𝗗𝗼𝘀.

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La clase se basó en un dictado bastante extenso, donde el nuevo profesor no dió descanso alguno a sus alumnos. Aún así, se mostraron pacientes y siguieron al pié de la letra cada consigna que se les daba, terminando la hora exhaustos pero felices de saber que el receso por fin había comenzado.

Rin observó como el peliblanco guardaba todo en su portafolio y salía del salón 206 sin mirar atrás. Ella, por otro lado, no tenía apuro para salir de su clase, por lo cual guardó sus pertenencias lentamente, asegurándose de no olvidar nada y, colgando su mochila en un hombro, salió tranquilamente a los abarrotados pasillos del recinto en busca de sus amigos para ir a desayunar algo, pues la joven tenía mucha hambre.

— Aquí estás, Konoe.— Bankotsu la interceptó al salir del salón 155, donde el castaño tenía sus clases de francés avanzado.

— Hola a ti también.— rió ella mirándolo de soslayo— ¿Has visto a los demás?—

Bankotsu negó con su cabeza para luego hacer sonar los huesos de su columna.

— Nop. Pero no creo que estén muy lejos...y aunque no estén todos en la cafetería, Shippo de seguro está allí. Ese muchacho es el primero en llegar, siempre tiene hambre.— negó riendo. La joven a su lado también lo hizo.

— Sí, tienes razón.— suspiró.

El resto del camino fue silencioso pero cómodo. Cada uno iba concentrado en sus propios pensamientos y en poco tiempo llegaron a su destino encontrando a todo el grupo sentado esperando por ellos.

— Hasta que llegan.— habló Shippo con la boca llena. En efecto, tenía hambre.

— Lo siento, la profesora nos hizo ver un documental algo extenso en francés. Tomó más de lo que esperábamos.— el castaño tomó asiento al lado de Kanna, robándole una galleta.

— Y nosotros tenemos profesor nuevo en Literatura.— suspiró la azabache— Es súper exigente, estuvo toda la clase dictando sin parar. Pero debo admitir que es muy bueno, he entendido todo sin necesidad de preguntar.— su asiento estaba resguardado por Inuyasha, quien le guiñó un ojo antes de poner frente a ella un sándwich de pavo con un refresco sin azúcar. Rin le sonrió agradeciendo y comenzó a comer entre risas.

Sintió el brazo del peliblanco en su asiento todo el receso, y al observarlo disimuladamente, éste se encontraba distraído hablando con Bankotsu sobre un juego de fútbol americano.

Sintió sus mejillas arder ante la naturalidad de su amigo por tenerla siempre cerca, preguntándose por qué lo había rechazado aquella vez hacía seis meses atrás...

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Sesshomaru se encontraba en la sala de profesores escuchando como sus colegas comentaban lo que había ocurrido en su descanso de invierno. Se sentía levemente irritado ya que odiaba estar rodeado de gente que no cerraba el pico por al menos dos minutos. Suspiró tomando un sorbo de su café cargado, chequeando unos documentos en su computadora.

Estaba pasando la lista de su nueva clase a un archivo word en su laptop cuando sus ojos se posaron en el nombre de la azabache que lo había perturbado durante el primer período de la mañana. "Rin Konoe" pensó; no dijo una sola palabra en toda la hora, siempre con su cabeza gacha copiando lo que sea que él había dicho y/o explicado. A simple vista, el peliblanco pudo notar lo mucho que Rin se estaba esforzando en la carrera, era una apasionada nata, aunque aún habían convivido un día como alumna-profesor. Por otro lado, no podía borrar la imagen de su rostro que parecía estar impresa en su mente.

No sabía por qué aquella chica lo había dejado así de esa manera, sin poder pensar en otra cosa. Ahora, además de irritado, estaba frustrado porque una niña había tomado posesión de todos y cada uno de sus pensamientos.

— Que ridículo.— murmuró fastidiado. Tomó sus cosas y salió hacia el pasillo en dirección al estacionamiento, necesitaba una cerveza y ser capaz de pensar las cosas fríamente. No podía permitir que aquella joven lo atormentara de aquella manera, y es que lo hacía aún no haciendo nada para llamar su atención.

Cruzó la cafetería y se detuvo recordando que no había comido nada y, seguramente, aquella cerveza que lo aguardaba en su lujoso penthouse, le caería mal.
Esperando en la fila de maestros, sus ojos ámbar recorrieron el lugar lentamente, deteniéndose en una mesa en particular: pudo reconocer a su medio hermano sentado allí, riendo despreocupadamente mientras su brazo reposaba casualmente en el respaldo de la silla de, nadie más ni nadie menos, que la reciente dueña de sus pensamientos. Rin reía a la par de él mientras uno de sus amigos hacía una mueca graciosa. Inuyasha la miró con cariño, como si ella fuera la única en esa mesa, y Sesshomaru sintió una extraña sensación que no quiso pensar demasiado.

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— ¡Hijo!— sonrió el padre de sesshomaru al verlo entrar.

— Hola.— murmuró él dejando su abrigo en la puerta y recibiendo el abrazo de la mujer de su padre, Izayoi.

— Cariño, debes tener hambre, eh?— le sonrió la mujer. Sesshomaru asintió levemente, sonriendo de lado en forma de disculpas— Pues ponte cómodo, te haré algo para comer. Inu no, amor, llévalo al comedor y pónganse cómodos.— su esposo asintió, poniendo una mano en el hombro de sesshomaru, lo guió hasta el comedor.

— Izayoi te consiente más a ti que a mí.— rodó los ojos.

— Por algo será.— contestó su primogénito— ¿Y cómo han estado las cosas por aquí?—

— Oh, lo mismo de siempre. Trabajo y más trabajo... Realmente me sería de gran ayuda que volvieras a la empresa, hijo.—

— No.— respondió tajante.

— Sesshomaru, ya han pasado dos años de ese día, debes seguir adelante...—

— Inu no, déjalo tranquilo.— lo interrumpió su esposa dejando comida sobre la mesa— Volverá cuando lo sienta correcto. Mientras tanto no lo presiones.— reprendió. Miró al joven que tenía los puños apretados debajo de la mesa y besó el costado de su cabeza maternalmente— Tranquilo, cariño, has lo que tengas que hacer, yo manejo a tu padre.— le susurró y con una sonrisa triste se alejó volviendo a la cocina.

— ¿Inuyasha?— murmuró Sesshomaru. Su padre suspiró sabiendo que su hijo no cedería.

— Ha de estar por v...— el sonido de la puerta lo interrumpió, revelando segundos después al segundo hijo de Inu No. Se veía algo cansado y en su rostro se podía ver la cara de fastidio tan característica de los Taisho— Hola, hijo.— sonrió el peliblanco mayor.

— Hola, papá.— lo saludó dejando su mochila arriba de una silla— Hermano.— se dieron un apretón de manos— Dios, estoy muerto de hambre.— metió un bocadillo a su boca mientras tomaba asiento y sacaba su celular.

— ¿Cómo te ha ido hoy Inuyasha?— preguntó su padre mientras leía el periódico.

— Interesante, en un mes más comenzaremos con algunas prácticas en una estación de radio. Estoy emocionado.— sonrió el joven— Pero también comienzan los exámenes y debo ponerme a estudiar cuanto antes.—

— Pues no pierdas el tiempo entonces, hijo. El tiempo es tirano.—

— Lo sé.— suspiró. Dejó su teléfono arriba de la mesa diciendo que iba al baño y mientras conversaban entre los más grandes, Sesshomaru vió de reojo cómo el celular de su hermano se encendía mostrando una llamada entrante.

Rin.

𝑳𝒂 𝑼𝒏𝒊𝒗𝒆𝒓𝒔𝒊𝒕𝒂𝒓𝒊𝒂.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora