dieciséis

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BRUNELLA:

—Se reporta la desaparición de Valentina Longo desde hace dos días, su última aparición fue en una de las discotecas de Málaga, dónde después de haberse escuchado los disparos, desapareció sin dejar rastro. Si alguien posee información sobre ella, comunicarse con la policía.

Me levanté de mi asiento intranquila, y a pasos rápidos apagué el televisor, cosa que no iba a tranquilizar el ambiente, pero al menos no teníamos la voz recordándolo todo el tiempo.

La noche del sábado anterior, una vez pasadas las cuatro de la mañana, luego de que media discoteca hubiese salido corriendo, la única opción qué Ginés y yo teníamos era venir a la cabaña, y esperar a que Manuel y Valentina nos dieran señales de que estaban bien.

El 50% de nuestra idea funcionó, Manuel llegó un tiempo después, demostrando qué estaba sumamente inseguro y temblando, por lo que Valentina no estaba con él.

Por alguna razón, ambos teníamos el presentimiento de que Valentina llegaría a la puerta y diría:

—Estoy bien, salí corriendo y me quedé con chemi, y no tenía batería para avisarles.

Pero ese presentimiento se había convertido en dos de los días más tediosos de toda mi vida, con Manuel en la cabaña, nuestros hermanos que habían agarrado un tráfico bastante amplio y no llegaban, y claramente, el humor de la casa era bajo.

—¿Alguno tiene hambre?—Pregunté, intentando sacar algo para conversar, aunque claro, conseguí una respuesta negativa por parte de ambos.

—No pienso comer una mierda hasta que no encontremos a Valentina.—Advirtió el argentino, suspirando audiblemente.

—Tío, de veras, ¿no te ha dicho algún lugar a donde podría llegar a ir? La casa de algún pariente, algo.—Interrumpió Ginés con la misma pregunta de ayer, seguía esperanzado a que pase un milagro y algún recuerdo venga a la cabeza de éste.

—No..¿pensas que no se los hubiera dicho si no?—Ironizó, golpeando levemente la mesa dónde estaba el café frío, preparado hace unas horas.—¿Tan poco pensas que la quiero, Ginés?

—¿Pueden cerrar la puta boca?, si volverán a pelear, háganlo en alguna otra parte.—Hablé con firmeza, mirándolos. Se callaron luego de eso, y la armonía del lugar empezó a intentar entrar.

Volví a apoyar mi cabeza en el sillón de la sala al asegurarme de que no estaban discutiendo internamente, dándome cuenta de que el sueño que venía tratando de mejorar, había vuelto a decaer, teniendo en cuenta lo acontecido, había dormido entre seis o siete horas en dos días. Estaba molida.

Mi cabeza se acomodó al instante en el almohadón celeste, y creí haber caído en un profundo sueño, pero simplemente era otro desmayo, me había vuelto a desmayar, estando en un lugar dónde ninguno de los individuos sabía de ésta característica en mí, y no sabía si se darían cuenta.

Para mi sorpresa, una vez que cerré los ojos, estaba sentada en una de las laderas frente a una casa en el medio de un descampado, era una casa marrón, con faroles en la puerta y rejas en la puerta, le faltaban varias ventanas, y desde fuera podía verse la figura de alguien, en posición fetal en el piso probablemente. Ajusté mi mirada, dándome cuenta que habían dos personas más, e intenté centrarme en esa casa, escuchando risas cada cierto tiempo. 

—Brunella, la re puta que te parió, despertate.—Sentí como alguien estaba zarandeándome con fuerza, aunque no tan bruta, y salí de mi trance, llevando mi cabeza hacia delante y largando todo el aire que tenía en mis pulmones, tratando de no ahogarme.

leyenda; wallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora