Ari, viéndose de nuevo junto al agua, no dudó y se dejó caer en ella, deslizándose como una flecha. Permaneció sumergido por unos minutos. Realmente se sentía mucho mejor respirando agua que aire, aunque esta agua era menos densa que la del mar, pero comparada con la ligereza del aire, no había duda de que era mejor.

Cuando el muchacho volvió a asomarse a la superficie, vió que Anémona estaba sentada en la orilla del río, se había quitado las botas y tenía los pies dentro del agua. Sonrieron cuando sus miradas se encontraron.

-Ven, nademos un poco- llamó Ari.
Ella negó con la cabeza, aunque sin dejar de sonreír. El joven se acercó de nuevo a la orilla: -Sólo unos minutos, ven.

-No, sigue nadando tú.
Ari hizo un gesto de disgusto y se sentó junto a la muchacha.

-Entonces me quedo contigo- afirmó.
Anémona pensó que tal vez debería reprenderlo, pero no lo hizo. Se quedaron callados por un ratito, sólo sintiendo el agua corriendo.

El muchacho volvió a hablar: -No preguntamos a papá de la historia porque estábamos preocupados por nuestros hermanos. ¿No te molestarás de que lo olvidé?

Anémona negó con la cabeza: -Tus hermanitos son más importantes que una historia. Si quieres, te llevaré de regreso al mar ya.

-Aún no, quiero estar contigo un poco más. Además, recuerdo que dicen que las sílfides viven en los bosques, ¿es verdad?

-Sí lo es, la excepción soy yo, vivo en la ciudad con los humanos.

-¿Pero, conoces a otras sílfides?

-Sí- Anémona suspiró tras responder.

Después de que Erik revelara que alguien le había contado su secreto, no se sentía tan segura de conocer a nadie de la isla en realidad. Ari notó que la muchacha estaba triste nuevamente, así la acarició en la cabeza con suavidad. Ella se rió porque había visto que así era como lo consolaban a él, pero no protestó porque le pareció lindo.

Poco después, Ari se dejó caer al río otra vez, y tras quedarse unos minutos sumergido, volvió junto a la joven y preguntó: -¿Me llevas a ver más del bosque?

Anémona se sorprendió, pero sonrió y asintió con la cabeza. Se levantó y cargó al muchacho hasta Singular. El corcel ya se estaba durmiendo, pero cuando sintió el peso de los dos jóvenes sobre su lomo, despertó y se giró para tirarlos. Afortunadamente, la muchacha pudo calmarlo y no terminaron en el suelo. Después de este incidente, el caballo se levantó y continuaron su recorrido.

Como ya habrán notado, se olvidaron de Susto, que se había quedado turulato por un buen rato, pero al ver que se iban sin él, cambió de forma a la de un pájaro y voló tras ellos, aterrizando en el hombro de Ari, quien al notar la presencia del nokk, le habló: -Quédate quietecito, no te vayas a perder.

Susto saltó a las manos del tritón y ahí permaneció estático. Anémona sonrió y trató de acariciar al nokk, pero éste se hizo a un lado para esquivar su mano.

-Creo que de toda tu familia, nada más a ti te agrado. Ni siquiera tu mascota se deja acariciar por mí- se quejó ella.

-Más o menos así es- confirmó Ari, sonrojándose ligeramente. Anémona rió nuevamente, con lo que él se sonrojó aún más. Aun si la muchacha solamente reía por un momento, era cuando se podía apreciar lo hermosa que era.

El concepto de belleza entre las sirenas era con respecto al carácter de cada persona, y a Ari le parecía que Anémona era muy bonita, pero cuando se comportaba cruelmente, esa belleza se opacaba, y eso era lo que quería evitar.

Después de unos minutos, la sílfide se cansó de que el tritón la observara tan fijamente y preguntó: -¿Viste que pasaron volando tres escarabajos, un zorro se escondió de nosotros y un pájaro cazó al vuelo a una mosca?

Flor de viento, criatura marinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora