806 d.C., océano atlántico norte
Era un poco después del mediodía, cuando Ari, de 27 años, se encontró a su hermanito Leif, de siete años, nadando como platija, pues casi tocaba la arena del fondo marino. Lo raro no era que el pequeño tritón anduviera tan cerca del suelo, sino que fuera a la mitad del bosque subacuático, donde casi no se aventuraba sin compañía de alguien mayor, por lo que el joven dejó rápidamente de cortar las algas que llevaría a casa y se acercó al pequeño.
–¿Qué haces aquí, Leif?
El niño se levantó para ver a su hermano y respondió: –¡Ari! ¡Estoy buscando un caracol púrpura, y casi seguro que ayer vi que había uno cerca de aquí!
–Ah, ¿y para qué quieres un caracol púrpura? – inquirió el mayor.
–Anémona quería llevar algo a la tierra para el bebé de Cressida, y pensé que era buena idea que lleve uno de esos porque son raros, y a los pescadores les gustan las cosas raras, ¿no? – explicó Leif.
Ari se rió suavemente y contestó: –No creo que al bebé le guste un caracol, ya que apenas nació.
–¿Por qué no? A mí me gustan los caracoles, y los cangrejitos, y los camarones, y soy un bebé, ¿cuál es la diferencia?
–Que tú eres un bebé grande y además un tritón, en cambio, el bebé de Cressida es muy pequeñito y es un pescador, así que no le gustará todo lo que a tí sí.
Antes de que el menor pudiera replicar, Anémona apareció cerca de ellos, y suspiró de alivio al ver a los hermanos juntos: –Leif, no te vayas así, puedes perderte.
–Lo siento, es que oí que quieres llevar algo especial para el bebé y pensé que sería buena idea que le des un caracol púrpura, pero Ari dice que no le va a gustar – explicó el niño.
Anémona pensó por unos segundos y respondió: –Tal vez cuando crezca un poco le lleve uno, pero ahora no lo podría ni sostener en sus manitas.
Leif resopló y se abrazó a la cola de Ari, quien sonrió y lo acarició suavemente, ante la mirada tranquila de Anémona.
La muchacha, de 24 años, ya se había adaptado bastante bien a nadar en entornos distintos, y reconocía ya muchas especies marinas, por lo que no le era difícil encontrar a Ari ni a los demás en el bosque de algas, donde obtenían su alimento.
Al notar que el joven había dejado de lado las protistas que cortó, ella las recogió rápidamente para llevarlas a casa, y como aparentemente ya eran suficientes para que todos comieran, indicó a los hermanos: –Regresemos ya.
Ari tomó en brazos a Leif y siguió a la sirena, sin perderla de vista, aunque tratando de no apresurarse para no agitar demasiado el agua y terminar enredado con las algas de los alrededores.
Cuando finalmente salieron del bosque, el muchacho soltó a su hermanito para que nadara por sí mismo hasta el interior de la "casa". Ya allí, Ari se acercó a Anémona para hablarle, mientras dejaba la comida en su sitio, pero no se decidió a hacerlo, por lo que la joven tomó la iniciativa: –Tengo una idea de qué puedo regalarle a Cressida y su pequeño esta vez. Después de todo, tenemos más experiencia ahora que cuando nació Vanja.
–Espero que no le abrume ser una hermana mayor, Vanja es una niña muy impaciente aún – comentó él.
Anémona asintió con la cabeza, recordando a su pequeña sobrina de cuatro años.
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Flor de viento, criatura marina
FantasyPrimera historia de "La visión del hechicero" En una isla con cuatro reinos, la paz se vio alterada cuando el príncipe Erik, del reino de Heland, viajó desde el continente para pedir ayuda al rey Haakon de Toivonpaikka. En Heland, despreciaban a los...