Capítulo 21

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Teléfono público

Park

― ¿Podrías ponerte algo más abrigado? ―Sugerí.

Soltó de manera amarga Greenberg. Tiene resaca y una muy repentina gripe que no lo deja pensar a gusto.

― Hace calor como para una polera.

Tire la mochila contra mi asiento, sentándome sobre la mesita para poner mi frente sobre la suya, lo cual se lo tomó a mal, y terminó echándome un golpe.

― Tan temprano, y ya andas de puto.

Me encogí de hombros, he tenido la mejor noche de mi vida, y aunque mi existencia no sea eterna, jamás olvidaré ese momento.

― A si se toma la temperatura cuando no tienes un termómetro.

― Mi novia me terminaría en el mismo instante en que nos vea, eres rarito Park.

― ¿Cuál? ¿Susan?

No es que sea una santa paloma, pero el chaval se ha conquistado hasta a mi abuelita, no asienta los pies sobre la tierra, es terrible, y eso nadie lo pone en discusión.

― O tal vez, ¿Darla? ¿Hannah? ¿Yenna?

Se echó una risita de tonto, como si fuera algo de lo que se podría estar orgulloso.

― Pásame la tarea de química, nos toca a la segunda hora, y si te niegas terminaré reprobándola. ―Esas es la adrenalina que le falta a mi vida, pero no tengo tal lujo― Me maté queriendo comprenderla, pero, aunque naciera en ese mismo año y se lo preguntara al mismo científico, seguiría igual de perdido como el eslabón del simio.

― No puedes decir eso cuando estés en medio de una cirugía.

― Lo sé, lo sé. Pero en ese momento seré un buen médico, lo prometo. ―Tomo una postura seria, luego pintó en su cara una sonrisa― pero, ahora salva mi semestre.

Negué, entregándole mi cuaderno.

― Que no sé vea igual.

― Como órdenes, campeón.

Ash, odio cuando me dice así.

Alce mi mirada, viendo como de a poco iban llegando los demás. Algunos con caras de pocos amigos, otros tomando la banca como si de eso dependiera su vida, otros llegan riéndose, abriéndose paso ante todos siendo el centro de atención, es una mañana fría, en la que puedes ver por la ventana como caen pequeñas gotas de agua, esta es la etapa en la que nos están preparando para lo que sea que tengamos que enfrentar allí afuera. Ahora que he tocado ese punto, debería decírselo.

― Greenberg.

Respondió con un murmullo sin despegar la mirada de mí cuaderno, y su mano del boli.

― Gracias por cuidar de Selena.

― Para eso están los amigos.

Supongo que tiene razón, pero, aun así.

― El día de tu boda, te pagaré la luna de miel.

― Mejor págame esa cantidad ahora. Sabré en que invertirla.

Cómo si no lo conociera.

― En alcohol y mariguana, mejor no.

Golpeo su rodilla contra mi pierna.

― ¡Cállate, hombre!

― ¿Qué? Nadie está interesado en nuestra práctica, todos viven sus vidas.

― No es cool, que hables de los demás a la ligera, como si la otra persona no sufriera por ello. ―Golpeo su puño contra la mesa― No eres el único en el mundo, pendejo.

― Si nadie te habla con crudeza y sin delicadeza, jamás te tomaras las palabras enserió, llegará un día en el que te lamentaras que nadie lo haya hecho.

Mire hacia la ventana, viendo como la vida pasa ante mis ojos.

― Quisiera tener la oportunidad de equivocarme, a pesar de que eso me duela.

Quisiera parpadear sin tener miedo de que mis ojos no se vuelvan abrir.

― Esta noche iré a un lugar. ―Susurre sin despegar mi mirada de aquella ventana de bordes dorados― Y, no planeo venir mañana a clases.

― ¿Acabamos de regresar de vacaciones?

En ese momento no la tenía a mi lado, no como ahora.

― La prolongaron para el quince. ―Quería que Greenberg lo supiera.

Su cara palideció, y regresó su mirada a los apuntes, mientras trataba de coger el esfero sin temblar, con una expresión neutra, parecida a la de un robot.

― Quizás esta vez sea un aparato, o uno de verdad, depende de lo que quiera Dios.

Mordió sus labios, negando con su cabeza, como si le hubiera fastidiado mis palabras.

― ¿Por qué siempre hablas de él? ¿No ves en la posición en la que te ha puesto? Te estás muriendo y sigues hablando de él como si fuera tu héroe.

Él me está probando, yo decido en quién depositar mi confianza, jamás me ha hecho sentir lo contrario.

― Él me ha dado una razón para continuar, y yo no estoy muriendo, él me está siendo sentir más vivo que nunca.

― No te entiendo. ―Rodo sus ojos, cansado.

Me miró como si le estuviera suplicando que me tenga lástima.

― Esa chica te va a odiar, Park. Por lo que le estás haciendo.

No puedo alejarme de ella, aunque quisiera.

― La has acosado por tanto tiempo, y ahora quizás hasta la rompas en trizas.

― Tienes poca fe en que voy a salir bien de ese cuarto.

― Tal vez, la realidad es una mierda. Jamás quise abrumarte con mis pensamientos estúpidos, pero no quiero pensarlo después, y cuestionarme no haberlo hecho.

Tomo una bocanada de aire, y decidió soltar lo que callaba.

― Escapémonos ―Dijo en una sonrisa― ¿Qué podría pasar en tres días?

Tan pronto dijo esas palabras, en ese mismo instante salimos a carrera del aula, quizás ese día no suceda nada, quizás ese día sobreviva, y termine llevándome mi primer rojo en mi libreta, me expulsen y me lleve conmigo a Greenberg, pero nada de eso se nos pasó por la cabeza. El día y la noche tiene una brecha, se distinguen por ser diferentes, y tener algo que el uno del otro se envidia, yo tengo un grupo de amigos que jamás dicen un no a planes que salen de la nada, y menos cuando en ellos está la palabra peligro en rojo, y es que la vida es simple, si no te arrepientes por algo. Nada se puede comparar a ese término cansoso que no deja de golpear en tu cabeza. Eso que todos envidian, y que de un momento a otro te hace sentir deseoso y vacío.

Ahora debo buscar un teléfono público, el móvil se me ha olvidado en casa.

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