Cuando Anémona despertó, lo primero que recordó fue a Ari. Sin embargo, su vista se encontró con el techo oscuro de la casa del hechicero supremo, por lo que se sobresaltó, y aunque todavía no se sentía por completo recuperada, se levantó y buscó con la vista al señor A. Brah.

Éste se encontraba leyendo un libro en una silla ubicada al otro extremo de la habitación, y al notar el movimiento de la joven, dejó el documento a un lado y se acercó: -Buenos días Anémona. No te preocupes, he visto el futuro y me parece que todo estará bien.

Ella se relajó un poco y respondió: -Buenos días señor. ¿Dónde está Erik? ¿Y Hagen?

-Hagen está en su reino. Soren no fue a buscar a los patatones, pero no sé dónde se encuentra ahora. Erik está afuera, hablando con Violeta. Avisé a tus hermanos que estás aquí, así que no te preocupes demasiado por ellos.

Hizo una pausa mirando de arriba abajo a la muchacha antes de rematar: -Vi que Ari te hizo caso y se quedó en casa, pero está practicando lo poco que le enseñaron de combate y equitación. No pasa un instante en que no piense en ti.

Anémona no dijo nada y volvió a acostarse. Ese bombardeo de información no era lo que necesitaba para mejorar, así que se dispuso a dormir sin cuestionar nada, pero su mente reaccionó rápido al darse cuenta de un par de datos extraños: -¿Cuánto tiempo estuve desmayada?

-10 horas.

-¿Y por qué Erik está hablando con Violeta?

-Eso pregúntaselos a ellos.

La muchacha se levantó de un salto, y tras comprobar que los dos estaban frente a la puerta, (sus voces, aunque bajas, se oían ahí), la abrió rápidamente, sin darles tiempo para moverse.

Aunque Violeta, por reflejo, se volvió invisible, Anémona aún podía verla. La tomó del brazo con fuerza, pero sin lastimarla. Enseguida, dirigió su filosa mirada hacia Erik, quien inconscientemente retrocedió unos pasos.

-Te explicaré todo, pero ten piedad - pidió la sílfide. La muchacha la miró de reojo y asintió breve y contundentemente.

El príncipe se echó a correr, sin esperar a que Anémona le dirigiera la palabra. Ella no lo tomó en cuenta y se volvió hacia Violeta, quien respiró hondo, tratando de estabilizar su ritmo cardiaco y respiratorio, y habló: -¿Recuerdas que hace unos días te dije que caí en una de las redes trampa? Creí que estaría instalada sin vigilancia, pero no. Antes de que pudiera liberarme sola, Erik salió de algún escondite y pudo verme. Intenté amenazarlo para que se fuera, pero eso de dar miedo no se me da tan bien como a ti. Él cortó la red, pero me retuvo y me interrogó.

La sílfide no continuó, pues su garganta se cerró por los nervios. Sin embargo, la muchacha continuó por ella como si hubiera leído su mente: -Te hizo revelarle lo que sabes de mí. Ese... sabe usar sus recursos bastante bien. Pero ya verá.

-¿Me crees? - preguntó Violeta con un hilo de voz.

Anémona afirmó: -Entre una buena amiga que conozco de hace tanto que ni siquiera sabíamos que en ese momento nuestros reinos eran enemigos, y un chico hablador que conozco hace una semana, ¿quién es menos confiable?

Violeta se abrazó fuertemente de su amiga, tratando de no llorar. Anémona le acarició la cabeza con cuidado, sin decir nada, pero se volvió hacia donde se encontraba A. Brah.

Éste se acercó a las jóvenes y dijo: -Por mí, puedes eliminarlo en cuanto quieras.

Anémona rió, sin cuidar que al hacerlo, parecía haber perdido la razón, y contestó: -Aún no.

El hechicero, con la calma de un perezoso, se encogió de hombros y cambió de tema: -La tormenta ya pasó, pero la desaparición del consejero helanés mantendrá a sus compatriotas en nuestra isla por más tiempo. Sin embargo, eso no afectará los festejos de primavera-verano, así que espero verlas allí.

Flor de viento, criatura marinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora