2. Me volví adicta a los ojos que nunca me miraron

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CLOE


Reconozco que mi adolescencia no había sido muy fácil. Todo me molestaba. No sé si era porque las hormonas jugaban una Guerra Mundial dentro de mí o es que todos estaban en mi contra. Discutía con mis padres por tonterías, me peleé con todas mis "amigas" del instituto, salvo Lola. Mi crush ni me veía, "era invisible". Bueno, realmente para todo el instituto siempre fui invisible.

¿Cómo me fijé en el crush de mi instituto? Pues lo normal, cuanto más imbécil era, más te empeñabas. Era una especie de masoquismo incontrolable.

Nombre:  Álex.

Apellidos:  Capullo Insuperable.

Estatura:  1,89 cm. O sea alto que te mueres.

Cuerpo: Tan perfecto y musculoso que al verlo te daba triple infarto.

Cabello:  Castaño liso despeinado, muy a la moda.

Ojos:  Azules como el cielo en días despejados.

El día que me vio me paralicé y revolotearon hormigas por todo mi cuerpo.  (Se dice mariposas,  pero mi sensación fue la de un ejército de hormigas. Creo que así empezaban los infartos).

Álex era el típico listillo de instituto que conquistaba a todas, pero no le gustaba ninguna. Tonteaba con la rubia, seducía a la morena y terminaba morreando a la pelirroja.

Sabía que enamoraba con una simple sonrisa, conocía a la perfección sus virtudes. «¡Vamos!, que el chico estaba para no dejar desperdicio».

El gran problema fue que solo me vio fugazmente una vez, y fue por casualidad. Su colega le señalaba con el dedo a mi amiga Lola y, como yo estaba a su lado, de refilón posó sus ojos en mí durante cinco mágicos segundos, para escanear después de arriba abajo a mi querida amiga. Era lógico, Lola deslumbraba por donde pasara. Álex miraba a todas y las deseaba con sus excitantes ojazos. Pero nunca se fijó en mí.

Álex cursaba segundo de bachillerato y este año se graduaba. Llevaba coladísima por él desde que empecé primero de la ESO. La desgraciada cuarentena me había quitado los últimos meses para suspirar, aunque solo fuese de lejos. Ahora solo podía stalkear sus redes: en Instagram tenía súper fotos y en Tiktok hacer el tonto era su pasatiempo. Como estaba buenísimo, subía como la espuma con cientos de comentarios de tías, e incluso tíos, babeando por su esculpido cuerpo que exhibía descaradamente. Yo leía todos los mensajes como seguidor fantasma. "Obsesión en toda regla".

¿Cómo podía cambiar esa fucking tortura? Pues cambiando yo, olvidándome del crush inalcanzable y demostrando al mundo qué quería conseguir en la vida. ¿Y qué queremos los adolescentes? Pues... no sé, lo que deseaban los demás, pero yo quería un novio. Soñaba con conocer a alguien que me correspondiera el suspiro, que cruzáramos la mirada y sintiéramos que el corazón nos daba un vuelco, y darle los apasionados besos que, de momento, le daba al espejo de mi baño.

Destino o casualidad.

Este año era bisiesto y todo habían sido desgracias: nos tocó vivir una pandemia global y nos habían confinado. Mejor dicho, me habían confinado tres meses con mi terrible hermano de cinco años. Y dije "me habían" porque mis padres no dejaron de trabajar. Mi padre era enfermero y mi madre médica de urgencias en el CHUAC, así que los pobres trabajaban a turnos que se convertían en interminables y yo era la canguro perfecta.

Desde muy pequeña soñaba con tener un hermano, todos los días al llegar del cole les decía:

Con 2 años: —«¡Quiero un hermano!»

Mis días de adolescente.  Amar. I (Publicado en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora