88. El peor golpe de mi vida

6.8K 746 446
                                        

CLOE


Emoción y alegría recorría cada milímetro de mi cuerpo, nos había salido increíble la obra, el vestuario, la puesta en escena, los libretos, todo fue perfecto.

Subí las escaleras corriendo para encontrarme con todos, hasta que sentí una mano cogiendo mi brazo bruscamente apretándome con fuerza.

Me giré y el miedo me invadió en cuanto vi esos ojos verdes intensos que desprendían odio; su postura hizo que me sintiera pequeña, nunca antes me había sentido así con nadie.

—¿Qué cojones te pasa, Cloe? ¿Eres gilipollas o cómo es el asunto?

—Erik, suéltame. Antes de nada, a mí no me hables así. No sé qué te pasa, pero relájate —grité con la misma intensidad que él.

—¿Qué me pasa? ¿En serio? Cloe, te has besado con el maricón de mierda ese, ¿cómo quieres que me ponga? —gritó con una mirada que me daba terror, pero no me corté y saqué mi rabia por la boca.

—No te metas con Yezzy, ¿con qué derecho insultas a la gente porque te da la gana? ¿Ha sido por la obra? Si no te gusta pues lo siento, pero Yezzy es mi mejor amigo y lo respetas sí o sí —solté furiosa y él apretó aún más su agarre.

—¡Erik, suéltame ya joder! ¡Me haces daño!

—Me la suda, si esto te duele imagínate cómo es verte besando a otro.

—Rubio, yo no siento nada por él más que su incondicional amistad, cálmate por favor. —Traté de tranquilizarlo.

En ese momento me solté y tiró de mi pelo bruscamente. Se acercó hacia mí retándome y gritó con rabia:

—Nadie que no sea yo te puede ni siquiera tocar.

—¿Y tú te puede follar a quién te dé la gana? Erik, ¡Vete a la mierda!, —escupí furiosa zafándome de él.

Al girarme, sentí que me empujaba en un arrebato de ira y caí escaleras abajo...

La vida podía cambiar en un segundo, sí. Exactamente ese fue el tiempo que necesité para darme cuenta de que la mía se destruía en mil pedazos.

Traté de levantarme del suelo muy lentamente, la cabeza me daba vueltas, parpadeé y mi vista estaba nublada; sentí que no podía mover el brazo, por instinto toqué mi cara y en mis dedos descubrí sangre, la misma que sentía en mi boca. Un sabor metálico desagradable que predecía mi estado. Tenía entumecida la rodilla derecha tras la aparatosa caída.

Estaba en shock, solo oía gritos desesperados pidiendo que los separaran. No daba crédito a lo que veían mis ojos.

Su cuerpo inmóvil y ensangrentado en el suelo me hacía temer lo peor. Me acerqué como pude sollozando.

Volví en razón por segundos y lancé un estruendoso y desesperado grito que me desgarró:

—¡Por favor, para! —Fue lo único que lo detuvo al instante. Aquellos preciosos ojos grises que siempre irradiaron picardía y felicidad, no eran los mismos; en ese momento solo vi furia, rabia contenida y algo más que no supe descifrar.

Era un completo desconocido.

Yezzy me cogió por la cintura e impidió que me acercara; me alzó en sus brazos con sumo cuidado y me aferré a su pecho rodeando su cuello con un brazo.

—¡Sácame de aquí, por favor! —le supliqué ahogada en llanto, dejando ese escenario incierto.

Un gélido escalofrío recorrió mi cuerpo presagiando el fin. Mis lágrimas caían descontroladas, mi corazón palpitaba desbocado, me faltaba el aire, respiraba con dificultad; todo me daba vueltas, lo único que oí vagamente a lo lejos fue el sonido de la sirena de la ambulancia. Cerré los ojos y, al abrirlos, vi a mis padres rodeando la cama del hospital.

—¿Dónde estoy?

—Todo estará bien, princesa —La voz de mi padre me alegró y verlo junto a mi madre hizo que mis lágrimas cayeran sin control.

—¿Cloe, qué ha pasado? —preguntó mi madre sujetando mi mano.

—¿Dónde está Erik? —reaccioné recordando lentamente la escena.

La discusión con Erik, mi "accidental" caída, Thiago golpeando salvajemente al rubio sin control, no entendía el porqué.

Seguía aturdida sin comprender con claridad que había ocurrido.

Me dolía todo el cuerpo, miraba a mi alrededor buscando una explicación.

—Estará bien, hija, —habló mi madre buscando tranquilizarme. Pero la mirada de preocupación de mi padre indicaba algo más.

—Debes descansar, tienes fractura en la rótula y te han escayolado.

Intenté incorporarme en la cama para sentarme, pero el dolor del brazo se intensificó impidiendo mi movilidad.

Papá me ayudó hasta lograr que estuviera cómoda. Tenía la pierna escayolada, un cabestrillo en el brazo y un corte en el labio que sentí al hablar.

—¿Qué ha pasado? —preguntó mi padre con cierta reserva.

—No lo recuerdo bien papá, sé que me caí por las escaleras y Yezzy me ayudó.

—Sí, en efecto, está afuera con Thiago, —añadió mi madre con preocupación. —Pero hija, no pueden pasar, les diré que estás bien.

—¿Por qué ese chico golpeó a Erik? Nadie pega porque sí; algún motivo habrá tenido, ¿no?

—No lo sé, papá —suspiré con tristeza. Conocía el motivo, pero no podía decir nada hasta hablar con él y saber  porqué Erik me había empujado.

Traté de desviar la atención, pero era inútil, mi padre me conocía a la perfección y sabía que algo ocultaba.

—El chico se ha metido en graves problemas, hija —insistió mi padre.

—Déjala Xosé, mañana hablaremos con calma y aclararemos lo sucedido —zanjó mi madre salvándome del interrogatorio.

—Mamá, necesito hablar con ellos por favor —le rogué, pero no valió de nada.

Estaba en un box de urgencias y allí, por las medidas del Covid, no estaban permitidas las visitas; mi madre me daría el alta en breve para llevarme a casa.

—Cloe, no pueden pasar —añadió mi padre con rotundidad. —Ya hablarás con ellos mañana.

Les pedí ir a ver a Erik, pero también se negaron; me aseguraron que estaría bien y que su padre había venido de Vigo para estar a su lado. Estaba ingresado haciéndole exámenes, aunque me insistieron que no corría peligro.

Prometieron que al día siguiente me traerían al hospital para visitarlo. Me fui a casa con mis padres y al recostarme en mi cama enchufé el móvil que tenía sin batería.

Muchos mensajes me llegaron preguntando cómo estaba, pero en aquel momento solo me importaba uno, justo el que no había recibido.

Abrí el de mi querido nene llorando desconsolada:

YEZZY:

Cloe cariño, sabes que te quiero, deseo que estés bien, llámame y en dos minutos estoy a tu lado.

Lloré desesperada con una gran desilusión por lo que recordaba.

Erik me había empujado.

Muchas dudas que debía aclarar. Mis manos temblaban y mi mente susurraba mi deseo de llamar a quien tanto necesitaba oír, pero no sucumbí a mi pensamiento y quizás el cansancio me venció, quedándome dormida.

Mis días de adolescente.  Amar. I (Publicado en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora