor?— susurró. El peliblanco pudo notar cómo la chica estaba presionada contra la puerta, sus manos temblando y sus ojos cerrados mientras intentaba respirar profundamente.

— Escúchame, sólo quiero ayudarte. Debes respirar y mantener la calma en lo que llegamos a tu casa, ¡Te juro que no quiero hacerte daño!— te gruñó frustrado, no sabía qué decir para que ella no acabará desmayándose— No falta mucho, puedes confiar en mí, permaneceré con las manos en el volante, pero no puedes continuar a pié sin terminar con una neumonía.—

— Está bien, solo...conduzca y déjeme en la esquina de mi calle. Yo me encargo del resto.— susurró y comenzó a contar hasta cien tal y como su terapeuta le había enseñado por muchos años luego de aquella vez.

El resto del camino fue en un silencio sepulcral. Sesshomaru tenía miedo de hacer o decir algo que pudiera alterar a la chica más de lo que ya estaba. ¿Qué sucedía con ella? ¿Por qué le tenía tanto miedo?

Unos minutos después, finalmente llegaron a destino. Observó cómo Rin soltaba un suspiro de alivio y algo en su interior se contrajo.

— Gracias, profesor.— murmuró la azabache con su cabeza gacha— Siento mucho...la escena que he montado.— lo miró de soslayo con un sonrojo en sus mejillas.

— Está bien. No debes disculparte.— dijo tajante— Sólo he sido amable, pero deberías ir al médico o un día de estos tendrás un terrible ataque.— oyó a Rin abrir la puerta.

— Créame, eso lo sé de sobra. Hasta mañana.— su voz sonaba dura en lo que cerraba la puerta y corría hasta la entrada abriendo la puerta y metiéndose rápidamente.

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Ese día, la muchacha pasó todo lo que quedaba de la tarde sintiéndose terriblemente débil. Los ataques de pánico consumían toda su energía, y le costaba horas destensar su cuerpo luego de estar a la defensiva por tanto tiempo. Ni siquiera lo hacía porque quería, sino que ya era un acto reflejo desde que podía recordar; pero, obviamente, la gente nunca iba a entender eso, o cómo se sentía no poder acercarse siquiera a preguntar alguna estupidez sin que las piernas se le aflojaran...con las únicas personas que se sentía cómoda eran su tía abuela Kaede, su terapeuta, y, en parte, sus nuevos amigos.

Estaba cansada de la vida a la que había sido destinada, y muchas veces se preguntaba qué era lo que había hecho mal para no poder ser normal.

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— Inuyasha.— murmuró sesshomaru a su hermano una vez que Izayoi se había levantado de la mesa, quedando ellos dos solamente.

— ¿Qué sucede?—

— Quería preguntarte acerca de esta joven...tu amiga Rin Konoe.— aclaró su garganta— Sabes...de algo que pueda perturbarla?—

— ¿De qué hablas?— el Taisho mayor rodó los ojos.

— Nada, mejor olvídalo.— suspiró, molesto. Aún tenía en mente la cara de desesperación de la azabache, y aunque sabía claramente en dónde podía meter las narices y en dónde no debía, algo dentro suyo quería saber el motivo de aquella actitud.

No podía evitar sentir una presión en el pecho luego de haber presenciado tal escena: Rin Konoe parecía que en cualquier momento podría desmayarse si el peliblanco chasqueaba un dedo, y eso le molestó. ¿Cómo podría siquiera pensar esa chica que él podría hacerle algún daño?

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Al lunes siguiente, Rin asistió a la escuela con un objetivo en mente: disculparse con su profesor por lo que había pasado el día anterior.

Se sentía avergonzada a pesar que era algo que ella no podía controlar. Sin embargo, una pequeña parte de ella aún estaba molesta al recordar el comentario del hombre.

"Deberías ir al médico o un día de éstos tendrás un terrible ataque."

Suspiró no queriendo pensar demasiado en ello. Su profesor había dicho eso en total ignorancia, él no tenía idea de lo que sucedía, así que no podía culparlo.

Entró a la clase cuatro minutos antes de que Sesshomaru hiciera presencia en el lugar. Observó cómo su rostro serio registraba a cada uno de sus estudiantes y procedía a pasar lista; cuando dijo su nombre y ella respondió, él la miró por unos segundos como si quisiera corroborar que estaba bien y continuó con la clase.

— Hoy no habrá dictado.— habló con su característica voz ronca— Quiero que formen grupos y hagan un informe de diez páginas sobre uno de los seis grandes literarios que pondré a continuación en el pizarrón. Una vez que sus grupos ya estén listos, un representante pasará a comunicarme cuál será el nombre que van a elegir y quiero que pongan manos a la obra. No pierdan el tiempo, ya que para el final de la hora quiero que el trabajo esté listo y arriba de mi escritorio con sus firmas en él.— agarró un fibron— Si no veo sus nombres en ningún informe, estarán desaprobados; si no entregan el trabajo a tiempo, estarán desaprobados.— los miró sin expresión en su rostro— Asegúrense de que la letra sea legible, o estarán desaprobados.—

Todos asintieron y de manera ordenada se dispusieron los grupos. Rin no tardó en juntarse con unas chicas y dejaron que ella decida el nombre del literario sobre el que hablarían. Para el final de la hora, todo estaba hecho y entregado en tiempo y forma; Sesshomaru asintió satisfecho al ver qué la azabache no lo había decepcionado y le dijo que podía retirarse si así lo deseaba.

La muchacha aprovechó para comprarse un sándwich en la cafetería y se apresuró a volver a clase para hablar con el profesor.

Una vez que el timbre sonó y se hubieron quedado solos, Rin se acercó con el corazón latiendo fuertemente pero sintiéndose decidida a que el pánico no le ganaría.

— Señor Sesshomaru.—

— Qué necesita, señorita Konoe.—

— Yo...— aclaró si garganta — quería disculparme por lo sucedido ayer.— suspiró temblorosamente.

— No se preocupe por ello.— murmuró.

— Lo hago porque sé que usted sólo ha querido ayudarme.— secó el sudor de sus manos en su falda— Y...Y yo sólo he perdido la cordura. No es nada personal.—

— No hace falta que se explique, aunque sea ajeno a su problema, puedo comprenderla. El cuerpo reacciona involuntariamente, tiene memoria.— Rin abrió los ojos, sorprendida— Así que, puede estar tranquila.— tomó su portafolio y caminó hacia la puerta — En todo caso, si alguna vez necesita de alguien, sabe dónde encontrarme.— la azabache lo vió perderse entre la multitud mientras sentía su cara volverse roja.

𝑳𝒂 𝑼𝒏𝒊𝒗𝒆𝒓𝒔𝒊𝒕𝒂𝒓𝒊𝒂.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora