Las dos muchachas quedaron impactadas: ¿cómo había llegado él? Rápidamente, Cressida se acercó y le preguntó: –Alteza, ¿qué hace aquí?

El príncipe, quien llevaba una pequeña lámpara, también sorprendido de ver a la reina en esa fiesta, respondió: –Podría preguntar lo mismo, majestad. Encontré a un patatón en nuestro barco, justo antes de que partiéramos. Lo solté, pero decidí seguirlo para ver si podía encontrar a Soren, o alguna pista de qué ocurrió con él.

Violeta frunció el ceño y exclamó: –No le creo cierta esa historia.

Tanto ella como Cressida voltearon para buscar a Braun y Hagen, pues esos dos eran los que normalmente entraban al drakkar, pero no los distinguieron. Erik preguntó: –¿Qué es esta fiesta? ¿Y dónde está Anémona?

–No es información que nos corresponda darle, y será mejor que salga de aquí – contestó Cressida firmemente.

–Está bien. La buscaré por mi cuenta. Aún no me había despedido de ella, y es algo importante que sepa que quiero arreglar las cosas antes de irme– respondió él, y corrió de regreso al bosque.

Violeta se puso más pálida de lo normal, igual que Cressida, y decidieron buscar a Anémona antes de que pasara algo grave. Corrieron hasta la costa, en el lugar donde siempre se encontraban con Ari, pero se encontraron sólo con Anémona, quien, al verlas tan agitadas, preguntó: –¿Qué pasa?

–¡Erik vino, dijo que estaba siguiendo a un patatón, y te busca para hablar contigo! – respondió Violeta.

–¿Y por qué no lo detuvieron? – respondió Anémona.

–Ah... no se nos ocurrió. ¡Pero lo importante es que vayamos tras él! – contestó Cressida. Anémona asintió y las tres corrieron para buscarlo".

El narrador, intentando ignorar al autor del libro, quien estaba muy emocionado, observó al público, que estaba dividido: por un lado, algunos con gestos que daban a entender que ya esperaban lo que estaba ocurriendo, mientras que otros estaban tan anonadados que parecía que era la primera vez que los sorprendían en toda su vida.

El editor se aclaró la garganta y continuó:

"Bien, como ya saben, (pero se los recuerdo por si acaso lo olvidaron), el sitio donde Ari y Anémona siempre se encontraban estaba a poca distancia de la salida de la cueva, así que desde luego, la muchacha esperaba encontrarlo allí rápidamente.

Unas horas antes, mientras iniciaba la fiesta, el joven, acompañado por toda su familia, había llegado a la otra entrada de la cueva para que Ari intentase por primera vez cruzar de un lado al otro de la caverna.

Tenía que hacerlo solo, y en la oscuridad, puesto que se trataba de ver qué tan bien desarrollado tenía su sentido del oído y si era capaz de guiarse con él. Ari no tenía miedo de la oscuridad, y sin pescadores en las cercanías a tales horas, se sentía tranquilo y confiado de lograrlo a la primera.

El único problema era que ninguno iba con su ropa de todos los días, sino que se cubrieron con las joyas que había en el "sótano" de la casa, parte del antiguo cargamento del barco hundido, con el objetivo de que el brillo les ayudara a encontrarse cuando el joven saliera de la cueva, pero tanto las piedras como los metales que las conformaban eran bastante pesadas, así que todos nadaban más lentos de lo normal.

Antes de que el muchacho entrara a la caverna, sus papás lo abrazaron con fuerza, y le dijeron que se reunirían en la otra entrada.

Así, Ari nadó solo por el largo túnel, guiándose con el eco que regresaba el sonido de su propia voz. No tuvo ningún problema en llegar hasta el otro lado, y al salir de la cueva, notó que su familia aún no llegaba allí, lo cual, aunque lo sorprendió, era lógico, pues ellos tenían que rodear la isla, mientras que él había avanzado en línea recta.

Flor de viento, criatura marinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora