Al regresar al castillo, mientras Haakon y Cressida hablaban con los helaneses, Anémona llevó a los patatones a la biblioteca para interrogarlos como se debe... bueno, no, pero sí con menos interrupciones.
La cuestión es que fue allí, cerró bien la puerta y dejó sobre el escritorio a los patatones, quienes, como ya habían sido descubiertos, estaban dispuestos a confesar, pero cuando Anémona se sentó frente a ellos, no supo qué decir.
El más chico de los dos preguntó: -Disculpe, ¿no nos va a preguntar cómo nos llamamos, qué hacíamos en el barco y demás cosas así?
-Eh, sí. Sólo...estaba pensando. Bueno, ¿cuáles son sus nombres?- balbuceó Anémona.
El mayor respondió: -Yo soy Braun y este chaparrito es Hagen...- a lo que protestó el chico: -¡No estoy tan bajo! ¡Sólo me ganas por dos centímetros! ¡23 cm contra 25 no es la gran cosa!
Anémona se rió y dijo: -Está bien, con eso basta. Ahora sí, dígame qué hacían en el barco.Braun dio unos pasos al frente y habló: -Está bien, le contaré sin más vueltas. Pero creo que también nos ayudaría que nos dijera lo que le afectó. Bueno, Hace unos días, detectamos una extraña radiación, gracias a uno de los inventos que les intercambiamos a los silfos. Tal radiación era similar a la de los cristales de ruburum, por lo que decidimos venir a investigar, ya que esos cristales son difíciles de obtener, porque además de que están a mucha profundidad, por la falta de magia están cada vez más escasos. Entonces, vinimos lo más sigilosamente posible, y descubrimos que la radiación provenía del drakkar de los helaneses, y se nos hizo raro, ya que nuestro rey Mause dijo que el rey Haakon había señalado que los cazadores helaneses desprecian la magia.
-Exacto, y ahí es donde entro yo. Como soy el más escurridizo de nuestra minería, decidí entrar al barco en modo espía para saber qué rayos ocurre en ese sitio. Y lo que descubrí fue perturbador- intervino Hagen, quien como ya habrán notado, se recuperó rápido del susto, y estaba deseoso de mostrar su lado "heroico".
Braun no le reclamó, a pesar de que se sentía la exageración en las palabras del menor, y lo dejó continuar.
-Bueno, evidentemente, las mejores horas para ir son el anochecer y el amanecer, así que la primera vez fui al anochecer, antes de que los cazadores volvieran al navío. Entré sin mucha dificultad, y siguiendo las indicaciones del aparato detector de radiación, llegué hasta la habitación del príncipe. Sé que es suya porque ahí había cosas que he visto que lleva él, entre las cuales destaco ese collar con el ruburum que le mostró hoy, pero además guarda guardadas otras joyas que también tienen esos cristales. El caso es que como ya los había encontrado, pues pensé que el misterio estaba resuelto y me iba a bajar del barco, cuando oí pasos de mucha gente.
-No me digas: los helaneses regresaron y el príncipe se dirigía hacia donde estabas- dijo la muchacha.
-Exactamente. Entonces, tenía que ocultarme, pero en ese lugar no había nada que me diera un buen escondite, así que antes de que el príncipe entrase, salí corriendo, pero me desorienté y terminé en el área de los remeros. Ahí sí que había lugares para esconderse como se debe, pero no contaba con que uno de los remeros estaba intentando escaparse y por poco me pisa. Me asusté y grité, lo admito. Pero por suerte, ese remero fue muy bueno y me ayudó a esconderme. Aprovechando el rato, me contó su drama: él era de Toivonpaikka, pero hace dos años, salió de viaje en barco junto con otros cazadores; el barco se hundió por una tormenta y hubieron muchos ahogados. Por si fuera poco, unas horas después apareció otro barco, que recogió a los que quedaban vivos. Ese nuevo barco era de Heland, y los tomaron como prisioneros, y posteriormente, como remeros. De verdad los han tratado muy mal, así que decidí que tenía que ayudarles.
ESTÁS LEYENDO
Flor de viento, criatura marina
FantasiPrimera historia de "La visión del hechicero" En una isla con cuatro reinos, la paz se vio alterada cuando el príncipe Erik, del reino de Heland, viajó desde el continente para pedir ayuda al rey Haakon de Toivonpaikka. En Heland, despreciaban a los...