trece

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BRUNELLA:

Efectivamente al salir casi corriendo de esa habitación, obvié completamente el hecho de pasar por la habitación de Astrid. ¿La había usado para tapar mi descontento y así irme? Si, probablemente. Pero de todos modos, no creía que necesitara mi ayuda, por lo qué ir al parque frente al hotel me pareció, dentro de lo poco que conocía Málaga, la mejor opción.

Quizá había suficiente drama como para deprimirse por esto, pero de cualquier modo, era algo tedioso y decepcionante qué le haya regalado tal accesorio, habiéndome dicho antes que significaba algo para él ese acto.

¿Entonces, yo no significaba nada para su vida?

También podría ser que estuviese viendo todo con más detalle y estuviese apurando las cosas. Pero, creo que las inseguridades que rondan cerca de mi esquema de una coraza levemente frágil, estaban empezando a dejar de ser constantes, por ende, estaba empezando a tener confianza en mis sentimientos hacia él, y de por sí, Ginés me daba confianza en su totalidad.

¿Y ahora qué?

Bien, tendría que pensar alguna excusa tonta para volver al hotel sin qué se note porque me fui y sin quedar como una pequeña llorando por la sensibilidad de las cosas que recaían en sus inseguridades. Pero, ¿cómo se supone que tenía que actuar después de todo esto? ¿Tenia que hacerme la indiferente y sin más? ¿O qué?

—¿Brunella? ¿Estás bien?—Cuestionó una voz atrás mío sacándome de mis pensamientos, la que reconocí al instante, el único participante que estaba faltando en el hotel.

—¿Tú qué crees, chemi?—Levantando apenas mi cabeza, realicé una seña para que se siente al lado mío.—Una mierda.

Chemi y yo éramos bastante amigos, solía verlo cuando estaba con Javier y Astrid, posiblemente no éramos amigos tan cercanos ni tan cercanos, pero sabía que podía contar con él si lo necesitaba o si algo me pasaba. Razón por la que también confiaba ciegamente en éste, había estado indirectamente en los momentos donde más necesitaba un brazo para llorar.

—¿Qué ha pasa'o cari?—Se sentó un poco más abajo de mi, en el piso, estirando sus piernas mientras rascaba su cabello.—¿A quién tengo que pegarle una buena ostia?

—Ginés y yo estábamos a punto de besarnos, y han entrado dos personas en la habitación y bua, que ginés se ha puesto súper meloso y hasta le ha regalado un anillo.—Comencé a contar, esbozando una sonrisa tonta al recordar el momento previo a mi enojo.

—¿Y te ha dicho lo especial que son las personas a las que le regala cosas así?—Inquirió interesado, mientras que yo estiraba mis pies para bajarme de los ladrillos de piedra donde estaba sentada. Ladeé mi cabeza en forma de respuesta, y éste entendió la respuesta con un gesto de compasión.—Sí, a mi también me lo ha dicho....espera, haremos algo.

—¿Qué vas a...?—Enmarqué una ceja, y me desesperé a grandes rasgos al ver como sacaba su teléfono y empezaba a marcar el número de quien estaba siendo nombrado por nosotros.—¡Chemi, no!

—Silencio, y deja que los mayores hablen.

Al instante de qué intenté emitir alguna blasfemia en contra de Chemi, el pitido de la otra línea sonó, dándome a entender qué había contestado y si hablaba mi contrario me daría una buena paliza, y no quería eso.

—¿Chemi?—Preguntó Ginés por la otra línea telefónica.—¿No deberías estar en el hotel?

—Estoy por llegar, pero escúchame, ¿Brunella está contigo?—Preguntó con normalidad suma, como si no fuese que estaba al lado de él.

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