cuarenta y ocho

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BRUNELLA 

—Las fuerzas del orden detuvieron, en la comunidad autónoma española, Murcia, al gobernador de la segunda región principal de la comunidad por engaño, fraude y falsificación de papeles, presentando las pruebas necesarias para una prisión preventiva, que luego será evaluada ante un tribunal bajo la causa del robo de identidad, asesinato a mano armada y a sangre fría, entre otros delitos. La policía regional de Murcia arrestó al supuesto Alejandro luego de que su primogénito presentara los papeles que corresponden a un supuesto certificado de defunción del verdadero Alejandro y la documentación de la persona que se escondía bajo esa máscara. Sintonizad este canal para no perderos nada de la polémica. 


La noticia que se reproducía en el televisor del living me hizo sobresaltar, haciendo que corra escaleras abajo sin poder creer lo que estaba escuchando, sentándome en el sofá, o más bien, tirándome en este, suspiré al escucharlo todo. 

El ruido de la puerta del patio cerrándose solo me limitó a suspirar con cansancio al ver a mi madre entrar al mismo sitio. Volteando mi mirada hacia ella, mordí la punta de mi lengua bastante intranquila, y con un suficiente pesar bastando para obviar la conversación que teníamos pendiente. 

—Mira, creo que no puedes mentirme más desde ahora, porque lo sé todo, literalmente creo que no hay ningún tipo de misterio al que no lo hayamos desmenuzado, nos hemos topado con demasiadas cosas y las hemos sabido remontar. Pasé unas semanas bastante de mierda, —comencé a hablar sin ninguna tapadura ni ninguna movilización, tan solo debía soltar mis sentimientos antes de que estos me envenenaran.— casi pierdo a Ginés con una pierna desangrándose, y casi te apuñalo a ti porque una puta figura de la Grecia antigua se le da hado la pinza de meterse en mi cabeza y controlar mis movimientos, así que, si no es mucha molestia, limítate a responderme con certeza, y deja los dilemas para otro momento.—Sonreí con un dolor en el pecho, apoyando mis manos sobre mi estómago. 

—Mira, sé que he hecho cosas mal y que ocultarte todo esto no ha beneficiado a nadie, pero hemos tenido que hacerlo.—Tomó una de las sillas de la cocina, sentándose en la puerta de entrada, con pesar le bajé el volumen al televisor.

—¿Por qué?

—Para protegerte a ti, y a Ginés, consecuentemente. No estabais preparados para saberlo todo con diecisiete o dieciséis años, se les habría venido el mundo abajo.—Hice un ruido con la garganta, pero mi madre me cortó antes de que hablara.—Además, estaba predicho que debían descubrirlo por sí mismos, yo no tenía idea de que terminarían en Grecia, no lo hubiera dejado pasar así, no sabía el peligro al que estaban expuestos. 

—Genial, es la respuesta que esperaba.—Bufé, tumbándome en el sofá llevándome una almohada a la cara.—Al menos, cuéntame como te has enterado tú de tu propia historia y lo que le sigue, creo que es lo menos que puedes hacer.

—Tienes razón, mereces saberlo tu también.—Inspiró una gran bocanada de aire, haciendo una mueca con los labios antes de comenzar a hablar.—En verdad todo comenzó como un ligue adolescente sin más, nos conocimos en la universidad y ya, habíamos empezado a quedar para tomar algo o para cenar y todo fue avanzando conforme a lo que nosotros dejábamos que avance. Un día habíamos ido a caminar a un campo cerca de aquí, era casi de noche y estábamos en el capó de su coche, y nos besamos.—Levanté apenas mi cuerpo, mirándola con un afán de prestarle más atención.—Fue nuestro primer beso, pero al hacerlo se activaron algunas alarmas de la zona, a todo esto ya habíamos visto lo de no poder rozarnos las manos siquiera, pero eso daba igual. En fin, no sabíamos bien que hacer además de que las cámaras nos habían grabado las cámaras de seguridad.

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