epílogo: el fin de una etapa y el comienzo de otra

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Imogen decidió que lo mejor para los tres era alejarse del ambiente de la ciudad. Todo el mundo reconocía a Harry e incluso a ella. Era agobiante y no quería que su ahijado creciera en ese entorno.

Lo mejor era alejarse de la magia por un tiempo.

Sinceramente, ella trabajaba porque ser medimaga era su sueño. Pero realmente no le hacía falta. Sus padres le habían dejado dinero más que suficiente como para vivir toda una vida sin necesidad de trabajar. Así que decidió renunciar a su trabajo en San Mungo para poder dedicarse plenamente a los niños.

-Martha- sonrió a la recepcionista- aquí están los papeles de la renuncia.

Había dejado a Harry y a Regulus en la Madriguera.

-Gracias- sonrió de vuelta- ¿estás segura de que quieres hacer esto?

-Sip- asintió- ha sido un placer trabajar aquí.

-Ha sido un placer que trabajaras aquí. Eres muy buena.

Imogen sonrió y se despidió. Justo cuando iba a salir escuchó el llanto de un bebé.

Se paró enfrente de la puerta para ver que pasaba y se arrepintió en ese instante. Era Neville Longbottom junto a sus padres, Alice y Frank.

Ambos habían sido torturados horrorosamente por Bellatrix Lestrange. El estado en el que estaban... Imogen no tenía palabras para explicarlo.

-¿Señora Longbottom?- se acercó a la anciana que intentaba hacer que el niño se callara.

-¿Sí?- la miró.

-Soy Imogen Potter- le extendió la mano- trabajé en la Orden con su hijo.

-Sé quién eres- dijo con cierta brusquedad.

-Yo...- no sabía qué decir- lo lamento.

La mujer se quedó mirando a su hijo y a Alice. Ver a su nieto llorar porque sus padres no lo reconocían le dolía en el alma.

-Yo también- sonrió, aunque le salió una especie de mueca- por lo tuyo, también.

Una idea se cruzó por su mente.

-Debe estar orgullosa de ellos. 

-Lo estoy- asintió- espero que Neville sea algún día como ellos.

Tras  charlar un rato, se despidió.

...

Después de recoger a los niños de la casa de los Weasley, se dirigió hacia su nueva casa. Había comprado una casa de campo en las afueras de Londres. Incluso había un lago cerca. Le recordó a la casa donde había crecido.

Este será un buen lugar para sanar.

Obviamente, informó a Remus sobre la mudanza, recordándole que era libre de ir a verlos cuando quisiera.

Era casi diciembre y hacía bastante frío, así que la chica encendió la chimenea.

-¿Os gusta la casa?- preguntó a los dos bebés, sentados en sus carritos.

Harry asintió mientras sonreía. Sin embargo, Regulus empezó a llorar.

-Qué gruñón eres- lo sacó de su carrito y el bebé sonrió.

Se pasó toda la tarde jugando con los dos y los acabó acostando cuando ya había anochecido.

No se le podía quitar todavía de la cabeza la imagen del pobre Neville con Alice y Frank. Recordaba verlos todo el día juntos en Hogwarts y las veces que bromeaban por el bajo rendimiento de Frank en quidditch al quedarse hasta las tantas con Alice.

Somos la generación rota.

Se acercó a su armario y cogió una cajita que había en el fondo, con fotos.

Fotos de la primera vez que llegaron a Hogwarts, del primer partido de quidditch de James. Fotos con los Merodeadores. Con Marlene. Con Regulus. Fotos de la boda de su hermano, de Harry con sus padres. 

Aquella noche Imogen pesó mucho en el paso del tiempo y en que era una condena el no poder detenerlo o aunque fuera poder hacer que pasara más despacio.

Sabes cuándo vas a echar de menos un momento, sabes cuándo ese momento va a ser un recuerdo porque tiene todo lo necesario para convertirse en parte de tu vida. Pero no tienes la oportunidad de hacerlo eterno y te tienes que resignar a la idea de sonreír y vivirlo sabiendo que pasará a formar parte de ti, que ya es tuyo y que nadie jamás podrá quitártelo nunca. Por eso le gustaba tanto la fotografía, porque podía hacer eternos e inmortales esos recuerdos.

Qué rápido pasa el tiempo y cuánto tardó en darse cuenta.

Pero, viendo aquellas fotos y por primera vez en mucho tiempo, sonrió. Aunque fuera con lágrimas en los ojos, sonrió desde el corazón.

Porque la vida le había quitado mucho, pero jamás le podría quitar sus recuerdos. Aquellas fotos. Aquellas sonrisas eternas. Eso sería suyo para siempre.

Juro solemnemente que estaremos todos juntos otra vez, donde quiera que estéis.


it isn't in my blood [black]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora