Anémona, ya al entrar al bosque, notó que todo parecía estar en paz. Decidió quedarse un rato sentada bajo un árbol, antes de comenzar a recorrer los reinos, pues necesitaba serenarse.  Los patatones, quienes como ya se sabe, estaban encerrados en el saco, protestaron: –¿Eh, por qué nos detenemos?

–No me siento bien– respondió ella secamente.

–Bueno. ¿Al menos podría sacarnos del saco?– pidió Hagen.

Anémona no contestó, pero sí los sacó. Los patatones se pusieron de pie, pues con el movimiento, se habían caído y golpeado con los barrotes de la jaula. Mientras se acomodaban el esqueleto, ella dijo: –Supongo que saben que en el barco que se hundió viajaba mi familia.

–Yo no sabía, pero cuéntame más– respondió Hagen, quien enseguida recibió un zape de parte de Braun por responder tan descaradamente.

Anémona rió un poco, pero rápido volvió a la seriedad: –¿Realmente les contaron todo a los reyes cazadores?

–Sí, lo contamos todo– afirmó Braun.
La joven asintió distraídamente y levantó la jaula para continuar avanzando hacia el reino de los patatones.

Hagen protestó: –¡Un momento! ¿Eso es todo? ¿No nos va a decir nada? ¡Ya me quedé con dudas! ¡Cuéntenos detalles! ¡Si lo hace, le doy los nombres de los otros veinte patatones que han llevado provisiones al drakkar!

Ella se detuvo por un momento para ver a Braun esforzándose para no ahorcar a Hagen, pero enseguida reanudo su camino. –No sé si lo vayan a entender. Pero, les puedo decir que tengo muchas piezas de un gran rompecabezas y no sé cómo unirlas.

Los dos presos guardaron silencio, un poco confundidos. Seguían con la impresión de que había algo muy importante que los cazadores de la isla y también los extranjeros ocultaban, pero al momento, nada les cuadraba.

El trayecto hasta el reino minero fue completado en silencio absoluto. La joven liberó a los patatones un poco después de llegar. Sin dirigirles la palabra, Anémona se fue a revisar el reino.

Los patatones se quedaron desconcertados, pero luego de unos minutos, Hagen habló: –Braun, tenemos nueva misión desbloqueada: vamos a investigar qué secretos ocultan los cazadores.

El otro respiró y contestó: –No creo que sea buena idea.

–Bueno, entonces investigo yo solito.

–Entonces diré que fue un gusto conocerte.

–¿No me vas a ayudar?

–No. Y cuando les diga a los demás lo que nos pasó, dudo que alguien quiera hacerlo.

–Pues entonces le voy a decir al hechicero que me preste su canica de cristal para averiguarlo a distancia.

Evidentemente, con el tamaño de los patatones, sus hechiceros usaban canicas en vez de las bolas de cristal de los hechiceros de los otros reinos.

En fin, aún discutiendo, los dos pequeños seres se fueron a su trabajo".

El narrador hizo una pausa para tomar agua. Mientras abría la botella, preguntó: –Bien, en lo que vamos, ¿tienen alguna teoría acerca de lo que pasa?

Antes de que alguien del público pudiera responder, el escritor dijo: –No, ¿qué tal si alguien lo adivina y les hace spoiler a los demás? Mejor que al final nos digan si sí lo habían deducido o pensaron que la solución era distinta.

–Está bien, pero espérenme tantito que se me cansó la boca de tanto hablar– respondió el editor, haciendo una pausa entre un trago y otro.

Flor de viento, criatura marinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora