nueve

103 14 2
                                    


BRUNELLA


—¿Que coño estás diciendo, Javier?

Ambos nos encontrábamos en la cocina de la casa de su pareja, esperando que el agua que habíamos puesto para hacer café se terminara de calentar, ya que estaba empezando a amanecer, y posiblemente a todos nos vendría bien despejarnos después de todo lo que había pasado en la noche.

—No me jodas Brunella, es más que obvio que está enamorado de ti, o que al menos le gustas.—Aseguró con seguridad, haciendo que largue una carcajada.

—Haces chistes buenísimos, ¿sabías?.—Pregunté, ironizando la situación.—No seas ingenuo, no podría sentir algo por mi.

—Bien, sigue viviendo en tu burbuja.—Retiró el agua del fuego, dedicándome una sonrisa.—Ahí viene tu Romeo.

Rodé los ojos al escuchar lo último que Javier había dicho, pero antes de poder decir algo, un Ginés adormilado entró en la cocina.

—¿Se ha cortado la luz? Joder, que noche.—Preguntó, tallándose los ojos, para luego sonreír sin mostrar los dientes.

—¿Te sientes mejor?.—Pregunté, obviando por completo la mirada de Javier, diciéndome algo así como te lo dije.

—Claro que está bien, si está contigo.—Astrid apareció detrás de Ginés, dándole un susto bastante grande con la mano apoyada en su espalda, dejando ver las velas que tenía en su mano contaria.—Se cortó hace media hora, más o menos.

—¿Quieres un café, tío? Nos ha sobrado agua.—Preguntó Javier, tomando en sus manos un café para él y uno para Astrid.

Restándole importancia a la pregunta anterior, Ginés se acercó a la mesada, sonriéndole para hacerse un café.

—Estaremos en la sala de estar, traten de no llevarse nada por delante, joder.—Pidió Astrid, saliendo de la cocina.

Estábamos en completa oscuridad, sin embargo lograba saber dónde se encontraban sus ojos posados, y aunque pareciera bastante raro, lograba verlo.

—¿Podemos hablar sobre lo de recién?.—Tragué saliva al terminar de preguntarlo, y caminé unos pasos, quedando en frente de él. 

—No me preguntes que es lo que ha pasado, que no tengo ni idea.—Contestó, apoyándose junto a la mesada, de manera que quedamos uno contra otro.

—Cada vez esto es más raro, me está empezando a asustar.—Bebí un sorbo de la bebida caliente que estaba en mi poder, sintiendo la pesada respiración de Ginés extremadamente cerca mío.

—Algunas veces el camino correcto no es el más fácil, cariño.—Habló en una voz ronca, apoyando su bebida en la mesada.

—Como sea, joder.—Pasé una de mis manos por mi cabello con desesperación.—Nos estamos complicando la vida, y lo sabes bien.

—¿Crees que yo quiero esto, tía?.—Preguntó, elevando su tono de voz.—¡No, joder! Solo quiero poder besarte de una maldita vez.

Como si hubiese tenido alguna premonición, apoyé el vaso en la mesada, como Ginés había hecho anteriormente, en el momento justo antes de sentir la cabeza de éste sobre mi hombro.

—Lo siento, esto me está consumiendo.—Llevé mis dedos a su pelo, para intentar calmarlo.—No debería haber reaccionado así, soy un imbécil. 

—No lo eres, cualquiera tendría esa reacción, tranquilo tío.—Levantó apenas su cabeza, tomándome de la cintura con sus manos.

—Creo que mi sueño es poder ser un adolescente normal, ¿el tuyo?.—Corrió uno de los mechones de mi cabello atrás de mi oreja.

Estaba muriendo de las ganas de besarlo, jo.

—¿A que te refieres con normales? La normalidad es monótona Ginés, prefiero ser rara a ser un bicho como cualquiera de la sociedad.—Encarné una ceja, viendo como entrecerraba los ojos.

—Concuerdo en lo que dices tía, pero que te persigan fantasmas ya es pasarse de la raya.—Lo miré sorprendida, ¿también a él le tenía que pasar exactamente lo mismo que a mí?.

—No me has con-ntado.—Tartamudeé, tomándolo de la mano, gracias al escalofrío que había sentido.

—Te lo dije recién en la habitación, antes que que la luz se cortara, o de que la hayamos cortado.—Susurró en mi oído, volviendo a hacerme temblar.

Tenía razón, hace un rato me había dicho que había descubierto algo, y en cuanto quiso decirlo, la luz de la habitación había empezado a funcionar mal, hasta terminar cortándose.

—Me cago en tus muertos, Ginés.—Insulté, luego de que me pisara el pie.—¿Que ha pasado con el fantasma?

—No sé, joder.—Se frustró, pasándose la mano por la frente de manera frenética.—Se ha aparecido, en...—Titubeó.—las bodegas de casa, creo, sí, fue ahí. Y ha pasado como con el libro, parecía que me quería decir una segunda parte de algo.

—Mierda, mierda, mierda.—Comencé a desesperarme, ya era un agobio que todo lo que pasara estuviese conectado.

—¿Qué ha pasado?—Preguntó nuevamente, y bajé la cabeza negando a su pregunta.—Tía, no me mientas, me estás ocultando algo.

—Que me ha pasado lo mismo, macho.—Conté, apoyando mi mano en la mesada, elevándome apenas.—¿Ves por qué te digo que esto ya empieza a dar miedo?

—Madre mía, esto ya se fue por la borda de lo real.—Miró su reloj plateado que brillaba apenas, y logré ver por el rabillo de mi ojo el reflejo de sus orbes esmeralda.—Entendería si quieres dejarlo, jo.

—No.—Tomé una postura con firmeza, adaptando un tono de voz más certero.—Si acepté esto es porque iba a estar en todo lo que sea, por más irreal que parezca.

Me sonrió al escuchar esas palabras salir de mi boca, y largó una risa ronca, repleta de felicidad.

—¿Encontraste algo con el tema de los libros?—Preguntó con inquietud.

—No, no encontré nada relevante.—Contesté con frustración, nuevamente.—¿Tú has encontrado?

—Sí.—Susurró, como si alguien podría estar escuchando esa respuesta.—Es un libro de profecías antiguas, pero contiene la misma que la del libro.

—Bien,—Exclamé, sin emoción alguna.—Tenemos que seguir buscando por ahí.

Y desde entonces, íbamos a empezar a tener las horas, y los minutos contados.

Íbamos a meternos lo más adentro posible de lo irreal, y ninguno sabría hasta que punto iba a ser bueno.

leyenda; wallsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora