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Me puse esto y unos tacones negros, algo bajos. Camine y un guardia me reconoció. Abrió la puerta y me dejó pasar. Mis tacones resonaban por todo el lugar. Dios mío tanto tiempo sin estar aquí. El caminaba y yo seguía (así era la rutina hace tiempo) pero me llevo a un lugar distinto. Yo lo seguí desconfiada. Entramos a un pasillo que no conocía. Dónde estaban unas puertas. Eran los cuartos de los pacientes. Me guió hasta una en específico. Abrió la puerta y me dejó pasar. No había nadie. El cerro la puerta y me dió un susto. Me empezó a dar pánico. Creo que debería dejar de confiar en la gente. La puerta se abrió a mis espaldas y ví a Jerome. Su cara ya no estaba pegada con grapas. Eran puntadas aún frescas.
—Lo siento caramelito es que quería privacidad. -dijo sonriendo-. Te ves sexy.
Genial sabía que le gustaría.
—Veo que ya tu cara está mejor, Sr. Valeska. -dije en tono dulce-.
—Oh Ana te ves tan caliente. Pareces un angel, diablita. -dijo en tono seductor-. Si no te conociera diría que eres un amor. -se acercó-. Pero eres un verdadero demonio. -dijo en susurro-. Un demonio que se ve genial sin nada.
Yo me estremecí.
—Le diría lo mismo señor J. Pero usted si es un demonio en todo sentido. -dije riendo-.
—Si me vuelves a decir Señor voy a quitarte la ropa y a darte duró. -dijo susurrando en mi cuello-. Quisiera ver cómo saldrás de aquí sin poder caminar.
Retrocedí un paso. Sonreí. El estaba sonriendo.
—Antes de eso Jerome. Te traje algo. -dije sonriendo-. Se que odias lo cursi. Lo entiendo y si no quieres recibir el regalo lo entenderé. Solo que… -el me interrumpío-
—Caramelito lo que sea que me des es bueno. -Dijo sonriendo-.
Aún dude en dárselo. Mejor lo bese.
—Caramelito ¿Este es mi regalo? -dijo curioso-.
Asentí. Dios mío no sé si dárselo.
Comence con un beso apasionado. Lo tome del traje de Arkham. Baje mis besos a su cuello.
—Oye caramelito… -dijo entre jadeos-. Que traviesa te volviste.
Jamás he hecho un chupetón. En todo el tiempo de mi vida sexual jamás he marcado a nadie. Jerome es la única persona con la que deberás desperté una vida sexual. Me acerque a su cuello y comence a succionar. Escuché que mi chico soltó un gemido. Seguí succionando. Quite mi vista y lo ví. Era rojo, pase mi dedo pulgar.
—Caramelito que sexy. -dijo entre jadeos-. Pero aún no he dejado que me toques. Pero obvio esto es genial. Continúa.
Bese nuevamente sus labios. El abrió su boca entro su lengua a mi boca. Comenzamos con un beso. Dios mío parecía una lucha. Ya no sabía para donde mover mi lengua y cabeza. Era muy intenso. El me levanto. Enrolle mis piernas en su cintura. Beso mi cuello. Lo mordió. Le di un leve golpe en la cabeza.