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BRUNELLA

-Menudo hijo de puta eres, ¿sabías que hacer trampa es malo?.-Solté el control de comando de la play, reprimiendo un bufido al escuchar la risa del rubio sobre lo que había dicho recientemente.

-Decir que eres la mejor jugando contra mí también está mal.-Rodé los ojos y me senté en el sillón con una buena cara de mal humor encima.

El partido había quedado por poco igualado por empate, pero sobre el final de la partida el varón había marcado un último gol consagrándose como el victorioso, aunque lo había hecho a costa de hacerme distraer.

-¿Ya te has cabreado verda'?- Preguntó Gines, riéndose audiblemente.

-¿Tanto te cuesta admitir qué no sabes jugar?-Levanté la vista de mi pulsera, topándome con el espeso color verdoso de los ojos de mi acompañante, gracias a sus lentes de contacto.

Su mejor facción y la más cautivadora, sin duda alguna, aunque su sonrisa también era algo espléndido.

-¿Tanto te molesta perder en un juego de mierda, tía?- Levanté mis hombros sin saber que decir, volvió a reír.

Que sonrisa tan adictiva tenía.

-¿Quieres comer algo o no sé, quieres algo?- Lo miré negando, y él volvió a sentarse del mismo modo en el que estaba anteriormente.- Puedes comerme a mí también si te apetece tía, aprovecha la oferta.

-¿Un tanto algo tu ego verdad?- Se río mordiéndose el labio, regalándome su mejor mueca de desinterés.

-¿Saldrás a algún lado más tarde?- Preguntó, un par de minutos después, evadiendo cualquier comentario relacionado a la conversación anterior.

-Es probable, pero espero no encontrarme contigo.-Respondí, sin mirarlo.-¿Tú harás algo?

-Sí, seguro saldré con mis amigos o algo.

Seguramente termine encontrándomelo en algún lugar, esperándolo con la fe ciega en ello estaba segura de que pasaría, si la suerte me adora.

-¿Me puedes prestar tu campera? Dejé la mía en el coche y me da pereza ir por ella.-Pregunté al sentir una onda de frío pasar por mi nuca, él asintió, para pasarme su abrigo, levantándose de dónde estaba sentado para sentarse literalmente al lado mío.

-¿Te acuerdas cuando éramos unos críos y habíamos jurado ser mejores amigos por siempre?-Preguntó, dejándome helada, me había costado varios meses superar la grieta que la historia nos había hecho pasar.

-Éramos tan ilusos, éramos unos críos, tú lo has dicho.

-¿Por qué no podemos volver a eso, Brunella?-Mi nombre sonaba tan angelical al salir de sus labios, suspiré antes de pensar que le diría, tratando de buscar las palabras correctamente apropiadas.

-No lo sé Ginés, es complicado y lo sabes. Además te has mudado aquí, y sabes que está casi prohibido que entre habitantes de nuestras ciudades haya algún tipo de relación.-Me miró por unos segundos y ladeó su cabeza a modo de respuesta, adaptando una mueca triste.

-Pero podríamos intentar volver a eso, ¿no? Es qué, que hayas sido uno de mis pilares en mi infancia y que ahora falte tu personalidad a mi lado todo el tiempo, es bastante...-Suspiró tensando sus hombros, aunque no demasiado alto para no generar mucho ruido.-Raro, y no me gusta tener que acostumbrarme a eso.

-Ven aquí.-Le di un suave golpe al almohadón gris que estaba a mi lado. Se sentó junto a mí, y se recostó sobre mis piernas luego de pedir permiso con un gesto de su mirada, extrañaba esto realmente, sin embargo no era algo de lo que debería estar orgullosa.

-Hazme las caricias que solías hacerme de niña en el pelo cuando estabas cabreada con tu madre.-Pidió en un susurro, cómo si le diera un poco de vergüenza su petición.

-Me gusta tu cadena, ¿es la que te regaló... ella?-Empecé a mover mis dedos en su pelo luego de que se acostó, y aproveché si posición para pasar mis dedos en su cuello.

-Tía, lo siento mucho en verdad, no te imaginas cuánto, pero me pidió antes de irse que la use lo más posible.-Sus ojos empezaron a tener el brillo característico de él cuando estaba por llorar, o reprimiendo las lágrimas dentro de si. Lo sabía bien, me estaba pasando lo mismo.

-Te quería como un hijo.-Tragué saliva y algunas lágrimas de por ahí apartando mi mirada.-Todos los días me levanto pensando en qué probablemente estaría ahí conmigo, contándome cada una de sus anécdotas más de una vez. La extraño, muchísimo.- Inocentemente, mis ojos habían empezado a lagrimear, Ginés se incorporó como pudo para estrecharme en sus brazos, mientras limpiaba mis sollozos con la yema de sus dedos tratando de que ambos nos calmasemos.

-No llores más tía, tranquila.

Me separé unos momentos después, seguía teniendo ese aura angelical que había logrado enamorarme en mi infancia, ese cuidado que tenía por y con los demás, y la calidez que sus abrazos generaban. En otras palabras, era mi lugar seguro aunque tratara de negarlo o de pasarlo por alto, y siempre lo sería.

-Lo siento, y-yo no debí haberme puesto así, está mal técnicamente que estemos así.- Trataba de buscar una excusa en mi cabeza para no empezar a fabricar una película dentro de mi cabeza, pero no estaba pasando. Y de un momento a otro, mi mirada comenzó a alternarse entre sus ojos y labios.

-Ella querría que siguiéramos siendo amigos. ¿Lo sabes, verdad?-Asentí, volviendo a caer en él sillón aunque no pude ya que sus brazos me lo impedían.

Ginés, en un rápido movimiento, corrió algunos mechones del pelo que estorbaba en mi cara, y me acarició la mejilla muy suavemente.

Nuestras respiraciones empezaron a mezclarse, en estos momentos carecía de control sobre la situación, todo fluía muy rápido, la distancia de ambos parecía colgar de un fino hilo.

Me daba un poco de miedo ser la que de el primer paso, y aunque debía dejarme llevar, había algo que me impedía proceder a lo que fuera que estaba por venir. Y era mayor a mi impulso de querer hacerlo.

-No puedo Ginés, lo siento.-Me separé de él, tratando de alejarme lo más rápido que podía, sabiendo que lo estaba dejando a un lado sin siquiera disculparme, pero la culpa me consumía.

¿No quería besarlo? ¿No podía besarlo?
¿Qué era eso que me impedía besarlo?

leyenda; wallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora