CLOE
Corrí sin parar, arrepintiéndome cada segundo de la estupidez que acababa de cometer, pero intenté ser positiva por un instante y me mentalicé de que, si realmente quería ese beso, Erik volvería a intentarlo. En ese momento sentí una chispa en el corazón al imaginarlo.
Cuando llegué al grupo de la playa, el único nombre del que me acordaba era el de Roi, pero el pelirrojo estaba profundamente dormido. Me hizo gracia como le caía la baba, muestra clara de su estado de embriaguez «penoso, la verdad».
Seguí caminando, buscando entre los vasos y las personas allí tumbadas hasta que di con mi móvil hundido en la arena. Me di cuenta de que aún llevaba puesta la sudadera de Erik. Se me dibujó una sonrisita tonta en la cara al tocarla; él era tan tierno... y jodí ese momento perfecto con mis miedos.
Justo al agacharme en la arena, se acercó una chica de pelo castaño y una sonrisa que, para ser sincera, me daba miedo. No parecía amigable, más bien, tenía pinta de las típicas chicas populares que no se me acercaría si no fuera por algún motivo en concreto.
Se sentó bruscamente a mi lado y escupió:
—Hola, ¿tú debes de ser Cloe? —Por un momento no sabía si contestarle o salir corriendo, pero decidí no quedarme callada y respondí.
—Eh, sí... ¿Y tú eres? —Esperé paciente su respuesta.
—Soy Lucía, encantada.
¿Qué? ¿La ex de Erik? Tragué grueso. ¿Esta era la chica cruel que le partió el corazón al precioso niño de ojos verdes? ¿Esta era la zorra de la que me habló? No sabía qué decir, ni cómo reaccionar. Era realmente guapa. Pero... ¿Qué hacía aquí?
—Ah, un placer, —sonreí con desconcierto.
—¿Ya te enamoró? —Pregunta directa y sin rodeos.
—Eh, ¡no sé de qué me hablas!
—Bueno, te enamorará y después conocerás al verdadero Erik; tiempo al tiempo, yo que tú me alejaba antes de que fuera demasiado tarde.
En ese preciso momento se nos acercó el rubio y a ella se le fue la vida. Sus ojos irradiaron una mezcla de amor-odio indescriptible. Se incorporó e intentó abrazarlo, pero él se negó. «¡Uy!, menuda cobra te han hecho, bonita», mi diabla interior se burlaba.
—Tenemos que hablar Erik, ¿por qué no me respondes a las llamadas y a los mensajes?
—No tenemos nada de qué hablar Lucía, ya te lo he dicho muchas veces.
—Esto no se queda así, niñato inmaduro.
Erik respiró profundamente en modo exhausto e ignoró descaradamente su comentario. Sus preciosos ojos se posaron en mí y me dijo:
—Cloe, te acompaño a casa. —Asentí enmudecida.
No sabía si reír o gritar de la emoción. ¿En serio? «Tierra llamando a Cloe». ¿Erik me quiere acompañar a casa?
Mi lado burlón me felicitaba. «¡Y va a dejar a la mustia guapísima con la palabra en la boca!»
¿Por qué me diría eso? Bahh, seguro que es una celosa compulsiva. Había pasado de ella por completo. Creíaque esta vez podía ser mi gran oportunidad y juro que no la iba a desaprovechar.
Lucía se quedó con los brazos en jarra, su mirada era penetrante y me daba la sensación de que esto no se acabaría así.
Yo opté por coger rápidamente mis zapatos y salimos de aquel jolgorio incómodo y penoso de borrachos.
Había un aire incómodo entre los dos, pero Erik consiguió romper el hielo y sacar una conversación.
—¿Te has divertido? —preguntó pasando su mano por el cabello.
—Sí, lo he pasado muy bien, tenemos que repetir —respondí con voz nerviosa y él sonrió.
En ese momento se detuvo, cogió mi mano suavemente y se puso frente a mí. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, me miró a los ojos tiernamente, cogió mi cara con sus manos y casi susurrando suspiró:
—Quería decirte que no te preocupes por Lucia, te juro que ya no me interesa. —Me quedé alucinada, ¿por qué me contaba todo esto? ¿Será que le importaba lo que yo pensara? Y continuó:
—Vi tu cara cuando te habló. Es cierto que Lucía estuvo en un momento muy complicado de mi vida y la quise muchísimo, pero después me engañó y eso es algo que no perdono —dijo con pena— Cloe, apareciste en mi vida tan de imprevisto y le has dado un vuelco a mi corazón; no me importa hablar contigo horas, me estás dando la alegría que necesito. De las cosas más sencillas, como un simple paseo, haces que sea inolvidable.
Mientras hablaba me producía tanta ternura que no pude evitar que mis ojos se centraran en sus labios y sin pensarlo dos veces me lancé a darle un beso, de esos de principiantes. Mis ojos estaban cerrados con fuerza, como las niñas pequeñas cuando le van a dar una sorpresa; el beso duró tres míseros segundos. Apenas pude sentir su aliento fresco porque temí su reacción y en ese instante me separé. Fue un impulso, una locura de novata, pero no quería dejar de intentarlo.
Por primera vez en mi vida mostraba mi lado valiente, ¿acaso los chicos tienen que ser los primeros en dar un beso? Sentí cómo el calor se apoderaba de mis mejillas. Mi cabello volaba acompasado a la brisa y sus rizos se revolvían. De pronto la vergüenza me invadió, me miró intensamente y apartó un mechón que caía por mi cara. Mi cuerpo temblaba por mi osadía y la angustia de que me rechazara. Se acercó muy lentamente y me besó de verdad. Un beso que para mí sería inolvidable. Era mi primer beso. Me cogió suavemente la cara y posó sus labios carnosos en los míos. Sentí pura electricidad, mis poros se elevaron por completo y me llevaron al mismísimo cielo. Fue un beso de esos que te quitan la respiración, pero te da igual morirte en ese instante. Fue tan increíble y perfecto que no podía imaginarme uno mejor, cuando nos separamos mi respiración era agitada y su sonrisa preciosa; pero toda la magia desapareció cuando sonó mi móvil.
¿En serio? ¿No podían llamarme en otro momento? Lo cogí con rabia y miré quién era tan inoportuna como para estropear este maravilloso momento. Mi semblante cambió de enfado a miedo al ver cuatro llamadas perdidas y trece mensajes de mi madre. ¿Existía un mayor miedo que ese?
Eran las dos de la madrugada y menuda bronca me esperaba...
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Mis días de adolescente. Amar. I (Publicado en físico)
RomancePrimera parte de la trilogía MDDA. (Completa). Publicada en físico en Amazon el 15/4/21. Cloe vive la peor etapa de su vida, la ingenua adolescencia. Nada le ilusionaba hasta que lo conoció a él... Así por casualidad y sin esperarlo apareció en su...