85. Esperaré mi momento

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THIAGO


Llamadme masoquista, pero no podía dejar de estar pendiente de ella. Cloe era la chica que quería y aunque tenía paciencia, cada día era más difícil soportar que siguiera con el imbécil de Erik. Después de la muerte de su abuela intentó ser más cuidadoso en las formas con ella, aunque ese pájaro a mí no me engañaba, la camelaba para lograr su objetivo y después mandarla al carajo. Pero lo que el pijo no sabía era que Cloe no se lo pondría fácil; en varias salidas nos habló de sus famosas trece normas para lograr intimar con un chico. Yo grabé cada una en mi memoria y juro que no planificaba nada, me salía solo cumplirlas y algún día se lo demostraría; en cambio Erik, si acaso, cumpliría un par de ellas. Aquel día que me dijo que la cubriera me negué en banda porque sabía que cada salida con el pijo era un riesgo a que la jodiera. Así habían pasado los meses, ella con su novio emperifollado y yo intentando celarla con un par de líos que tuve en el instituto. Creo que a ella no le gustaba porque sentía su mirada constantemente observando mis movimientos, casi tanto como yo la observaba a ella. Nos gustaba jugar a ese imbécil juego de, te veo, pero no me importa, aunque por dentro yo me moría de ira al saberla cerca del pijo de mierda. Ella marcó distancia y yo acepté esperando que, algún día, llegaría mi momento, porque aquel beso no lo había olvidado. Aquel acercamiento cuando bailamos fue mi droga de la que no me quería desenganchar.

La dejé con la palabra en la boca y me alejé mientras me insultaba, no quería oírla.

Escuetamente le respondí sus mensajes cuando me escribió, sabía que le desesperaba cuando tardaban en contestarle y eso hice mientras le inyectaba la insulina a mi iaia. Me dijo que estaba en casa, respiré, quería preguntarle cómo le había ido, pero evité indagar para no salir herido. Pasó media hora, y mis demonios me incitaron y la llamé.

—Ey, Cloe —dije con preocupación.

—Ey, Thiago, ¿cómo estás? —preguntó en un hilo de voz. Parecía triste y mi mundo se detuvo.

—Bien. —No sabía qué decir ni qué preguntar.

—Mmm. —Sentía su respiración agitada como queriéndome decir algo.

—¿Estás bien? —añadí con cautela. Temía su respuesta.

—Sí. Solo que...

—Dime estirada, soy todo oídos.

—Nada... Olvídalo.

—¿Por qué?

—¿Por qué, qué?

—¿Por qué quieres que olvide algo que sabes que no quiero olvidar?

—Thiago, por favor...

—Nada, olvídalo tú si quieres, son tonterías mías.

—Necesito un amigo.

—Y yo te necesito a ti.

—Joder, Thiago, quiero llorar...

—¿Te hizo algo el imbécil? —La sangre se me subió a la cabeza solo de pensar lo que había intentado.

—Nooo, —añadió agitada— solo que... No estoy preparada para ciertas cosas... —Suspiró y mi mundo comenzó a girar lentamente.

—Ya bueno... Nadie está preparado para ciertas cosas, pero aparecen cuando menos te lo esperas. Lo importante es saber tomar decisiones correctas aunque para algunos sea una desgracia.

Mi mente voló a mis siete años y a mi lamentable infancia; era la primera vez que mencionaba algo de mi pasado y rectifiqué para no cagarla.

—¿A qué te refieres? —preguntó con voz de sorpresa.

—Nada, Cloe, perdona, pero estoy chalado. Creo que el día que quieras dar tu gran paso lo harás correctamente, como eres tú.

—Eso os aburre a los tíos, ¿verdad?

—¿El qué?

—Esperar...

—Depende, yo te estoy esperando.

—Thiago...

—Es la verdad, siempre te lo diré hasta que algún día te des cuenta de que hablo en serio. Ahora si te refieres a follar con el pijo creo que lo mejor es que no te apures, eso te hace atractiva, deseada, interesante. El día que se la des, te mandará al carajo y yo estaré aquí esperándote. —Era totalmente honesto.— Por una parte deseo que no quieras... Pero la vida son decisiones, estirada...

Mis días de adolescente.  Amar. I (Publicado en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora