"Hace mucho, en la lejana isla de donde vengo, allá por el año 800 d.C., había cuatro reinos: El primero, era el de los cazadores, o sea, los humanos. Estaba en el sur-oeste de la isla, fuera del bosque, y sus actividades eran: pesca, ganadería y agricultura. Eran vikingos, en tiempos de paz.

Luego, en el bosque, al norte, estaba el de los patatones. Su ciudad era subterránea, pues, como ratones, vivían todos en cuevas, con una gran densidad poblacional. Se dedicaban a la recolección y minería. Su civilización era comparable a la de los egipcios antiguos.

Al este, en la montaña más alta de la isla, se encontraba el reino de los silfos, quienes tenían vastos conocimientos de meteorología, y eran los tecnológicamente avanzados. Para que se den una idea, éstos eran como europeos o norteamericanos del siglo XX. Fabricaban mecanismos que funcionaban con energía eólica y, se había decidido que los cuatro reinos tendrían la posibilidad de usarlos. Sin embargo, a pesar de tanta tecnología, ese reino parecía más una ciudad fantasma, sin duda debido al origen de esta especie.

Y, por último, estaba el reino de los duendes. Ese, supuestamente se ubicaba en el oeste de la isla, pero, a decir de sus habitantes, era identificado como el "salvaje oeste", pues, los duendes, viven entre los árboles, así aparecían por todo el bosque. Y su sociedad, sí que era como la del salvaje oeste.

Entre estas especies mágicas también hubo troles y dragones, pero al momento habían declarado extintas a estas dos últimas especies.

Estos reinos, tiempo atrás, libraron una guerra sin cuartel, pues todos querían la totalidad del territorio, pero, afortunadamente, hacía dos años que había ascendido el rey Haakon de los cazadores, y había logrado unir a los cuatro reinos, mediante un trato, consistente en que los duendes dejarían de hacer travesuras a los humanos que se internaran en el bosque y que los patatones y silfos ayudarían a quienes se los solicitaran, a cambio de que las personas no cazarían ni deforestarían, sin previa autorización y, cumpliendo ciertos requisitos. Así, la isla por fin, comenzó una larga era de paz, que, a pesar de ello, estuvo a nada de arruinarse dos años después del acuerdo tetranacional.

 Así, la isla por fin, comenzó una larga era de paz, que, a pesar de ello, estuvo a nada de arruinarse dos años después del acuerdo tetranacional

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  La historia que enseguida conoceremos, comienza en el reino de los humanos, en donde vivían dos jóvenes hermanas descendientes de grandes viajeros: Cressida, de 19 años, era alta, de cabello castaño ondulado y ojos verde oscuro; y Anémona, de 17...

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La historia que enseguida conoceremos, comienza en el reino de los humanos, en donde vivían dos jóvenes hermanas descendientes de grandes viajeros: Cressida, de 19 años, era alta, de cabello castaño ondulado y ojos verde oscuro; y Anémona, de 17, era un poco más baja, de cabello café oscuro lacio y ojos verde azulado.

Cressida era considerada la mejor navegante del reino: había explorado lejanas tierras y sacado a su tripulación de peligros letales. La intrépida chica, hacía poco tiempo se había convertido en reina, y gobernaba junto a Haakon con firmeza, pero también con piedad y equidad. Sin embargo, Cressida era de las personas que no pueden quedarse en tierra por mucho tiempo, y salía en su barco cada vez que tenía oportunidad. En cambio, Anémona, a pesar de tener el mismo espíritu de aventura que su hermana mayor, nunca se había atrevido a salir de la isla. ya que ella temía al mar, pues en el momento que les narro, sus papás, quienes también fueron navegantes, habían pasado dos años desaparecidos, y supuestamente difuntos, ya que, durante un viaje, su barco se hundió, y la única que se salvó y regresó al reino fue Cressida, quien desde entonces tuvo el cargo de capitana. La pequeña tampoco viajó en esa ocasión, y este hecho sólo le causó más inseguridad.

Cuando Cressida iba de viaje, Anémona quedaba en la isla. Usualmente, durante el tiempo de estas travesías, la hermanita visitaba el bosque, donde vivía su amiga Violeta, quien era una sílfide, y a quien conocía desde que eran pequeñas. Anémona y Violeta pasaban el tiempo recorriendo el bosque, donde habitaban especies animales, como búhos, águilas, zorros, ciervos, conejos, ratones, renos, patos, topos, tejones, ardillas, gran variedad de pajaritos, e insectos variopintos, entre otros. Bueno, pero ya he dicho bastante y aún no empieza la historia, así que la contaré antes de que se vayan a quedar dormidos".

En este punto, mucha gente se rió. El editor sonrió y prosiguió:

"Una mañana, Anémona y Cressida, quien apenas había regresado de un viaje, recorrían el bosque, pues Anémona quería enseñarle algo a su hermana. Estaban ya a dos semanas de iniciar el verano. El clima era perfecto para navegar, pues en aquellas elevadas latitudes, el calor disminuía la probabilidad de tormentas, aunque, como habrán notado, no hacía calor de veras, puesto que aún usaban abrigos, (¿quién llama calor a una temperatura de 16° centígrados?).

