treinta y nueve

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BRUNELLA

Grecia siempre ha sido un paradero deseado para tener unas vacaciones luego del estrés de los estudios, albergaba grandes monumentos de épocas doradas de civilizaciones, además de todos los cultos destinados a los dioses del Olimpo. El hotel al que por arte de magia habíamos conseguido llegar sin perdernos entre callejones y pasadizos se alzaba casi enfrente de una buena parte del Partenón ateniense, albergando parte de la ciudad debajo de la colina en la que parte de las estructuras antiguas quedaban hechas cenizas, el comedor parecía extenderse el doble mirándolo desde el ventanal.

—Y, entonces, ¿te ha gustado...eso?—Ginés ladeó su cabeza en relación al plato que ambos teníamos frente a nuestros ojos con un gratificante asco.—Es una lasagna barata, estoy por tirarla en un bote de basura.

—No es tan fea, está hecha a base de berenjenas, y es rara, pero no está mal.—Limpié las comisuras de mis labios con una servilleta de papel dejando los cubiertos sobre el plato una vez finalizado.—Al menos hemos conseguido habitaciones...

—A base de reventar las tarjetas de nuestros padres, pero sí. De cualquier modo estamos en la cornisa si nos excedemos demasiado tiempo.

—Me da tan igual eso, no creo que puedan reprocharnos eso habiéndonos ocultado información familiar y demás.—Tomando mi chaqueta, me levanté de la silla esperando que repita la acción meciendo la tarjeta de entrada para las habitaciones entre mis dedos.—Me asusta vivir así, escapando.

—Al final, creo que terminamos enamorándonos de la propia incertidumbre de todo este esquema partido. No, no es enamorarse, nos hemos acostumbrado y simplemente seguimos buscándolo porque forma parte de nuestra rutina.—Miró hacia los costados como si alguien estuviera vigilándonos, no hace falta que lo diga, yo también lo sentía.—Básicamente, es como con las personas: te acostumbras a tener una razón a la que darle el mérito de tus acciones, la fuente de inspiración, por la que vivir, pero no siempre sale bien. Y, cuando todo se torna oscuro caes en la conclusión de que a veces eso a lo que te viertes dejó de brillar. Sería una tontería provocar que sigan sucediendo hechos cuando simplemente ya no cabe espacio en lo que la vida te deparará. En algún momento vamos a vernos ahí, terminará en un abrir y cerrar de ojos y volverá a arrasar todo.

—Disfrutemos de la magia del caos, entonces. Porque al final, es como un papel y el fuego, sabes que si lo pones a quemarse se desintegrará y terminará en cenizas, aunque sigue siendo papel de otro modo. Lo importante es disfrutar del proceso, todo lo que sucede en la combustión antes del producto.—Llevé mis labios hacia una fina línea, volví a sentir esa sensación de que alguien nos vigilaba en algún punto del hotel, pero decidí ignorarla al sentir las manos de mi contrario sobre mis palmas.

—Vayamos a dormir, aunque algo me dice que no lo haremos.—Giré bruscamente mirándolo. Se encogió de hombros de forma burlesca, dejando un beso sobre mi coronilla.—No va con doble sentido cielo, tengo el presentimiento simplemente. 

—Supondré que te creo.

Subimos hacia el ascensor sin ninguna interrupción. Salimos de éste mismo como si fuéramos una pareja normal. Cruzamos a personas entre pasillos, pero nadie parecería encajar con el perfil que generaba esa sensación de vigilancia. Me tranquilicé al apoyarme sobre la puerta de madera y poder abrirla rápidamente. La habitación se asemejaba a algo salido de un cuento de hadas.

No era un espacio demasiado grande, pero era lo suficientemente confortable para poder reposar luego del viaje. Una cama matrimonial decorada con mantas blancas se llevaba la mayor ocupación del lugar, dos mesas de noche se posaban a los costados, cada una con una lámpara colgada en la pared metros arriba. Dos cuadros con el perfil derecho y todo el rostro de una estatua de Atenea encabezaban la decoración más sorprendente. Del ala izquierda había una salida, luego de una mesita de vidrio y dos sofás bordo, hacia un balcón bastante ancho. La baranda tenía varios centímetros de altura y un macetero con rosas acompañaba la vista.

—El balcón me da mala espina.—Fue lo primero que articulé al trabar la puerta, y antes de correr para lanzarme en el colchón como si fuera una niña pequeña.—Vamos, que me dirás que a ti no te da mal augurio.

—Quizá un poquillo, sí. Pero pretenderé no caerme de allí mientras me lío un cigarro, que lo necesito bastante.—Se agachó al terminar de decirlo buscando el atado en su maleta.—Jo, que no me los han puesto cuando hicieron las maletas, no es justo.—Suspiró con frustración, optando por abrir las ventanas y dejar que el aire sea la única presencia que acompañaba.

—Quizá porque mi padre no sabe que fumas, piénsalo.—Una luciérnaga entró en las cuatro paredes, como si estuviese anunciando algún suceso.—Bua tío, cambia la cara. Tampoco será el fin del mundo porque no te líes un piti, subnormal. 

—No, claro, pero imagínate que me pierda la oportunidad de darle las caladas mirando las estrellas en la madrugada con el frente de uno de los mejores monumentos griegos, puede que sea la única oportunidad.—Se dejó caer sobre el suelo, apoyando la cabeza en el colchón y la espalda en el soporte de abajo.

—Nadie lo sabe realmente, nadie dice que no podamos volver y recorrer el país mucho más relajados. Así que, guárdate la expectativa de todo lo que quisieras hacer por si algún día pasa algo más.—Mi vista no se ha movido del seguimiento de los movimientos del insecto lleno de luz, haciéndome suspirar una vez que volvió a irse.—Debe ser un indicio, no me parecería correcto dejar todo en la subestimación, algo tiene que significar.

—Hablando de eso, el otro día he leído por ahí, y no preguntes como he llegado porque ni yo lo sé —Subió uno de sus codos más arriba en la cama, apoyándose sobre este aprovechando en buscar la conexión de nuestras miradas.— pero en fin, leí que la visita de una luciérnaga se resume a que tendrás buena suerte o visitas inesperadas. Luego, si ves más de una significa otra cosa pero no va al caso.— Su voz sonó con una dulzura bastante colmada de ilusión, que lo hacía parecer un pequeño con un juguete nuevo. —¿Qué?

—Nada, no merece la pena que te lo diga. ¿Qué es la tercera?

—Si ves más de una luciérnaga al mismo tiempo equivale a que habrá alguna fiesta o alguna boda.

—Al menos no significan cosas malas.—Ambos reímos.

Ajustando mi vista mientras seguía revoloteando la mirada respecto al lugar, fruncí el ceño notando tres obras bastante llamativas en la mesa de vidrio, que antes no estaban. Los lomos mantenían una estética y un grosor parecido.

—Mira, que parece que la luciérnaga nos ha dejado un regalo.—Me miró con una expresión irónica, asumiendo el trabajo de levantarse repitiendo acciones nuevamente.

—Dame tu veredicto.

—Pues, que son dos libros y puede que carguen con buena suerte, y también son inesperados, no me da la cabeza para pensar mucho más.

—Te dije que tenía el presentimiento de que no dormiríamos tan fácilmente hoy.—Tomó uno de los libros en sus manos, abrió la solapa y suspiró incrédulo.—Lee los títulos.

 — Linaje griego, actualidad y antigüedad. Profecías de la Antigua Grecia, edición especial. La leyenda del hada azul y el duende verde, edición inédita.

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