66. Contigo mis demonios se evaporan

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THIAGO


Pensaréis que era masoquista, cuando en realidad, no os imagináis lo difícil que era aguantar mi furia. La deslealtad era el peor acto que podemos tener los seres humanos; si no quieres a una persona lo suficiente como para hacerla feliz, para qué dañarla con engaños y mentiras. Sería mejor dejarla.

A lo largo de mi vida había tenido dos relaciones, la primera con catorce años. Ella tenía dieciséis y bastante experiencia para lo novato que era yo. Con ella conocí el amor idiota adolescente de la primera vez, ese amor del que algunos se aprovechan y se burlan, ese que puede marcar tu vida si no es el mejor. Carla, como se llamaba la chica, me enseñó que no te puedes pillar de mujeres fáciles porque siempre saldrás perdiendo. Yo me ilusioné como un gilipollas y lo nuestro duró tres meses y unos cuantos polvos, que luego superé con Katia. El problema de esta chica era que le iba todo, porros, coca, bebida, y a mí no me iba nada, ni fumaba ni bebía, y eso me hacía aburrido. Cuando decidió contármelo tras cuatro meses, a mí se me cayó la picha al suelo. Juro que no me van esas mierdas y fue suficiente motivo para dejarla sin contemplaciones. Lo que siempre, digo si no estás dispuesto a darlo todo, ¿para qué retenerlo? En el instituto de Barcelona muchas se me acercaban con ganas de lío y fueron solo eso, simples líos en los que no me enamoré. Y ahora aquí estaba, con casi dieciocho años detrás de una chiquilla con la que perdía el control. Nunca antes había sentido lo que sentía por Cloe.

Verla en el cumpleaños, aunque fuesen diez minutos en el marítimo, me dio la vida. Vestida sencilla como siempre, vaqueros ajustados negros, camiseta aguamarina de tirantes con una sudadera negra de cremallera y unas blazer negras y aguamarina a juego; el cabello suelto y liso, con un suave maquillaje en sus preciosos ojos resaltando sus largas pestañas. Su roce cuando la tuve cerca me desquició. Deseaba con ganas estar cerca de ella, por eso la amenacé con contarle a Erik todo. Yo sería incapaz de descubrir su mentira con el pijo, solo fue una excusa para que saliera conmigo, aunque lo mejor fue inventarme que Yezzy era gay. Era lo mejor que se me había ocurrido para retarla. Sí era cierto que al observar tantos días a Cloe, también seguía a Yezzy. Era inevitable. Parecían almas gemelas, pero de hermanos, porque Yezzy no era el clásico tío que se lanzaba a conquistar. Era muy divertido y cachondo, aunque no le veía intenciones con las chicas y le noté que miraba mucho a los chicos de una manera diferente. A veces dudaba de si estaría equivocado, pero qué podía perder. Mi reto con la estirada era besarla y juro que deseaba que Yezzy fuera gay.

Hoy cuando salimos juntos algo cambió en mí. Al estar con ella a solas sentí algo que no lograba explicar. En aquel momento era mía, pero no en sentido posesivo, no soy así; me refiero a la acción de tenerla para mí. En ese momento yo no tuve miedo al qué dirán, ni que me reconocieran por mi pasado, "el hijo de". Ella se olvidó de su novio por unos instantes; su sonrisa y su mirada fija en el móvil para no mirarme era encantadora. Aunque ella lo niegue, sentíamos atracción. Lo notaba al coger su mano, al sentirla cerca, cuando la cogí en brazos, a pesar de que se revolvía con una furia lógica al encontrar a Erik con la tal Lola. Traté de impedirlo, pero ella era muy cabezota, quizás pensaría que quería molestarla cuando, en realidad, lo que buscaba era protegerla.

La consolé en esa cafetería con vistas a la marina. Su mirada triste y sus lágrimas inconsolables me destrozaban. Me confesó sus discusiones con el pijo, yo la escuchaba atentamente sin demostrar la rabia que me recorría. Ella era vulnerable y el perfecto juguete para joder. Ese que te regalan y destrozas hasta que te aburres y lo tiras sin importarte los daños y las consecuencias que generas. Ella estaba muy pillada por él y, de momento, solo me podía conformar con ser su amigo; al menos era un avance y eso le demostré cuando nos despedimos en su portal. Su abrazo me sorprendió, deseé hacer una locura y cobrarme la apuesta, pero no era el momento, ni el lugar.

Al estar con ella mis demonios se evaporaban; mi puto pasado que quería olvidar, sentía que con ella era posible, que la magia nos envolvía y, quizás, algún día podría hacerla feliz.

Mis días de adolescente.  Amar. I (Publicado en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora