49. Una vida nueva :(:

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THIAGO


Huir de Barcelona era una necesidad que pedía a gritos. Necesitaba salir de mi bucle; ni los psicólogos, ni las terapias habían conseguido llenar mi vacío, un jodido malestar por su culpa. Me había arrebatado algo que era mío, me robó mi puta infancia, desapareció lo mejor de mi vida. Nunca pude ser feliz. Tenía que fingir a diario una falsa sonrisa con mi familia para que mi entorno tuviera paz; fingí no recordar bien lo que había ocurrido aquel día, eso era una verdad mía y solo mía. Me sentía muy solo y jodido. ¿Por qué todo tenía que ser así?

Me expulsaron de mi antiguo instituto por meterme en mil y una peleas, pero tardaron en echarme porque era buen estudiante y yo solo terminaba las peleas, peleas totalmente injustas (bullying, acoso o agresión de cualquier tipo). La gente era basura, solamente buscaban defectos para hacer que las personas se sintieran como una mierda y eso yo no lo toleraba, era superior a mí. Mis manos actuaban solas, defendía todas las causas perdidas y la última pelea fue el detonante para que mi familia tomara la decisión de marcharnos. Durante todo el curso era repetitivo que los pijos del instituto ningunearan a David, un chico con kilos de más. Era el hazmerreír del grupito. David era buena gente, un tío sencillo y con bondad, justo esa era su debilidad; ensimismado por sus complejos, pero compañero hasta de los gilipollas. Se reían de él por sus limitados movimientos a causa de su sobrepeso. Solo faltaban diez días para terminar el curso y los pijos decidieron ponerle en ridículo en un acto en el patio. David siempre vestía con pantalones de chándal anchos y camisetas un poco ajustadas para su contextura; quizás su familia no podía permitirse el lujo de comprarse ropa cuando quisiera y eso no justificaba que la gente se burlara de las carencias de los demás, como hicieron en varias ocasiones. Pues justo cuando David tenía que llevar al centro del patio una ofrenda en la Segunda Pascua, Jordi, el típico chulo prepotente con complejo de superioridad, le bajó los pantalones enredándolos en sus piernas al dar un paso, dejando a David en pelotas y cayendo de frente con la ofrenda en las manos.

Aquello fue más fuerte que yo y la sangre detonó al Thiago bestia y desahogué mi furia en el repeinado Jordi. Le di de ostias hasta que nos separaron. Él no dio un puto golpe, todos se los di yo. Lo único que me salvó fueron las cámaras de seguridad. Todo ocurrió tan rápido que nadie vio confabular al grupo, pero las salvajadas adolescentes obligaron al centro a instalar en cada esquina cámaras para observar a los vándalos, a los camellos, y hasta los mismísimos pijos que no pudieron esconder sus mierdas aquel día. Todos fuimos expulsados y ni el mismísimo Jordi, sobrino del alcalde, pudo evitar aquella expulsión.

Por su parte, la directora abogó en mi defensa porque actué por una buena causa, a pesar de que el padre de Jordi no opinó lo mismo al ver los destrozos en la cara de su hijo, justificando que aquello fue una chiquillada de su hijo y una salvajada por mi parte. «Sí, hombre, chiquillada con diecisiete años y pelos en los huevos, ¡no te jode!» Quiso poner una denuncia, pero las pruebas delataban a su inocente vástago y sus secuaces, así que no le quedó más remedio que callarse y cambiar a su pollo emperifollado de instituto. David me agradeció mil veces mi defensa, pero yo no buscaba eso. No me gustaba pelear, pero el maltrato y el bullying lo llevaba fatal. Conmigo nadie se metía, no me conocían bien y siempre fui un acertijo en cualquier centro por los que pasé. En pocos meses yo tendría mayoría de edad, partirle la cara a alguien me llevaría directamente al trullo, así que tenía que cambiar...

Con ocho años me apuntaron a defensa personal, un curso intensivo que me enseñó técnicas para impedir una agresión, a defenderme de la lacra de la sociedad que humillaba sin razón. Con el paso de los años practiqué kick boxing con el único objetivo de que nunca me cogieran desprevenido; entrené muchos estilos hasta perfeccionar todas las técnicas de defensa para utilizarlas en caso de necesitarlas, porque, lamentablemente, sabía que algún día lo iba a necesitar para partirle la cara a cualquier maltratador.

Mis días de adolescente.  Amar. I (Publicado en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora