Capitulo 2

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La chica de las botas negras

Selena

Estaba hablando con una de las enfermeras del equipo de cuidados paliativos, la terapeuta debe estar loca, estoy deseando morir y así poder intercambiar con uno de ellos mi suerte, esto es realmente deprimente, las paredes van cambiando de colores, al final del pasillo con un celeste cielo y con un cartel de un niño sonriente sobre la puerta donde tendré que fingir una sonrisa y comportarme como una tonta, pero a diferencia de las otras veces, esta si valdrá la pena.

Le dije a la enfermera que no había necesidad de que entrara conmigo, después de todo pasaré aquí todo el día, y lo que haré es leerles un libro, se ve interesante y aún no lo he explorado.

Solté un largo suspiro mientras giraba la perilla, y una muy forzada sonrisa enmarcó mi cara, las mamás que cuidan a sus hijos detuvieron su mirada en mí, estoy entrando en pánico, y mi corazón no deja de palpitar como si de un torbellino se tratase, incluso los niños me veían de una manera extraña, quizás llevo demasiado negro en mí, o mi cabello castaño les incomoda. Debí haberlo recogido antes de entrar, así no me sentiría tan culpable.

No soy lo que esperan, no tengo carácter, y menos la habilidad de tratar frente a tantas personas.

― ¿Eres nueva?

Una niña de unos ocho años me observaba detenidamente con una sonrisa cortes y nerviosa, miré una vez más toda la habitación y me dirigí a ella, acuclillándome a su altura mientras sonreía de una manera sincera.

― Soy Selena, ¿quieres que te lea? ―Le mostré el libro que llevaba en mis manos.

― Alicia en el país de las maravillas. ―Dijo no convencida por mi elección, y no la culpo, ni yo la he leído, porque me gano más la idea de verla en película.

― Dicen que está versión es mil veces mejor que la película.

― ¿Tu lo crees así? ―Hizo un gesto con sus labios que me causó risa.

―La verdad no, pero hay que simular como si fuera cierto, no hay que hacer que el autor se sienta mal.

― Soy Connie. ―Dijo mientras me llevaba donde era su cama.

― Bonitos brazaletes. ―Dije sentándome frente a ella.

― Yo los hice.

― ¿Y cuánto me costaría tener uno de esos? ―Le propuse sutilmente.

― Cuando crea que te la merezcas.

Ninguna niñita me había dicho semejante cosa.

― ¿No merezco ninguna de tus pulseras?

― Es que no te conozco, mi mami dice que las personas que quieren entrar en tu vida siempre buscan llevarse algo de ti.

Jamás creí escuchar algo tan poderoso de los labios de una niña, volteé la página de presentación y comencé a leer el libro que sé que en cualquier momento va a detener, soy una mala narradora, pero ella no dice nada al respecto. Al igual que algunas niñas que se habían acercado a oírme hablar de una niña rubia que se ve hipnotizada por una liebre blanca con ropa, hasta a mí me estaba gustando, las diez primeras páginas se fueron volando al igual que mi aliento, pero seguí porque me envolvió la intriga y la curiosidad de Alicia, precisamente cuando calló por el agujero, recuerdo que pase mucho tiempo buscándolo, pero nada, el bendito hoyo bajo la tierra no existe, peor el conejo. Y yo aquí leyéndoles este cuento. Porque al parecer soy el sombrerero, pero sin la sonrisa, es que no se me apetece.

― Tienen que comer. ―Dijo una de las enfermeras trayendo un carrito lleno de platos.

―Vallan, yo también debo comer. ―Dije cerrando el libro.

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