veinte

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BRUNELLA

Una grata melodía pasaba zumbando entre mis oídos. Era una armonía compuesta de las notas de una guitarra acústica y una voz sumamente angelical cantando alguna canción sin demasiado pensamiento, de esas típicas que se cantan en algún campamento o alguna excursión de curso. Parecería hasta quizás, correcto decir que se sentía cómoda mi persona, pero todo eso se esfumó cuando abrí mis ojos repentinamente, recobrando el dolor que la realidad ejercía sobre mí, mi cabeza y corazón.

El constante abismo repleto de una sensación insoportablemente aguda conducía mis sentidos a su total satisfacción y su total querer. Estaba sucumbiendo ante la verdadera pérdida de, quién a duras penas, llevaba el título de la persona que me había enamorado.

Sentía ganas de quejarme, quería irme de las cuatro paredes en donde las pulsaciones no dejaban de latir como si fuese lo único para escuchar, donde los recuerdos salían de mis carpetas virtuales recordándome cada instante en el que estuve con él a su lado. Pero, sabía que si salía de la habitación necesitaba una excusa, no se supone que debería estar tan mal por alguien que no me corresponde, aunque quizá quería que si lo hiciera.

—Arriba Brunella, tienes que salir de tu cuarto. Ni que fueses su novia o algo de su círculo, no entiendo porque estás tan mal.—Escupió mi madre abriendo la puerta de forma desesperada, casi tirándome de la cama mientras me indicaba bajar por las escaleras.

Siempre había sido creyente de qué, la buena vibra siempre iba a dar resultados. Pero, ¿qué sentido tenía? Sí yo lo había visto morir, no tenía lógica pensar en que podía seguir vivo.

Había muerto. Había un cuerpo. Había pruebas que mostraban la veracidad de hablar en éste caso, sobre la muerte de Ginés Paredes.

Así se titularon casi todas las noticias periodísticas que salieron en la semana, adornadas con notas hechas por el padre de Ginés. Aunque, ahí entraba el debate de creer y de no creer, algo estaba en mi interior haciéndome fuerza, pero él, seguiría muerto.

—¿A dónde iremos?—Pregunté, una vez que terminamos de bajar las escaleras.

—Han terminado la autopsia del cuerpo, y es efectivamente él. Iremos a su funeral, porque estamos invitadas por alguna razón.

Cerré mis labios estampandolos contra si mismos, tratando de mantener mi estabilidad agarrada en el borde de la baranda por unos momentos en los que tales palabras significaron un flechazo metido en mi corteza cerebral. La flecha era el mensaje, mi reacción era el punto en donde el arquero debía acertar.

—V-Vale.—Respondí tratando de no hacer obvia mi tristeza y mi revuelo emocionalmente incorrecto, qué hacía sufrir a mi corazón.

Caminamos hasta el auto en silencio, una vez que ambas nos subimos el trayecto hacia el lugar aclamado comienza a provocarse. Relamí mis labios indecisa, comiendome las uñas con mucha anticipación.

Sentí el impacto de la parte de arriba del asiento en el coche, dándome cobijo para cerrar los ojos y meterme en mi propia mente.

¿Qué significaba, realmente, la muerte de Ginés?

Primer punto a tener en cuenta: No íbamos a descubrir juntos el significado de la barrera e inclusive los fantasmas que merodeaban por la zona.

Segundo punto: Posiblemennte perdería las emociones con las que lo amaba, y me costaría volver a querer a otra persona. No iba a saber mis sentimientos, en ésta vida al menos, y yo tampoco terminaría de descubrirlos a fondo.

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