CAP 38

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Estoy dando vueltas en la pista mientras Max baila conmigo el famoso rock de la cárcel de Elvis Presley, sin duda un gran bailarín. Ha pasado una semana y desde que el me dijo eso en la banca, ahora es un amigo. Aunque se dejaron cosas en claro.

—Yo solo estoy saliendo contigo como una amiga, no lo malinterpretes, yo tengo a mi novio. —le dije de camino a mi casa en nuestra segunda noche bailando. —Solo que eres un gran bailarín.

—Lo sé, lo sé. —sonrió. —Somos compañeros de baile.

Ahora él me tomó de la cintura para levantarme unos segundos en el aire. Tenía años que no bailaba. Sonreí cuando él tomó mi cintura y me levanto, él devolvió la sonrisa de forma agradable.
Debo admitir algo, cuando conocí a Jerome me di cuenta de que una sonrisa dice mucho, las de él son con malicia y picardía. Pero las de Max son sinceras y dulces.

Sonreí un momento cuando estábamos cara a cara, solo faltaban unos segundos para que acabara la canción, pero no nos movimos. Ese movimiento lo ví en televisión y se lo comenté, el gustoso lo hizo conmigo. Pero es algo cansado bailar, así que ambos jadeamos. Nos miramos mientras nuestra respiración era irregular, él me acercó y recargó mi cabeza en su hombro. Sentí la calidez más linda que en todos estos días no sentía. Nos acompañamos a algunos lugares y hablamos cosas irrelevantes.

—Entonces… ¿Por qué Luar y Mangata? —cuestione.

—Digamos que fue fascinación de mi abuelo hacia la señora Fiore. —me contaba mientras caminábamos hacia mi hotel. —Mi abuelo estaba tan enamorado de mi abuela Luna, que cuando se casaron y abrieron ambos establecimientos les puso un nombre relacionado con el amor de su vida. Luar y Mangata, su limerecia hacia ella se ve reflejada en ambos nombres. —sonrío dulcemente.

Caminamos hacia la barra.

Pidió dos mojitos y veíamos a la gente bailar otras canciones. Lo mire e incluso de perfil es atractivo. Sonreía y cerraba los ojos mientras cantaba en voz muy baja la canción.
Me miró de reojo, cambió su mirada hacia mí y alzó las cejas de forma coqueta sin dejar de cantar la canción. Debo admitir que es un gran hombre. Todo el tiempo a cuidado sus emociones; son positivas.

—¿Es de su agrado la canción? —consulto.

Asentí levemente.

A él le encanta la música.

—¿Qué será de la vida sin música? —pregunto.

—Creo que muy mala, me encanta la música y sin ella me muero. Osea sin música, mi muerte. —argumente entre risas.

—Compartimos eso, desde que tengo memoria mi padre es amante de la música pero un amante a lo extremo, te puedo jurar por el Luar que en mi casa la mayor parte del día hay música. Ya sea el rock que escucha papá o la música latina de mamá, los raps de mi hermano o la música clásica del pequeño, pero siempre hay música. Algo tan efímero como lo es una canción de tres minutos son para mí una historia
larga. Amo la música tanto como mi vida.

Actualmente suena un tango.

Él movía la cadera, creo que quiere bailar. Se acercó una viejecita con un vestido muy lindo y nos saludó.

—Buenas noches jóvenes. Disculpen las molestias, joven Maximiliano me haría el honor de bailar conmigo. —dijo dulcemente.

Muero de ternura.

ONE BAD DAY Donde viven las historias. Descúbrelo ahora