Anémona corrió hasta la costa, al mismo sitio donde había visto a Ari la última vez, aunque no estaba segura de encontrarlo tan temprano, pero no había dicho a qué hora estaría allí.
Sin embargo, ahí estaba ya, y según parecía, desde hacía un buen rato, pues su cabello estaba seco, aunque sólo tenía medio cuerpo fuera del agua. Cuando vio a Anémona, se puso muy feliz.–¡Realmente viniste!– exclamó Ari, conteniendo el impulso de lanzarse a abrazar a la muchacha.
–¿Por qué no vendría, eh?– inquirió ella, sin que fuera un verdadero reto.
–No lo sé, creo que sólo estoy nervioso– contestó él.
Era muy tierno, sonreía mostrando sus dientes, y sus párpados inferiores ocultaban un poco los iris color magenta. Anémona se acercó para acariciarle el cabello, pero en ese momento Coral salió del agua. Según parecía, se había dormido y despertó al oír cómo su hermano llamaba a la sílfide. Sin embargo, con todo y sueño, la mirada que dirigió a la joven llevaba la amenaza evidente.
De todos modos, no le dedicó mucho tiempo, pues se preocupó al ver a Ari: –¿Cuánto tiempo te quedaste fuera del agua? Tu piel está muy roja.
–Eh... pues cuando llegamos el sol estaba por ahí, y si ahora está allá... creo que dos horas- respondió él.
–¿Cuánto tiempo pueden estar sin agua?– preguntó Anémona. A decir verdad, tenía esa duda desde el día anterior, pero no era buen momento para preguntar entonces.
–No sé, pero menos de un día, eso es seguro. Y más cuando somos chiquitos- contestó Ari.
Anémona observó a los hermanos, y sugirió al joven: –Creo que la próxima vez debemos fijar una hora para vernos. No será bueno si te lastimas por estar esperándome.
–Está bien– contestó Ari, mientras su rostro se ponía aún más colorado. No podía ocultar que estaba feliz de que Anémona se preocupara por él.
Antes de que pasara algo más, Coral volvió a hablar: –Esa es buena idea, pero dejen de perder tiempo. Hay que concentrarnos.
Ari asintió. Anémona respiró hondo y dijo: –De acuerdo. Ya saben por qué soy una sílfide, así que no hay que repetir esa historia. Pero hay algo que escuché y me desconcertó: alguien dijo que los cristales de la cueva son capaces de anular la magia...
–¿Qué son cristales? ¿Hay en la cueva?– interrumpió Ari.
La muchacha se sorprendió: –¿No sabes eso?
–No. ¿Qué son?
–Son esas piedras rojas brillantes que están en la cueva donde nos conocimos.
–Ah. ¿Y entonces por qué les dices cristales y no piedras?
Anémona no supo si reírse o enojarse, y se quedó callada. Al parecer, esto sería más difícil de lo que parecía.
Coral resopló y dijo: –Por el momento no nos detengamos por preguntas así. Si es verdad que esas piedras anulan la magia, entonces la explicación no está ahí. Anémona es de una familia de pescadores, así que no puede ser sirena por naturaleza, y neutralizar la magia no la convertiría en una.
–Eso es precisamente lo que me desconcertó. Igual, la fuente no me parece muy confiable, pero...
–¿Qué cosa es una fuente?– esta vez interrumpió Coral. Ari se rió, pero no dijo nada, pues tampoco sabía qué era eso.
–Me refiero a la persona que me lo dijo- explicó Anémona.
–Oh, ya entendí– contestaron los dos hermanos.
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Flor de viento, criatura marina
FantasyPrimera historia de "La visión del hechicero" En una isla con cuatro reinos, la paz se vio alterada cuando el príncipe Erik, del reino de Heland, viajó desde el continente para pedir ayuda al rey Haakon de Toivonpaikka. En Heland, despreciaban a los...