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GINÉS

Sonreía sin demasiadas ganas, trataba de despejarme y que las risas de mis colegas me sacaran un poco de las vueltas que mi cabeza estaba teniendo. Pero nada servía, ya que las voces y mis demonios internos intentaban ver la luz una vez más.

-¿En qué coño estás pensando tío?-Exclamó Javier, pasándome otra cerveza, logrando sacarme al fin de mis pensamientos.

-¿Alguna vez sentiste como si dos personas quisieran algo tan simple como besarse y que haya algo que lo impida?-Suspiré, podría jurar que ella sí quería besarme, como yo quería besarla a ella.

-¿Por alguna persona o por algo distinto a eso?

-No sé, como un conjunto de factores. Alguna que otra persona, una estúpida regla que no lo permite, y quizás esté exagerando, pero algo que podría ser algo sobrenatural.-Abrió sus ojos de par en par, probablemente yo haya hecho lo mismo.

-¿Te has drogado antes de venir?-Preguntó, mientras miraba mis ojos buscando alguna de esas señales que concuerden con su pensamiento. Pero de todos modos, no la encontró.

-¿El perfume de alguien cuenta cómo estar bajo el efecto de alguna sustancia?-Tomé un trago de la bebida que se paseaba entre mis manos, asintió y me reí llevando una de mis manos a mi pelo.-Entonces podría decirse que sí.

-¿Puedo saber de quién estamos hablando?-Inquirió.

-Brunella Altamirano, la hija de la gobernadora de Biselia.

-Te estás metiendo en un buen lío por lo que sé, ¿no?-Exclamó con una mezcla de sorpresa y preocupación, asentí a su pregunta y soltó un suspiro.-¿Te gusta?

-No lo sé, me parece una chavala hermosa, pero no tengo la menor idea sobre mis sentimientos por ella.-Rasqué un poco mi mejilla, señal de que estaba mintiendo.

Brunella había sido el amor de toda mi vida cuando era un crío, no dejaba de pensar en ella, ese típico amor de pequeños, en él que nadie tiene certeza sobre sentimientos, ni sabe nada sobre decepciones amorosas o reglas de mierda en el medio.
Luego me había mudado a la ciudad vecina, cosa que alteró nuestra relación en muchísimos ámbitos, no podíamos tener relación alguna ni vernos, aunque lo hacíamos por nuestros padres. Pero, siempre fue ella quién tuvo mi amor, y era especialmente jodido estar enamorado de alguien que probablemente no se fijaría en mí jamás, pero mis sentimientos parecían estar enterrados bajo una tumba, no importaba con cuántas tías hubiese estado ni con cuántas me hubiese besado, mi corazón seguía latiendo por ella.

-Sé que estás mintiendo, pero haré como si no me hubiera dado cuenta.-Sonriendo lentamente tomó la cajetilla de cigarros en su mano.-Aunque si no fuese porque soy uno de tus amigos más cercanos y conozca todos tus gestos, podrías haberlo tapado de diez.

-¿Cuándo nos vamos a ir? Es que simplemente quiero dejar de pensar en todo por un rato.-Pregunté, levantó sus hombros y me miró de reojo mientras llamaba a los demás para saber la respuesta.

-Bueno, no tienen la menor idea ellos tampoco, pero creo que quieres dejar de pensar en ella y no en todo. ¿O me equivoco?-Negué, sabía que no tenía oportunidad alguna de esconder cualquier cosa ante Javier, me conocía demasiado bien.

Porque éramos amigos.

-Sí, supongo que necesito dejar de pensar en ella.

-¿De quién tienes que olvidarte, bro?-Interrumpió Manel, interponiéndose entre nosotros.

-Tiene una tía metida en la cabeza y no se la puede sacar.-Exclamó Javier, riéndose de la cara malhumorada que presentaba en estos momentos.

-Más te vale que dejes de llorar por eso y que salgas con nosotros tío.-Amenazó riendo.

-Que va tío, que después el que va a consolarte cuando no te dan ni la hora soy yo.
☯️☯️☯️

El ambiente se empezaba a llenar cada vez más de gente, en la parte de abajo de la discoteca estúpidamente cara, la gente entraba empujándose y saltaban unos encima de otro, pero eso era lo de menos ahora mismo ya que mis ideas no estaban entrelazadas a la fiesta en donde estábamos.

Una rubia de la zona vip, dónde estabamos todos los de la FMS, estaba mirándome desde un tiempo bastante largo y había empezado a incomodarme. Era bonita, admitiré eso, pero las rubias no son mi tipo.

Toqué el bolsillo de mi pantalón, tratando de buscar las llaves de mi casa, no recordaba haberlas vuelto a poner en mi bolsillo, y ya tenía ganas de irme. Habían pasado varias horas desde que llegamos y la noche no se había basado más que en ver una pelea ocasional como las de siempre, algún tema bailable y tomar alcohol hasta quedar borrachos sin tener noción de la hora.

-Bajemos todos así nos vamos, pero debo ir al baño.-Avisó Javier, el único que podía mantenerse en pie a comparación de los demás.

Bajamos entre un par de tropezones y alguna que otra caída hasta quedar sumidos entre toda la gente. Como pude, caminé acompañando a mi mejor amigo al baño.

Pasé mis manos por mis ojos, refregándolos con sumo cuidado, no podía ser ella, no podían ser sus pecas tan características.

Pero lo eran. Estaba ahí, bailando, con mi campera atada en la cintura.

Y una sonrisa tonta se me escapó por ello.

-Tío, ya he terminado, vámonos...-Javier volvió a aparecer junto a mi, sacándome de la nube en la que estaba.

-¡Tenemos que hacer algo tío, están queriendo introducirle algo en su bebida.-Alerté sin pensar, no sabía de dónde había salido eso, y como si fuera poco, aparecieron atrás nuestro Manel junto a los demás.

Abrí paso entre la gente con movimientos desesperados, mientras Manel venía atrás mío, suspiré a medias cuando la vi a menos de medio metro de distancia.

-Brunella, ven conmigo, tenemos que irnos ahora.-Las palabras tampoco me jugaban una buena pasada, tenía una borrachera encima que me dificultaba todo el habla, pero ella logró entenderme y cargándola entre mis brazos con suma delicadeza se aferró a mis hombros una vez que salimos del lugar.

Ninguno estaba en sus casillas, ninguno sabía que teníamos que hacer, pero sabíamos que no ibamos a poder pasar la barrera para dejarla en su casa. Y eso tenía una simple explicación: nos darían una buena colleja y nos prohibirian volvernos a ver.

El aire fresco revolucionó un poco mejor mis ideas, no tenía más que llevarla a mi departamento o llamar a su mamá, la primer opción tenía un poco más de sentido.

Esto estaba mal, pero la situación lo ameritaba, no podíamos dejarla volver sola a casa.

Además el peligro me gustaba. Es decir, ¿a quién no le gusta jugar con fuego por una buena causa?

leyenda; wallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora