CLOE
¿Cómo resistirse a un sentimiento? ¿Cómo saber dónde estaba el límite? ¿Sabré parar? ¿Dónde estaba esa vara de medir para detenerla en el punto exacto, que me marca "STOP" y así no caer en el precipicio del arrepentimiento? Porque Erik me volvía loca de emociones, de pasiones nunca antes sentidas.
Es muy fácil hablar y dar consejos cuando no conoces estos impulsos que guían tu cuerpo, las sensaciones que tambalean tus pensamientos. Yo era maravillosa dándole clases magistrales a Lola de cómo controlar los sentimientos, que no se podía dejar llevar por los chicos, que tenía que controlar su alocada entrepierna porque al final siempre salía llorando. Justo ahora entendía por qué se reía de mí y me decía: «el día que te toquen, ya me cuentas».
Nunca antes había sentido nada así por nadie. Mi corazón se salía del pecho y la mente volaba tan alto que temía la abrupta caída. ¿Seré capaz de detenerme? «No debes, tienes que ser capaz». Mi lado prudente encendía un pitillo observando mi autocontrol.
La brisa fresca del mar nos acompañaba, la maresía perfumaba cada rincón. Unos farolillos con luz tenue rodeaban toda la estancia. Ambos sentados muy juntos en el borde de una piscina sin fin, el agua templada y yo moviendo mis pies con nervios al compás de una playlist que el rubio había sincronizado «muy acorde para la ocasión». Comenzaba a sonar «Us», de James Bay, y me paralicé por completo. El momento más romántico de la película After, la situación perfecta para olvidar tus promesas y dejarte llevar.
«Uy, Cloe te veo venir».
Sus manos eran cálidas y suaves, se deslizaban con caricias por mi espalda. Me ericé completamente, su roce era electrizante. Se acercó a mi cuello y susurró un tierno «me gustas, nena» que me desconectó de mi ser. Inició un beso delicado y romántico, de esos con los que sientes que te elevas y ves todo desde arriba. Sus manos tomaban mi cara profundizando un beso que para mi era perfecto; sus labios se movían acompasados a los míos, mi sangre bombeaba a gran velocidad. Sentí que mis pulsaciones iban como un tren desbocado y sin frenos. Su roce y sus caricias eran delicadas, su lengua bailaba junto a la mía a un ritmo desenfrenado. Un placer divino y escalofriante me recorrió, sus besos se iban intensificando con más fuerza, con más velocidad, con más excitación...
«... Así que, dime cómo estar en este mundo, dime cómo respirar y no sentir dolor. Dime cómo, porque yo creo en algo, creo en nosotros. Dime cuando se apaguen las luces, que incluso en la oscuridad encontraremos una salida. Dime cómo, porque yo creo en algo, creo en nosotros...».
Yo seguí su ritmo con desconocimiento, sin saber hasta dónde podíamos llegar. Me cogió con ambas manos y me sentó a horcajadas sobre él y en ese preciso momento en que sentí lo que yo creo que sentí, «¡NO TE ENGAÑES! ¡Estás segura de que lo sentiste!», un grito ensordecedor me llevó a la temida realidad. «STOP, CLOE, VAS A CHOCAR». El lado prudente de mi conciencia me levantó de golpe, tirándome de los cabellos, dejando al rubio con las mejillas sonrojadas y con ganas de más. Al mirarlo a los ojos vi una mezcla de deseo y confusión.
Caminé presa del pánico por mi reacción bordeando la gigantesca piscina. Esto me superaba, «nunca antes había estado tan cerca de la intimidad con un tío, ¡coño!» No todo se podía traducir a esto, ¿no?
—Eh... Erik, lo siento pero...
Se levantó rápidamente y se acercó con cautela.
—Lo siento, yo... Nena, me he dejado llevar —dijo pasándose una mano por sus rizos despeinados, ese tic nervioso tan dulce que lo delataba.
«Sí, joder, ya veo que te dejas llevar rápidamente, rubito», canturreaba mi lado prudente mientras se quita mis cabellos de sus dedos. Mi lado perverso se descojona: «Buen trabajo, Cloe. Lo has dejado listo para volar cometas».
—Uff, yo sé que tú... Estás acostumbrado a estas cosas, pero yo... —Obviamente, no.
—Shh. —Posó su pulgar en mis labios, acallándome.— Lo sé y lo siento. —Rozó sus labios a los míos.— No haremos nada que tú no quieras. —Me cogió la mano y volvimos a la cocina.
«Querer, quiere, listillo, pero todo a su tiempo, muñeco», replicaba de brazos cruzados mi lado racional.
Respiré un poco más relajada. Poco a poco se iba desvaneciendo el nudo que se había generado en mi estómago. La intensidad del momento me había provocado un gran estrés, tanto, que mis mejillas iban a estallar por el calor. Me sentía como una auténtica gilipollas. Cualquier chica de mi edad probablemente se habría dejado llevar por la situación, pero para ser sincera, me aterraba. No, mejor dicho, me cagaba de miedo, susto, espanto y pánico. Juntos se confabulan para hacerme bullying.
«Todo a su tiempo, recuerda las normas, las normas, ¡LAS NORMAS!», me repetía constantemente las palabras de mi padre.
La noche terminó entre risas compartiendo unas exquisitas pizzas. Creo que fueron las mejores de mi vida. Y no, no exagero, eran deliciosas, con muchos quesos que se caían por los lados como hilos. Yo jugaba a que los pillaba con la lengua y él tiraba de ellos con los dedos. Muy cerca de mí, pero con mucha reserva de que no me sintiera mal, besos tiernos y simples, cargados de grandes emociones, anécdotas divertidas y mimos. Erik no intentó nada más allá de que pasáramos un buen rato y todo fue de lo más bonito.
Al final había superado una noche muy cerca del chico que me hacía sentir simplemente especial.
De mi perfecta casualidad...
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Mis días de adolescente. Amar. I (Publicado en físico)
RomancePrimera parte de la trilogía MDDA. (Completa). Publicada en físico en Amazon el 15/4/21. Cloe vive la peor etapa de su vida, la ingenua adolescencia. Nada le ilusionaba hasta que lo conoció a él... Así por casualidad y sin esperarlo apareció en su...