Mientras caminaban, Anémona contó que Violeta la había invitado a la fiesta de primavera-verano, y que Cressida también estaba invitada, siempre que tuviera tiempo.

-¿Cuándo será la fiesta? - interrogó Cressida.

-En dos semanas: a la medianoche- respondió la menor, mientras, seguían avanzando, hasta que llegaron a un monolito enorme, al cual debían subir según Anémona.

Cuando arribaron a la cima, pudieron ver el mar, completamente despejado y en calma. Anémona indicó a su hermana: -Mira allá, esa línea es Groenlandia, y más acá, está Islandia, se ve como una manchita. Por este otro lado, el continente.

-Lo sé, ya he estado allá- comentó Cressida, con cierto desencanto.

-Sí, pero no es lo que quería mostrarte, más bien quiero pedirte algo importante.

-Oh, entonces ¿qué sucede? - preguntó Cressida.

-Bueno, lo que pasa es que... me aburrí mucho la última vez que te fuiste de viaje- respondió Anémona, -Ya conozco toda la isla y a todos los seres que viven en ella. Aprendí todos los oficios existentes, y no encuentro nada nuevo por hacer. Quisiera viajar como lo haces tú, pero todavía me da miedo.

-Debí esperarlo - murmuró Cressida, y luego afirmó en voz alta: -Muy bien, entonces debemos empezar por quitarte ese temor. Recuerda cuando aprendimos a montar caballos: hay que conocer cómo se mueve el corcel, o en este caso, el barco, y ya que te acostumbres verás que no es nada complicado.

Anémona lo pensó unos momentos y dijo: -En ese caso, ¿cuándo empezamos?

-Cuando quieras. Puede ser en cuanto bajemos de aquí- respondió Cressida, añadiendo una pregunta: -Por cierto ¿para qué subimos hasta acá?

-Por la simple razón de que aquí no nos oye nadie. No quisiera que se ofendieran los seres mágicos al oír que deseo salir a conocer nuevos territorios, pues han sido muy buenos conmigo incluso cuando los cuatro reinos eran enemigos - dijo Anémona.

-Entiendo - expresó Cressida.

En eso, llegó Olaf, (no hablo del muñequito de nieve, sino del consejero principal del rey, quien casualmente era homónimo del referido personaje). Luego de respirar hondo (para recuperarse tras la escalada), informó a las hermanas que el rey Haakon quería que regresaran a la ciudad, pues tenía que dar un anuncio importante.

-¿Qué tan importante? - preguntó la muchacha.

-No me explicó, pero, será mejor que vayamos - afirmó Olaf.

-Bien, ¡vamos! - exclamó Anémona y empezó a bajar por la roca velozmente. Olaf y Cressida la siguieron como pudieron.

Al poco tiempo, llegaron al reino, donde mucha gente se reunió frente al "castillo", que sólo contaba con el nombre, pues era más parecido a una casona, construido con piedra volcánica, pero con una escalera a la puerta principal como las de los castillos que conocemos en la actualidad. El rey estaba justo en esta, esperando que llegaran Olaf y las dos hermanas. Cuando los vio entre la multitud, hizo seña a sus súbditos de que abrieran paso para que los tres pudiesen subir la escalera y tomar lugar junto al monarca. Los ciudadanos obedecieron, y en cuanto Cressida, Anémona y Olaf se posicionaron en sus respectivos lugares, Haakon empezó a hablar: -Buenos días, mis apreciados súbditos. Los he mandado llamar porque tengo una propuesta qué consultar con ustedes- afirmó.

Muchos emitieron expresiones de sorpresa y desconcierto. El rey continuó: -Seguramente recordarán que hace dos años, conseguí un trato con los reinos mágicos. Hasta ahora, ambas partes hemos respetado nuestro acuerdo, pero, me informó un pajarito que, hace falta que fortalezcamos los lazos de confianza que se establecieron desde aquellas fechas. Por lo tanto, tengo una idea que quisiera poner en práctica con la ayuda de todos. Aún no la consulto con los representantes de los habitantes del bosque, pero, si ustedes la aprueban, los entrevistaré hoy mismo- aseveró, y tras una pequeña pausa dramática, continuó: -Bueno, mi idea es la siguiente: Como cada año, en la madrugada del día en que ocurre el solsticio de verano, los seres mágicos festejan la nueva temporada con bailes y música en el bosque. Así que, pienso establecer un festejo parecido en nuestro territorio, en el cual puedan tomar parte tanto humanos como otras especies, respetando su tradición y festejando durante la tarde. ¿Les parece?

Los habitantes empezaron a cuchichear entre ellos, y tras un tiempo aproximado de 15 minutos, se oyeron exclamaciones de aprobación. El rey sonrió y dijo: -Entonces, está decidido. Dentro de dos semanas, vamos a festejar la llegada del verano junto con los seres del bosque-. Esta vez, se escucharon exclamaciones de alegría. Haakon saludó a los súbditos y les hizo seña de que ya podían retirarse, lo cual hicieron rápidamente, pues ya estaban pensando en prepararse para el festejo.


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Flor de viento, criatura marinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora