A una seña de los cuatro reyes, aparecieron muchos guardias de los cuatro reinos de Toivonpaikka y empezaron a arrestar a los helaneses, incluyendo al príncipe, y también a Violeta y Anémona, ya que ellas también estaban en la escena del crimen. Como ambas conocían ese sistema, no se opusieron, estando bastante tranquilas, al contrario de los visitantes, que forcejearon con los guardias, por lo que no lograron maniatar a todos con rapidez. Algunos guardias silfos se acercaron a Ari para llevárselo también, pero en eso, apareció su familia, y como imaginarán, se asustaron al ver tanto revuelo.

–¿Qué está pasando? ¿qué tratan de hacerte? – interrogó Werner, alarmado, a su hijo.

–No lo sé, encontré a un pescador ahogado y lo traje aquí para que Anémona me dijera qué hacer con él, pero llegaron otros pescadores y no sé qué van a hacer con todos nosotros – explicó el joven, aferrándose de su papá.

Cressida se acercó a ellos y habló: –Deben venir con nosotros, para aclarar qué fue lo que pasó en realidad. No tengan miedo.

Coral y Sindri se adelantaron, enojados, y dijeron al mismo tiempo: –¡No podemos permitir que se lleven a Ari!

Anémona respondió: –Lo cuidaré, prometo que no dejaré que le pase nada malo. Sé que aún no confían en mí, pero de verdad mantendré seguro a Ari.

El joven la miró por un momento, y después a su familia. Todos estaban preocupados por él, y no se sentía seguro de qué decidir. Pero finalmente, se acercó a Cressida, para que lo llevara cargando, puesto que Anémona no podía al estar ya con las manos atadas.

En eso, Erik logró escapársele al guardia que lo retenía, y recuperó su espada, que quedó en el suelo después de que Violeta se dejara arrestar. Antes de que pudieran alcanzarlo los guardias, blandió su arma contra la reina, quien hábilmente esquivó el ataque y en un instante sacó su propia espada para responder. Sin embargo, la estocada del príncipe alcanzó al joven tritón, hiriéndolo entre el hombro y el pecho, del lado izquierdo.

Ari se quejó levemente, pero no gritó ni se movió, siendo más su sorpresa que lo que le dolió. Erik tampoco le dio mucha importancia, y trató de volver a atacar a Cressida, pero ella ya estaba lista y logró desarmarlo con un movimiento rápido, y con un duro golpe lo dejó fuera de combate, permitiendo a los guardias atarlo y llevárselo.

Anémona intentó correr para ver a Ari, pero los guardias la detuvieron. Haakon se acercó a Cressida y los dos trataron de atender al joven, pero Coral fue más rápida y apartó de la orilla a su hermano.

–Estoy bien, no me duele – protestó él, pero el corte era profundo, haciéndole perder sangre rápidamente.

La mayor lo abrazó con fuerza, y sin decir nada, lanzó una mirada fiera hacia Anémona antes de sumergirse y alejarse nadando rápidamente, llevando a Ari. Werner, Gretel, Sindri, Natt y Zuwa la siguieron sin mirar hacia quienes estaban en tierra.

Susto permaneció quieto por unos instantes, observando a la sílfide, antes de seguir a la familia de sirenas.

Anémona empezó a llorar en silencio mientras los guardias la guiaban de regreso al reino de los cazadores, junto a Violeta y los helaneses. No había podido evitar que Erik hiriera a Ari, aunque no había sido a propósito. Se sentía muy mal por eso. Además, el príncipe también había tratado de lastimar a la reina. Esta vez era imposible que lo perdonara, nunca lo haría.

Al llegar al territorio de los humanos, todos los prisioneros fueron encerrados en diferentes calabozos, aunque no pasó mucho para que tuviesen que acomodarlos de dos en dos por celda. Anémona y Violeta quedaron juntas en el mismo calabozo.

Violeta sólo abrazó a su amiga, quien continuaba llorando por la furia. No se dijeron nada, permaneciendo simplemente abrazadas por un buen rato, hasta que Anémona se puso de pie y dijo: –Tengo que conseguir otro cristal de ruburum para ir a ver a Ari.

Flor de viento, criatura marinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora