Las muchachas llegaron al sitio donde las aguardaba la familia de sirenas.

Para ese momento, la situación ya estaba más tranquila. Sólo estaban asomados fuera del agua los padres y los dos hijos mayores.

Al ver llegar a las hermanas, Gretel acercó más hacia sí a Ari. El chico no protestó, ya que se sentía mejor así.

Anémona saludó nuevamente y presentó a la reina: -Ella es mi hermana mayor, Cressida.

-Mucho gusto de conocerla. Soy Werner; mi esposa, Gretel. Y mis hijos mayores, Coral y Ari- respondió el tritón.

Cressida estaba sorprendida por todo lo que veía y oía, mas no lo demostró, y contestó con cortesía: -También es un gusto conocerlos. Mi hermanita me dijo que querían hablar conmigo, así que estoy dispuesta para lo que quieran saber de nosotras.

Werner y Gretel asintieron, y dirigieron la primera pregunta a la reina. Sin embargo, Anémona no supo de qué se trataba, pues justo frente a ella apareció Zuwa y le habló:
-Hola. ¿Tú de veras eres una sílfide?

-Sí, lo soy- respondió la joven.

Ari se acercó y jaló suavemente a su hermanita para alejarla de Anémona. -No seas tan imprudente, Zuwa.

La niña sólo hizo un pucherito, molesta. Anémona sonrió enternecida y preguntó a Ari: -¿Cuántos hermanos tienes?

-Dos hermanos y tres hermanas- contestó el muchacho. Miró a la sílfide dulcemente, volviendo a sonrojarse.

Aunque le tenía un poco de miedo, viéndola de cerca, podía notar que en realidad era un ser igual de frágil que él. La aparente dureza de Anémona era un simple mecanismo de defensa.

Sin embargo, Zuwa continuó su interrogatorio: - Si eres una sílfide, ¿por qué no tienes alas?

-Sí tengo, pero están escondidas bajo mi ropa.

-¿Por qué?

-Porque no quiero que los cazadores las vean.

-Ah bueno.

La sirenita se alejó tras esa respuesta.

Ari no sabía qué más decir o hacer. Ofuscado por la proximidad con Anémona, se quedó simplemente mirándola. La muchacha se rió y le habló con tranquilidad: -Tu familia es agradable.

-Gracias- respondió él, pero sin saber si era una buena respuesta.

Tras unos segundos en silencio, la joven preguntó: -¿Por qué quieres ayudarme?

Ari se sorprendió: -Ya te lo había dicho.

-Pero no te creí.

-¿Eh?

-Ari, me tienes miedo y casi me matas. No es que fuera tan grave porque en realidad no estoy viva, pero no te creo que sea simplemente porque te agrade. Puedo ver que todavía te asusto. ¿Qué es lo que quieres en verdad?

Ari se hundió un poco más en el agua, hasta que sólo podían verse sus ojos color magenta. Todavía no quería decirle que estaba enamorado de ella, pero podía explicarle lo que creía desde que había visitado al kraken.

Saliendo del agua nuevamente, habló: -Es cierto, todavía te tengo miedo. Pero, no fue así desde el principio. No te tenía miedo como sirena. Y como sílfide... te ves más como humana. Tu piel se ve más pálida, tu mirada se entristece, incluso llevas esa cosa peligrosa de metal. Sigues siendo tú, pero... aún así cambias. Creo que en resumen, me gustó verte como sirena porque te veías viva. Y tal vez solo estoy pensando en mí, pero quiero verte viva.

Flor de viento, criatura marinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora