Sus años en Hogwarts fueron los mejores de sus vidas.
Pero las risas se fueron apagando cuando se vieron forzados a convertirse en los soldados de una guerra que amenazaba con arrasar con todo lo que alguna vez quisieron.
Donde Imogen Potter conoce...
Imogen se lo contó todo a Dumbledore. Le contó lo mismo que Regulus le había dicho y finalmente le acabó contando lo que le pasó a Regulus.
Aunque algo le decía que la mayor parte de la información no era nueva para el director.
Juntos, habían pasado algunas tardes de verano buscando información, intentando averiguar más sobre los horrocruxes de Voldemort. Sin embargo, también debía y quería pasar parte de sus vacaciones con sus dos niños, por lo que Albus le prometió que el seguiría indagando y le aseguró que por ahora no debía preocuparse mucho.
-¿Estáis haciendo deberes?- levantó las cejas al ver a Regulus y a Harry en la cocina con la cabeza entre los libros.
Ambos asintieron concentrados.
Merlín, quién diría que son hijos de Sirius y James.
El sonido del teléfono le sacó de sus pensamientos.
-¿Hola?
-¿HOLA? ¿SEÑORA POTTER?- Ron gritó desde el otro lado de la línea- ¿ESTÁ HARRY?
Imogen rió con el intento del pelirrojo por usar un teléfono muggle y le pasó el teléfono a su sobrino. Hablaron durante un largo rato y le felicitó el cumpleaños.
-Reg- llamó Harry a su primo- Ginny quiere hablar contigo.
La chica vio como su hijo se levantaba contento para hablar con su amiga y sonrió.
Cuando terminaron, Imogen cogió los libros de la mesa y los cerró.
-Harry- cogió su varita e hizo aparecer su regalo- sé que nada será capaz de igualar los regalos de Hermione y Ron, o incluso ese libro tan chulo que te ha mandado Hagrid, pero bueno, esto es de parte de Regulus y de mi parte.
Harry sonrió y cogió el paquete, no sin antes darle un abrazo a cada uno.
Había muchísimas golosinas y el centro, otra caja más pequeña. El pequeño Potter la abrió y sus ojos se iluminaron. Era una cadena de oro con dos colgantes. Uno era redondo y tenía un ciervo y la otra tenía una P en el centro.
-Wow- cogió la cadena- esta- señaló a la del ciervo- la he visto antes, no recuerdo dónde.
Imogen sonrió y asintió.
-Era de tu padre.
-¿Por qué un ciervo? ¿Tiene algo que ver con que a veces me hayas llamado Bambi?- su tía rió levemente asintiendo de nuevo.
-La otra medalla es nueva. Y es tuya. Una P de Potter. ¿Te gusta?
-Me gustan mucho- los volvió a abrazar y se la puso.
-Pues ahora poneros guapos, que vamos a salir a cenar.
-Pero, mamá- Regulus frunció el ceño- vivimos en el medio de la nada.
-Oh- frunció el ceño exageradamente bromeando y después sonrió- supongo que entonces es bueno que tu madre sea una bruja, ¿no?- le guiñó el ojo y su hijo rodó los ojos con una leve sonrisa.
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