6. No te enamores porque las que se visten de ángeles también traicionan

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ERIK


Era la una de la madrugada y me dolían los ojos. No podía conciliar el sueño. El blanco techo de mi habitación se difuminaba en ondas por un reflejo; parpadeé y me incorporé ante la claridad de la luna llena que iluminaba el piélago. Veía desde mi ventanal el infinito, acompañado del mar en calma y me puse una playlist. De primera, como dedicada, "I'm not the only one" de Sam Smith. «Joder, qué oportuna».

Quería ahogar mis problemas en lo más profundo de mi ser, pero en vez de eso, solo conseguía recordar mi relación con Lucía, y dolía; las risas y buenos momentos dieron paso a la infidelidad y el recuerdo de nuestra tóxica y tormentosa relación, decepción y odio, era lo que sentía. Por mi mente pasaron cientos de imágenes de nuestros mejores momentos juntos, flashes de felicidad, su preciosa sonrisa, su hermoso cuerpo esculpido a la perfección, nuestros encuentros íntimos... hasta la última diapositiva, que me regresó de golpe a la puta realidad.

Lucía y yo nos conocimos en el instituto, y de ahí comenzamos una relación a mayores de nuestra amistad. Ella era la chica perfecta pero, en realidad, era perfectamente mentirosa e infiel. Su largo cabello castaño con reflejos y sus intensos ojos verdes, le daban un toque angelical que envolvía a cualquiera. Era deseada por todo el instituto.

Tenía que reconocer que a mí el ligar no se me daba mal. Siempre había sido una bala perdida; mejor dicho, siempre conseguía chicas con las que hacer lo que me diera la gana, pero cuando vi esa mirada penetrante, esos preciosos ojos que me llevaban al mismísimo cielo, algo cambió, y quise apostar por tener una relación un poco más en serio. Después de un par de meses teniendo algo sin ser nada formal, decidí pedirle que fuera mi novia, como los tíos de antes, como mi padre cuando se le declaró a mi madre con veinte años; quería cambiar, buscaba una estabilidad con la chica perfecta, ¿qué más podía pedir? Toda esta alegría solo duró nueve meses. Cuanto más en serio me lo tomaba, más duro fue el golpe.

«Desenamorarse es duro, desenamorarse porque te traicionen es peor. Confianza rota y corazones rotos, lo sé, lo sé, pensar que todo lo que necesitas está allí, construir la fe en el amor, y las palabras llevarán promesas vacías, lo sé. Lo sé, y ahora que todo ha desaparecido, no hay nada que decir, y si has terminado de avergonzarme, a tu aire, puedes seguir adelante, cuéntaselo, cuéntales todo lo que sé ahora, grítalo desde los tejados, escríbelo en el horizonte, ahora, todo lo que teníamos ha desaparecido, cuéntales que yo era feliz, y mi corazón está roto, todas mis cicatrices están abiertas, cuéntales que aquello en lo que tenía esperanza era imposible, imposible...».

Impossible. James Arthur.

Se lió con un amigo común y los pillé en plena faena. No digo más...

Otra gran lección para mi vida. «No confíes en nadie porque siempre te joderán la vida».

Ahora me tenía que centrar en las clases, graduarme, hacer selectividad, el gimnasio y, por supuesto, mi gran pasión, la fotografía. Ese instante, ese segundo con el que me obsesionaba por convertirlo en eterno...

Borré absolutamente todas las imágenes con ella, todas las fracciones de segundo que plasmé en un clic, por si algún día quería recordar nuestros inicios; no dejé rastro de nuestra relación, quería olvidarla.

No me hacía falta tener a nadie a mi lado para ser feliz y, menos, si te querían por lo que tuvieses. Así era Lucía, interesada, hermosa y única, y me enamoré hasta las trancas como un imbécil. Me clavó la daga por la espalda.

Eso ya lo tenía muy visto en mi casa; mi madre era una experta en la traición y el interés, pero uno se tiene que tropezar solo para aprender.

Me metí en Instagram y, al actualizar, la primera foto que me salió era la de la chica de ayer. Era la imagen de un ojo precioso. ¿Será ella? ¿O será otra chica más que quiere conquistar por su mirada?

No sabía ni dónde vivía ni cómo era. Tenía cierto toque de tristeza. Intuí que le gustaba leer o, al menos, eso era lo que quería transmitir en su foto de perfil. Así que ya teníamos algo en común. ¿Será diferente?

El mejor remedio para olvidar a alguien que marcó tu corazón era buscar a otra persona, pero sin fantasías formales ni gilipolleces de romanticismo. Me iba mejor siendo un capullo.

Para qué ser bueno si a las chicas le gustan los malos...

Para qué ser bueno si a las chicas le gustan los malos

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Mis días de adolescente.  Amar. I (Publicado en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora