68. Lola y sus lios

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ERIK


Entre trabajos y horas de estudio se me pasaban los días volando. Apenas tenía tiempo para ir al gimnasio. No era fácil compaginar el doble grado; eran muchas materias y, teniendo las clases a distancia, se me complicaba mucho el ver a Cloe. El fin de semana estuve en Vigo con mi padre y no puede estar con ella en su cumpleaños. 

Sé que para ella era muy importante por eso le envié el ramo. A las chicas les encanta que les regalen flores y eso hice para enmendar mi ausencia. Y ayer, al regresar a Coruña quería verla, pero un mensaje de Lola me angustió y tuve que ir a hablar con ella, mintiendo nuevamente a mi chica misteriosa. 

Le escribí diciendo que me quedaría un día más en Vigo. Acudí a San Pedro donde quedé con Lola. Esta chica tenía muchos problemas en casa y una vida un tanto activa que la llevaba a hacer locuras. Cloe la tranquilizaba mucho y era cierto que frenaba sus salidas. Desde que no eran amigas ella se había descarrilado; en un principio me amenazó con que si no nos liábamos buscaría a Cloe y le jodería la vida. Lo cierto es que Lola era una chica muy insegura y con grandes complejos que la obligaban a hacer cosas de las que luego se arrepentía. Aquella tarde lloró suplicando mi compañía; que si no, iba se hincharía a pastillas y dejaría una nota mencionándome a mí. Me inquietó mucho su amenaza y, en el fondo, quería ayudarla. ¿Qué puede sentir una persona para que se le ocurra quitarse la vida? No fueron más que amenazas. Sí era cierto que estaba desolada, decía que se sentía sola y, aunque Cloe no le creyera, sé que le hacía falta porque ella le daba paz a su atolondrada vida. Pero su reto por conquistarme a mí estaba por encima de su aprecio por Cloe. Es por ello que creo que no era cien por cien sincera. 

Cuando salimos de San Pedro nuevamente intentó liarse conmigo, insistió desesperada en que subiera a su casa que su madre no estaba, aunque esta vez no accedí y la dejé en el portal furiosa. Quizás ella había llamado a Cloe para liarle la cabeza porque la llamé y le mandé varios mensajes a los que no respondió. Es por eso que, al salir de clase, fui directo a su instituto a ver qué le ocurría, porque su silencio volvía a aparecer. Ese par rondándola como buitres... y, lo que más llamó mi atención, era Thiago ese que se me encaró diciéndome que por qué no la hacía feliz. ¡Maldito desgraciado! 

No me gustaba cómo la miraba, ni tampoco cómo ella le correspondía. Me tenía que quitar la capa de tipo duro y recuperar a mi chica antes de que todo estuviera perdido, porque ese premio era mío y nadie me lo iba a quitar.

Mis días de adolescente.  Amar. I (Publicado en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora