cuarenta y cinco

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BRUNELLA

Nunca había experimentado cuál era la sensación de caer de un acantilado, y aunque ésta situación no fuera exactamente así, sentí mi vida pasar por delante de mis ojos. Los cimientos de una hendidura en el suelo se habían quebrantado, cambiando de piel, dejando un relieve nevado. Recuperando el control corporal, y sin importarme la opinión de nuestros progenitores en cuanto al beso y que había pasado luego, tomé la mano de Ginés con la incertidumbre de lo próximo, pero con la intuición de que faltaba muchísimo menos de lo que esperaba para que terminase. 

—Ei, perdona.—Tiré apenas de su mano, haciendo que volteara a verme.—No estaba controlando mi conciencia, casi te apuñalo también, lo siento.

—Eso mismo niña, no eras la cabeza central ni tenías el control, creo que no puedo crucificarte. Pero, deja de sentirte culpable, yo sé quién está debajo de tu coraza y sé que por más enojo y rencor que tengas, no matarías a alguien.—Aclarando su tono de voz, besó el dorso de mi mano llevándome más a él.—¿Ves a nuestros padres de casualidad?

—Sí tío, están allí...mira, —Volteando mi mirada hacia el lugar en dónde habían estado anteriormente, me sobresalté algo asustada al no verlos a ellos o a algún tipo de rastro.—Valep, no sé a dónde se los ha llevado la tierra. 

—¿Dónde estamos?—Preguntó en un susurro, trazando con la yema de sus dedos el camino reluciente entre el blanco color de la nieve.—Porque esto no parece ni de coña el Partenón...   

—No creo que lo sea, pero parece la cumbre de algo.—Comenté, llevándome las manos a la frente al sentir un fuerte malestar en la cabeza.—Hazte a un lado, creo que vomitaré.

—¡Vale! Suéltalo aquí, porfa.—Pidió pasándome una de esas típicas bolsas que dan en los aviones por si tienes náuseas.—Estamos fritos tía, no siento las piernas.

Tosiendo al recomponerme del repentino malestar, acomodando los mechones de mi cabello, posé mi mirada en el corte de su pierna. Suspirando con preocupación al ver el tamaño de la herida y que comenzaba a ponerse violeta, rompí un retazo de mi camisa, atándole el paño a la altura del talón.

—No sé cuánto te aguantará esto, pero tenemos que hacer que pare de sangrar, y no tengo ningún cicatrizante.—Avisé, levantándome luego de tropezar con una mala pisada.—¿Qué te ha sucedido luego de que me fui? Tienes un aspecto fatal.

—Lo sé, me he caído en una trampa que en realidad era una cueva y sentía que algo me seguía por lo que tuve que empezar a correr entre la oscuridad, dado que mi móvil se averió y no había luz. Algo me ha cortado la pierna pero tuve que aguantarme el dolor para seguir, llegué a una sala en la que creo firmemente que me he desmayado y luego he desfallecido recibiendo una carga enérgica, —Relató, pausando sus palabras para dar una bocanada de aire.— Luego llegué a una habitación en la que había una mujer que parecía mi madre, tuve que romper cadenas que la estaban atando, y he salido por un túnel a la superficie, pero no puedo creer que haya pasado en 48 horas, parecieron cinco o seis.

—Ten, creo que tengo una barra de cereal en alguno de los bolsillos, —consiguiendo el alimento, me topé con otro objeto que por ahora debía de pasar por alto, no era momento de revelar ese secreto.— espera espera, ¿tu madre?

—Sí, no sé, parecía ella pero no ha mostrado la cara y al soltarla salió corriendo de espaldas, pero la colonia que usaba, tiene que ser ella. ¿Qué estoy diciendo? ¡Por favor! Si ella es la que nos ha dejado tirados como trapos.—Haciendo una mueca rigorosamente discreta, negó abrazándose a mí.—¿Por qué se ha ido? La necesité miles de veces cuando los tratos de papá no eran los mejores, cuando las marcas se hacían notorias, ¡y nunca estuvo!

—Habrá tenido motivos para hacerlo, no se justifica claro está, pero quizá te ha estado buscando, algún día te lo dirá.

—No sé, mi familia es una basura, tiene razón en haberse ido, digo, ¿quién querría a un padre alcohólico, además de violento que pasa siendo una basura con sus hijos y esposa? Ha escapado mientras ha podido, pero dolió.—Finalizando la confesión, salió de mi cuello con una expresión dolida, sorbiendo la nariz mirando hacia el cielo.—Pero da igual, me he levantado de eso con los años y ya lo he superado bastante, ¿qué tal tú? Estás pálida.

—Todo pasó muy rápido, he perdido la mayoría de la energía tratando de volver a tomar el control, pero no es nada, de verdad.—Me excusé, buscando la primer coartada con sentido, sabiendo la verdadera razón de  mi estado actual.—Pero en fin, he hablado con Joan y mamá había desaparecido, debería haberme olido que se aparecería por aquí.

—Ya, ¿cómo has llegado hasta aquí? No tienes pinta de haberte planteado una excursión a la mayor atracción del lugar.

—Pues no, he encontrado la figura de la luna que he encontrado en el castillo, luego tuve algo así como una epifanía y he descubierto en dónde estaba el sol que tu conseguiste, y si los juntaba en dirección al punto más alto, el Partenón por defecto, brillaban más, entonces he decidido que debía venir.

—Tengo la suposición, de que en el fondo, terminarías deduciéndolo.—Haciendo un bollo con el envoltorio de la barra de cereal, una mueca volvió a aparecer en su rostro.—¿No me ocultas nada, verdad?

—Qué va, ¿por qué lo preguntas?

—Pues, sigues pálida y pareces cuidar todas tus acciones, y no sé, no me da buena espina.

—No es nada importante, primero hay que centrarse en encontrar a nuestros padres.

—Entonces me ocultas algo.

—Te lo diré, te lo prometo, pero no al lado de un...—Mirando mejor el ambiente, los relinches de un par de caballos en el fondo, me dieron la pista exacta de dónde estábamos.— establo. 

—Uhm, está bien.—Respondió sin estar muy convencido, y entre un par de pasos en falso llegamos a la puerta de madera del recinto. 

Ejerciendo algo de fuerza para poder abrirla, dado que estaba trabada en una escala baja, pero ninguno de los dos tenía la fuerza suficiente para abrirla, ahogué un grito en silencio al ver que un par de cosas habían caído de mis bolsillos. Moviéndome con rapidez para levantar ese objeto que estaba evadiendo a toda costa, suspiré de forma temblorosa al ver la mano de Ginés levantándolo antes.

—B-brunella, ¿esto no es una tomada de pelo, verdad? —Cuestionó con la voz repleta de miedo, y con un atisbo de emociones, su mirada se clavó en mi.—No puede ser real esto...

Un secreto que revelar, dejando a todos con la boca de par en par.

—Lo es, lamentablemente lo es.—Murmuré, bajando mi vista hacia mis manos olvidándome de la puerta que habíamos logrado abrir.—Estoy embarazada, y como no he estado con nadie más, estoy embarazada de ti.

Pero las voces desgarradoras de nuestros progenitores nos hicieron volver a la realidad. 

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