Prólogo

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Todos se empujaban entre sí, algunos hasta se desmayaron, volteé a ver a un par de chicos que estaban en el suelo tratando de conseguir lo mismo que nosotros. Había perdido de vista a Evelin y Andy, quizás ellos ya lograron llegar a la primera fila, la espalda de Charlie era lo único que reconocía, iba a jalar de su mano, hasta que otra me tiró hacia atrás, tirándome del cabello, caí de nalgas, nadie se ha volteado a verme, nadie me escuchaba, sus teléfonos encendidos no me dejaban ver nada, sus bolas luminosas menos, trate de pararme, pero otro empujón me hizo caer, esta vez golpearon mi cara con uno de sus codos, joder, creo que me rompieron la nariz. Hasta que de pronto me tomaron por los hombros ayudándome a levantar, le agradeceré tanto a esa persona, pasé mi mano por mi cara, el golpe fue duro, pero no era lo que me imaginaba, su mano agarró la mía, mi vista trataba de acoplarse de nuevo, y al hacerlo me topé de nuevo con él, me hablaba, pero no le oía nada, era imposible a esa distancia, me acerqué más, para que sus labios se pegaran a mi oído, pude sentir su mejilla contra la mía demoro en hablar, pero al final lo hizo.

— Quédate cerca de mí. —Asentí sin dudarlo.

Su mirada estaba sobre mí, sus mejillas encendidas por el destello de colores del alrededor, sujetó con fuerza mi mano al mismo tiempo que brincaba, el lugar era un caos, un caos completamente hermoso, los movimientos, la música, el baile, el llanto, las sonrisas, la gente conectada por una sola razón, amarse a sí mismo, eso es lo que todos gritan, todos son felices, todos luchan a su manera, y aquí es donde uno se olvida de todo, se olvida de lo que sea que ocurre afuera.

— ¡Que se jodan todos! —grite, aunque posiblemente nadie me escuchó.

Esto es una locura, un chico está volando por encima de nosotros, todos intentan alargar sus manos, llegar hasta al cielo y poder tocarlo, sus labios no dejan de pronunciar su nombre él es Jeon JungKook, he comenzado a tener algún fanatismo por sus nombres, son raros, pero singularmente hermosos, me pregunto ¿Por qué Arwen no lleva un nombre así?

Mi voz ya estaba ronca, no sé, pero hasta a mí me estaba dando ganas de llorar, todos lo hacían y por alguna razón no quiero quedarme atrás, estoy llorando, estoy viéndome tontamente como una maldita desgraciada, limpié mis mocos con la manga del buzo, el chico a mi lado me estiró su pañuelo, me asombra que traiga uno, los chicos de este tiempo jamás piensan en esas cosas y no estoy mintiendo al decirlo. Sacudí mi nariz, casi se termina el concierto y no sé por qué rayos estoy así, y todavía frente a él.

— Maldito corazón de pollo. —susurre con mi nariz metida en ese pañuelo, que olía jodidamente bien.

Los fuegos artificiales fue lo último que se vio, ya había terminado, y aunque todos se les había corrido el maquillaje, se ven estupendamente, sobre todo relajados, me perdí de vista de mis amigos, pero al final estoy a salvo. El pelinegro me extendió una botella de agua, yo estoy buscando con la mirada el auto de Charlie, espero y no me dejen tirada, ya me siento demasiado apenada por como esta mi cara, seguro estoy hinchada.

— Tus amigos te dejaron tirado. —Fui la primera en hablar.

— No eres la única que tiene unos estupendos amigos. —Dijo indiferente, luciendo una casaca negra y botas del mismo color que le lucen perfectamente bien —¿él es tu novio?

— Eso es irrelevante.

— Entonces si lo es. —Se montó en su moto, mientras buscaba sus llaves.

— No lo es. —Dije de momento.

Su mirada se encendió y se concentró en mí, como si le hubieras dado esperanza a un cachorrito que intenta ser adoptado, apretó sus labios y no se lo pensó demasiado al alcanzarme uno de sus cascos. Mis ojos se abrieron de par en par, es igual que ese día, las palabras de Bill vinieron a mi mente: "¡Selena, baja de ahí! ¡Selena ven aquí! ¡No lo hagas Selena!" No puedo volver a ignorar sus palabras, esa vez fue mi culpa.

— No puedo Arwen. —Retrocedí unos cuantos pasos.

— ¿Qué sucede?

El bajo de su moto, la rodeó y frente a mí, acomodó el casco en mi cabeza, lo mire y negué, no puedo faltarle el respeto a mi hermano, no después de eso, no después de que yo lo matara.

— Arwen yo no subiré a esa moto. —Tenía mis manos en el broche del casco, sus manos les hicieron compañía a las mías, su sonrisa me hizo querer intentarlo, tratar de ser sincera.

— ¿Quieres que te saque de aquí?

Estar frente a la moto me hizo sentir como ese día, me volví a estremecer, un chasquido que salió de los labios de Arwen me hizo volver en sí, mi corazón no quería parar pero mi cabeza no sentía lo mismo, me decía que no piense mientras que el otro no dejaba de analizar la situación, hasta que un fuerte grito llegó hasta mis oídos.

— ¡Selena! —Es Charlie.

Mire hacia su dirección, venia solo, con una cara llena de preocupación, pero al ver a Arwen, le cambió completamente.

— Charlie.

Su nombre fue lo último que dije, Arwen jalo de mi brazo y subí a la moto, mi cuerpo reaccionó por sí solo, volteé a ver a Charlie, ya era muy tarde para bajarme, la moto rugió, yo me aferré a la cintura de Arwen, pude oír como una risa salió de él, mi cara se pegó a su espalda, creo que ya me di cuenta que es una mala idea.

— ¿¡Selena que mierda haces!? —Grito Charlie.

Arwen no arrancaba, es como si estuviera esperando a que Charlie llegara a nosotros para así burlarse en su cara, por mi cabeza se me pasó miles de accidentes que podríamos sufrir si no me tiro ahora mismo de esta moto, lo peor que me podría pasar es que mis palmas y rodillas se raspen, nada grave comparado a estar en un hospital, intentando no dejarme morir. Y cuando decido soltarme de su cintura, él arranca con fuerza, vi por uno de los espejos lo cerca que estuvo Charlie de llegar hasta nosotros.

— Arwen. —Grite.

Entrelazó su mano con la mía sobre su abdomen, debe estar jugando.

— Baja la velocidad.
— Si lo hago me soltaras. —Susurró.
— Prometo que te patearé el trasero. — Fue lo último que dije.

Era evidente que me encantaba.

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