Aunque al principio Anémona se asustó pensando que el muchacho se iba a ahogar, recordó que Ari podía respirar en el agua, pero de todos modos se preocupó por ver qué era lo que lo había jalado, y desenvainando su navaja, (pues la espada era más difícil de manejar en el agua), fue tras él.

Por fortuna, quien lo había jalado era su hermana. Sin embargo, Anémona distinguió que la sirena parecía querer saltarle encima, pues su mirada era como de tigre al acecho, así que la chica intentó subir de nuevo a la roca, pero no tenía fuerza suficiente. De pronto, sintió de nuevo los brazos de Ari rodeándola, y unos instantes después, el tritón la había subido a la roca, pero esta vez, él se quedó en el agua. La sirena surgió junto a su hermano, y tomándolo por un brazo, lo jaló hacia atrás, tratando de protegerlo, mientras dirigía una espeluznante mirada a Anémona.

Ari intentó tranquilizarla: -¡Coral, ella no me hizo nada, déjala por favor!

-No, es una pescadora, no puedo confiar en ella, y tú tampoco deberías- contestó.

Anémona resopló y repitió: -En realidad no soy humana.

-¡Mentira!- rugió la sirena. La muchacha retrocedió asustada.

-¿Qué hacías en la cueva? ¿Acaso intentabas cazar?- continuó la hermana de Ari.

Anémona negó con la cabeza.

-Entonces ¡¿ustedes también realizan rituales en esta cueva?!- interrogó nuevamente la feroz sirena, pero la sílfide volvió a negar.

Ari estaba temeroso al encontrarse entre ambas, pareciéndole que las dos eran seres temibles, y para evitar más conflictos, dijo a su hermana: -Será mejor que vayamos a casa, Coral.

La mayor respondió: -Sí, pero, ella nos puede seguir, espera que se vaya primero.

Anémona contestó: -No los podría seguir, no se preocupen. Pero, ya que estamos hablando, ¿alguien me explica qué pasa?

-En realidad, tampoco sabemos, pero...- estaba diciendo Ari, pero Coral lo interrumpió, diciendo: -No hables más. Ya nos debemos ir.

-Pero si habías dicho que...

-Sí, pero, si no sabe nada, que este asunto quede así. Será mejor.

-Bueno, tú eres la que manda. (Aún).

-Así es. Pero, ya, vámonos.

Ari ya no sabía qué decirle a Anémona, así que solamente movió la mano para despedirse. Anémona respondió igual, y pensó que debía decir algo, pero no se le ocurría nada. Tras unos momentos de silencio, los dos hermanos se fueron.

La muchacha no sabía ni qué pensar, toda esta secuencia de sucesos la había dejado muy confundida, y se quedó quieta, intentando poner sus ideas en orden. Sin embargo, unos minutos después, escuchó ruido de que se acercaban algunas personas.

Se trataba de Violeta y de dos guardias, los que el rey había mandado para acompañar a Anémona, aunque ella no los había esperado para internarse en el bosque, (que hubiera sido una mejor idea para que no le sucedieran tantos problemas, pero ya ni modo).

Bueno, pero la cuestión es que Violeta, cuando fue a pedir ayuda para sacar a Anémona de la cueva, se encontró con los guardias y les dijo lo que había pasado. Los guardias y la sílfide regresaron a la cueva para rescatar a la joven, pero para cuando llegaron, ella ya no estaba allí, así que decidieron buscar si había alguna otra abertura por la que Anémona pudiera haber salido, y en esa búsqueda, tras varios intentos, llegaron hasta donde ella estaba.

Cuando Violeta vio a su amiga, voló rápidamente hasta ella, y le dijo, mientras le ayudaba a salir del agua: -¡Anémona! ¿estás bien? ¿Cómo saliste de la cueva?, ¡¿por qué no me contestabas?!-

Flor de viento, criatura marinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora